Por Alejandra Gómez Macchia

Figúrense que no me dieron cita en SEMEFO para poder entrevistar a la directora y pedir autorización de entrar a una necropsia.
Yo quería ver cómo abren (en canal) un cuerpo humano.
Yo quería y tenía que hacerlo para poder escribir sobre eso.
No es que me fascinen los muertos. Es que no quiero escribir sobre ofrendas y sobre tradiciones. No quiero ir a Atlixco a ver los tapetes de flores. No quiero.
Lo que quería era estar cerca de eso que tanto “celebramos” en estos días.
Quería ver un muerto fresco. Oler a un muerto. Ver la transformación en los colores de la piel de un muerto.
También observar el desenfado con el que los peritos y los médicos legistas manipulan los cadáveres. Saber de qué hablan mientras tasajean a alguien que apenas ayer vivía. Ver su reacción ante la muerte. Ver cómo conviven con ella.
Qué sienten en cada caso. Saber si están locos para elegir una profesión así. Preguntarles a qué le temen. Todos les temen a los muertos, aunque sean inofensivos.
Los muertos ejercen también un encanto hasta enfermizo. Hay quienes se enamoran de un cadáver.
¿Qué tiene en la cabeza un muchacho que un buen día llega a casa y dice que va a dedicarse a abrir cadáveres? ¿Cómo se relaciona con los vivos?
¿Cómo son sus novias? ¿Tiene novias o novios?
¿Qué comen? ¿Cómo ven un taco de tripa después de inspeccionar un difunto con tripas similares?
Quería ir al lugar de los hechos, pero no obtuve respuesta. Entonces lancé la moneda a Facebook y contestó un chico de nombre John, que ya era mi contacto, y me dijo que él había trabajado en SEMEFO y que a eso se dedica ahora. En realidad él estudió criminalística, enfocada al peritaje en balística. Entonces me interesé más porque me hablaría de los muertos por bala.
Me citó en el café dentro de un centro comercial. Irían él y un compañero suyo de nombre Mike.
Antes de llegar a la cita di un recorrido en su perfil de Facebook. Era importante saber si no me estaba yendo a sentar con un psicópata.
Quería echar un vistazo a sus publicaciones. ¿Pondría cosas tétricas? ¿Pegaría en su muro imágenes de zombis y muertos? ¿Puras notas rojas?
No. John parecía una persona normal de 24 años. Su muro tenía memes, fotos, comentarios de todo tipo. No había nada atípico. No era un adicto a la muerte ni un necrófilo. No parecía un loco en sus fotos.
Llegué al café y ya me estaba esperando.
Eres demasiado joven para llevar tantos muertos abiertos. ¿No estás loco?, le pregunté.
John Sonrió y nos fuimos a la mesa. Supo entonces que la loca y la morbosa y la extraña era yo. ¿Por qué iba a estar interesada en su tema?
De entrada se dio cuenta que mi lenguaje no era el lenguaje acartonado de una señora reportera que va, a fuerza, a cumplir con una entrevista por encargo. Lo mío era casual. Puro morbo y algo de interés en sacar una nota atractiva y diferente.
Llegó Mike, de traje. Mike es un poco mayor que John. Habla más, se desenvuelve con menos timidez.
Empezó la conversación:
Yo: No voy a tomar notas. Lo que quede en mi cabeza es lo importante. Lo que más llame mi atención. Esto es informal. Contéstenme lo que quieran y lo que no, pues no. A veces soy ruda en mis preguntas. No se saquen de onda y sean claros. No me asusto de nada. ¿Están locos para haber elegido esta profesión?
John: No. O no sé. No creo. Es algo que alguien debe hacer.
Mike: A lo mejor estamos locos, pero en otro aspecto. Nosotros somos criminólogos, pero tenemos que entrar desde las prácticas a las planchas donde se hacen las necropsias.
Yo: ¿Desde niños les gustaban los muertos, es decir, vieron que los muertos no hacían nada más que estar muertos y por eso no les temían?
John: Yo estudié antes otra carrera, pero no me gustó. Entré a criminalística porque una amiga estaba en eso y me llamó la atención, y una vez dentro me gustó.
Mike: No es que nos encanten los muertos. En mi caso, me apasiona este tema porque hubo un asesinato en mi familia, alguien a quien quería, y me clavé. Quería saber qué hay en la mente de un asesino y cómo opera. Lo de los muertos es accesorio.
Yo: ¿Tienen novias o parejas? ¿Cómo llegan con una chava y le dicen: ¡hola, vengo de abrir un cadáver! ¿Quieres ir al cine?
