Al parecer, los nuncios del vaticano parecen evadir tópicos importantes como la pederastia
Por Alejandro Ortiz Cotte
Hace casi un mes, del 15 al 17 de septiembre, en Roma, 106 de los 108 nuncios apostólicos se reunieron como parte de las festividades del jubileo de la Iglesia católica. Esta reunión se volvió significativa por los temas tratados en ella.
Antes de hablar de estos asuntos, debemos recordar que los nuncios apostólicos son muy importantes en lo real y lo práctico en la estructura del Estado del Vaticano y de la misma Iglesia católica. Ellos son los embajadores de la Santa Sede, es decir, representantes del papa ante “las supremas autoridades de los estados en los cuales radica o de alguna manera está presente la Iglesia católica (Pablo VI, Sollecitudo Omnium Ecclesiarium). Son los representantes diplomáticos de la Santa Sede, un apoyo directo del papa. Esto en cuanto su función “diplomática”, pero si los vemos desde una lógica más teológica y pastoral, los nuncios son un canal de comunicación directo con el pontífice, informando la situación particular de cada diócesis, así como de las conferencias episcopales nacionales. Le ayudan al papa, a la vez, a proponer candidatos sacerdotales para ser promovidos a obispos (derecho canónico 364. 1-5). Por tanto, tienen un poder especial dentro de la estructura diplomática y eclesial del catolicismo.
Como se verá no cualquiera debería ser nuncio, no cualquiera debería ser representante papal en los países donde se practica el catolicismo. Sin embargo, por el alto nivel de poder que se les otorga, muchas veces se ha decidido mal sobre sus designaciones. El caso más patético es el que tuvimos en México con Girolamo Prignione, que duró en el cargo cerca de 20 años. Primero como delegado apostólico al no haber relaciones diplomáticas institucionalizadas entre la Santa Sede y México, situación que cambió en 1992 cuando se oficializaron estas relaciones y el delegado se volvió nuncio. Prignione, quien era defendido por Juan Pablo II, era muy cercano a los cárteles del narcotráfico y enemigo de cualquier cristiano que tuviera un compromiso social con los pobres, encubridor de los actos pederastas de Marcial Maciel y era un vividor eclesiástico abusando de religiosas a su servicio; ha sido uno de los peores ejemplos de lo que es un nuncio papal y un seguidor de Cristo.
Ante la importancia de las funciones de los nuncios, resultan estratégicos los temas vistos en esta reunión jubilar en Roma. Además de los ritos propios de tales reuniones, los nuncios tuvieron tres conferencias: la primera fue El Mundo Hoy, la Iglesia Hoy y el Papa Francisco, por Monseñor Piero Coda. La segunda conferencia fue titulada Génesis y Caso de la Cultura de Cénero: Cómo Afrontarla, dictada por el P. Robert Ghal, que por ser doctor en ética sexual se vislumbra por donde va su mensaje; la tercera versará sobre El Diálogo Interreligioso, las Relaciones con el Islam, dada por el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del consejo Pontificio para el diálogo interreligioso. Al final y anunciada no como conferencia, sino como reflexión, una plática de monseñor Pierangelo Sequeri sobre matrimonio y familia. Sabiendo que es el presidente del pontificio instituto Juan Pablo II, se puede saber la naturaleza de su mensaje.
Se plantean las interrogantes: ¿los temas de la globalización, de género (visto desde lo sexual), el islam y el matrimonio y la familia (estando en contra de diversidad familiar) serán parte central de la agenda diplomática y eclesial de la Iglesia católica para los próximos años?
¿Se estará formando a los representantes papales para saber afrontar, como se titula una de las citadas conferencias, desde su trabajo eclesial y católico los temas de género, matrimonio, familia, globalización e islam? ¿Los verán como los temas a enfrentar, a derrotar? ¿Serán vistos como enemigos? ¿O en el caso de la familia y el matrimonio lo que hay que defender a ultranza?
Me parece que sí. Creo que los principales temas temidos por este sector eclesial son el género y el islam, ya que ambos avanzan muy rápido en las sociedades y porque ambos obligan a repensar y reorganizar pastoralmente lo “católico”. Esta es parte de la agenda eclesial católica, que no del papa Francisco, pero sí de los grupos instalados, la agenda de los “cardenales príncipes”, denunciados por Francisco, que quieren mantener estos temas en la agenda internacional católica y alejarse de temas como la pederastia, la corrupción en la curia, los empobrecidos y sus luchas de liberación, la vida lujosa y despilfarradora de muchos cardenales, y más temáticas polémicas.
La jerarquía eclesiástica católica luchará por sus ganancias y comodidades, manteniendo en sus bases temas fundamentalistas, retrógradas y, sobre todo, sin espíritu evangélico.