La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
En los últimos días el caso privado de una familia ajena a los reflectores de la política ha sido el tema recurrente de la siempre veleidosa e intransigente opinión pública.
¿Qué ocurrió?
Una pareja estable se volvió inestable e inició su propio coctel Molotov al hacer públicos sus estados de ánimo.
Ella y sus amigas buscaron exhibir al ex marido.
Lo lograron.
En pocos días fue bautizado con un mote violento debido a un video —juran que editado— en el que aparece soltando golpes de karate.
Una niña surgió en medio de esta guerra.
Ella, hija del desavenido matrimonio, quedó a la mitad del foro.
La ex esposa obtuvo como victoria irreversible quedarse con la patria potestad de la menor.
El marido —víctima de escarnio cotidiano en las redes sociales— terminó obteniendo un beneficio de manos de un juez: recogería a su hija de la escuela los martes, jueves y viernes.
Este sábado empezó la cacería del lobo gris en las redes sociales y hasta fue emitida la alerta Amber.
Todo tipo de voces se fueron encima del ex esposo: lo crucificaron, lo exhibieron, lo vilipendiaron.
Voces solidarias con la madre explicaban públicamente los motivos de la alerta.
No hacen falta jueces en las redes: jueces son los que sobran.
Jueces airados, ofendidos, exaltados.
Jueces con látigos de fuego y cuchillos cebolleros.
Quienes han tomado el caso en sus manos olvidan que en medio de esta historia hay una niña.
Una niña, marcada ya, por el escándalo.
Esa niña, faltaba más, volverá un día a la escuela y tendrá que enfrentar el escarnio de sus compañeros.
(A esa edad el bullying surge a la menor provocación).
No sé quién tiene la razón en esta historia.
Ignoro de qué lado está la causa justa.
Lo que sí sé es que decenas y decenas en las redes sociales ya hicieron lo suyo: un daño
irreversible en la más inocente y pequeña de los protagonistas.
El reportero Ozair Viveros comentó en Facebook que el escándalo seguramente tiene que ver con un síndrome: el de alienación parental.
¿En que consiste?
“En un conjunto de síntomas, que se produce en los hijos, cuando un progenitor, mediante distintas estrategias, transforma la conciencia de los niños con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor”.
¿La menor afectada hasta el exceso se merece el espectáculo que nos tiene tan entretenidos?
¿Qué más sigue?
¿Un drama mayor que nos haga levantar las cejas y escupir “te lo dije”?