Mike: Por lo general los que estamos en eso andamos con gente que hace lo mismo.
John: Aunque también hay chavas a las que les interesa lo que hacemos. Le contamos eso, lo de la SEMEFO, y siempre es un tema que da para mucha conversación. La gente es curiosa.
Yo: Les ha llegado a gustar una muerta. Que digan, ¡huy! si estuviera viva… O en sus mentes retorcidas, de ver tantas, ¿no llegan a sentir deseo por ellas o ellos?
Mike: No, no. Ja… pues igual sí dices “qué guapa era”. Y es penoso que sea un cadáver, pero ya ver con deseo, pues no.
Yo: Bueno, pero sí saben que hay necrófilos. Hombres o mujeres que les gusta tentar a los muertos o… hacerles cosas. He leído casos de locos que se llevan a los muertos y se duermen con ellos, les hacen el amor y cosas así.
John: Sí, pero yo creo que eso se da más en las funerarias. En donde los arreglan.
Mike: En SEMEFO es difícil porque están muy poco tiempo los cuerpos. Se trabaja rápido en ellos. En las funerarias sí pueden pasar toda una noche. Yo no conozco ni he oído casos cercanos de necrofilia, pero supongo que es ahí donde se da más. En el forense es complicado. Tenemos varias planchas y estamos siempre juntos trabajando. Se hace la chamba rápido.
Yo: Llega el muerto, lo abren (así como en canal) sacan los órganos para examinarlos… ¿qué sienten? Es una suerte de carnicería.
John: Pues se oye feo, pero sí. Así es. Cortas y cuesta trabajo, hay que hacerlo entre varios. Sacas órganos, los manipulas… luego regresas las partes y cierras.
Yo: Pero espera: supongo que meter los órganos es un tema aparte. No entran igual, en la misma posición. Al manipularlos se hinchan, supongo. O sea que tratan de volverlos a su posición, pero si no, pues los atiborran. Obvio no ponen el corazón en la panza ni los intestinos en el cuello. Pero a lo que voy es que es difícil cerrarlos.
Mike: Es como cuando haces la tumba. Cuando la cierras queda un chipote de tierra, no queda liso. Es igual. Pero tratamos de poner lo órganos en su lugar.
Yo: ¿A qué huele la muerte?
Mike: Depende cuando tiempo lleve de muerto. Los que llegan rápido no huelen mal aunque la descomposición es rápida. Esos huelen como a carne, sí, de carnicería. Los que llevan más tiempo sí tienen un olor muy fuerte.
John: A pesar de las máscaras, llega a penetrar el olor. Te vas oliendo a muerto.
Yo: Salen de la necropsia y van oliendo, literal, a muerto, aunque se laven.
Mike: Hay veces que se te queda por días el olor impregnado. O al menos eso crees tú.
Yo: ¿Y cómo van con la novia así de hediondos? Debe ser penoso.
Mike: es complicado.
Yo: Pero en sí, cómo definirían el olor a la muerte. No al muerto. Si no a la muerte. ¿A qué huele su oficio?
Mike: es parecido a los floreros que están en las tumbas. A esa agua apestosa y estancada. A eso huele. A podredumbre.
Yo: ¿Se han vomitado mientras hacen una necropsia?
John: Hay quienes hasta se desmayan. Tanto del olor como de lo que ven.
Mike: hace poco llegó una cabeza. Ten en cuenta que, a veces, llegan los cuerpos en partes y hay que analizarlos para saber qué pasó y quién era el difunto. Llegó una cabeza que estaba estancada en una tubería, la sacamos de la bolsa y al intentar abrirla se deshizo en las manos. Una baba verdosa y muy viscosa (y pestilente) nos cayó en los zapatos. El suelo quedó salpicado de aquello que le salía. Muy desagradable.
Yo: ¿Y saliendo qué comiste?
Mike: pues esa es una de las pocas veces que no pude con lo que comía. Se me ocurrió comer tacos de canasta y fue terrible. Tenía la sensación de los sesos putrefactos en mi garganta.
Yo: Hay muertos mas densos que otros, supongo. Que tienen una vibra pesada, tal vez. Que dices: “esta persona era mala. Se siente”.
John: Sí. Sobre todo los que llegan muy muy violentados. En ellos se siente esa mala vibra. La saña con la que los matan habla mucho de lo que fueron en vida. Y sí, se sienten densos. El cuarto de siente denso en general.
Mike: sobre todo ahora con tanto narco, tanta venganza. El crimen organizado se huele. Ese también tiene un olor: el olor de la maldad, que no sólo se ve, se siente en todo el cuerpo.
Yo: ¿Y muertos bellos?
Mike y John: Los niños.
Yo: Debe ser muy duro abrir a un niño.
Mike: Terrible. No los quisieras tocar. Se siente paz en ellos, siempre. No hay un niño muerto con carga negativa. Es muy triste, pero se tiene que hacer el trabajo.
Yo: Pero no todos los muertos que llegan muy violentados fueron malas personas. ¿Qué me dicen de los crímenes de odio? Por ejemplo, un muchacho transgénero que llega apuñalado. Por lo general los matan con mucha saña.
Mike: Tienes razón. Pero los casos en los que más violentados llegan, resulta que son otros trans los que los matan. Son muy pasionales. Los gays y los trans se matan entre ellos con mucho odio.
John: Por lo general llegan castrados y con la cara deshecha.
Yo: Los crímenes pasionales, supongo, se reconocen porque son recurrentes con armas blancas…
Mike: Sí, los crímenes pasionales, y los que dices (de odio de género) casi siempre se ejecutan con puñal o pica hielo. Con cuchillo. Las armas de fuego son otro tema.
John: Los de arma de fuego son por delincuencia, casi siempre. También riñas de pueblo. Esas con escopeta.
Yo: Los amantes mueren con el filo de la daga…
Mike: Las mujeres adúlteras casi siempre mueren por arma blanca.
Yo: ¿Pueden dormir después de hacer varias necropsias? ¿Cuántas pueden hacer en un día?
Mike: Hasta cinco en un turno. Y sí, duermes normal. Te acostumbras.
John: Aunque a los forenses sí les dan sus buenas vacaciones. Como que los dejan descansar un tiempo, unos meses. Supongo que para no enloquecer.
Yo: ¿Los ha asustado un muerto? Es decir, que sientan que se mueve.
Mike: Los muertos se mueven muy seguido. Cuando tocas ciertos puntos, se mueven. Mueven el brazo, incluso hasta se levantan. Las primeras veces es aterrador y hay quien de plano ya no regresa.
John: Un vez, una compañera estaba bien metida vaciando el cuerpo, de pronto no sé qué nervio tocó y el muerto alzó la mano y le agarró un seno.
Yo: O sea, muerto muerto, pero nada pendejo.
Mike: Los que más se mueven son los que llevan ya tiempo muertos. Se puede pensar lo contrario, pero al estar más rígidos, tocas un nervio y esa es la reacción.
Yo: Supongo que hay bromistas. Que en las prácticas hay novatadas…
John: Sí. Aunque es un asunto de mucha seriedad y cuidado, no falta el que hace la broma para que se mueva el muerto.
Yo: ¿Le harían la necropsia a un familiar?
John: No.
Mike: Tampoco. Sí hemos entrado a necropsias de gente que conocemos, pero ninguna de alguien tan cercano.
Yo: ¿De niños les gustaban los juegos de video violentos? Ver sangre, matar, ver morir.
John: Sí.
Mike: Sí, aunque no era lo único divertido y no era por ver la muerte.
Yo: Los cuerpos que llegan con balazos deben tener, en el lugar del impacto, colores interesantes, antes de amoratarse.
Mike: Es como un cristal roto. Así, nada más que con color. La sangre, al ya no oxigenarse, pierde la presión. Ya no hay coagulación, así que no sale hecha chisquete. Cuando lo limpias, el impacto lleva alrededor una figura. Como soles rojizos.
Yo: Entonces sí existe belleza en la muerte.
John: Tiene sus colores.
Yo: Ustedes que saben todo lo que pasa ahí dentro, todo lo que les hacen a los cuerpos, saben que en determinado momento van a estar en ese lugar… En la plancha, abiertos de tajo, en canal, como reses…
Mike: Lo sabemos, y por eso siempre salimos arreglados de casa. Uno nunca sabe si la próxima parada sea la morgue.

Suena mi teléfono. Tengo que despedirme de Mike y John.
Tengo muchas más preguntas y también curiosidad de ir a la morgue. Quiero ver lo que ellos han visto. Quiero poner en otras palabras lo que pasa ahí.
Ellos, John y Mike, parecen cuerdos. Parece que son felices cerca de la muerte. Llevan una vida tan normal que al hablar de excrecencias y materias viscosas toman sus respectivos capuchinos frapé llenos de crema.
Yo tomo un té de fresa. Un té color sanguina.
La muerte es, al final, algo que ronda hasta en las cafeterías.

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