En 2011, el escultor Bernardo Luis López se reunió con el hoy presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en Nueva York, donde le entregó un busto que había hecho en bronce

Texto y foto: El Universal

En aquel año, 2011, Donald Trump recibió a ese trio de mexicanos con amabilidad y soltura. En la Trump Tower el escultor poblano Bernardo Luis López Artasanchez, su esposa y su primo tenían enfrente al magnate inmobiliario.

El ahora presidente electo de Estados Unidos les pidió se sentaran en tres sillas colocadas dos metros de distancia de su escritorio y se dirigió en inglés a la mujer: “tú eres la bella esposa”. Luego preguntó: ¿de dónde eres? Ella, tímidamente, respondió: México.

“Ah entiendo porque eres bella, Ximena Navarrete es de México y es nuestra Miss Universo”, soltó Trump. La reunión del estadounidense con el escultor era para un asunto muy simple: recibir su busto en bronce para colocarlo en sus oficinas que pagó al mexicano.

Era el piso 26 de la emblemática torre. Había una importante cantidad de cuadros perfectamente ordenados unos arriba de otros y el empresario les confesó que era la habitación de sus afectos y que ahí guardaba el reflejo de sus más grandes tesoros, entre ellos las fotos de sus hijos y nietos.

Mostró imágenes de John John Kenedy Jr. y los zapatos autografiados de Saquille O’Neil, un casco de los Jets y un balón con dedicatoria de Roger Staubach, mítico quarter back de los Vaqueros de Dallas.

Habían recomendado a Bernardo Luis que no saludara de mano a Trump y que se olvidara por completo de los “mexican abrazo” ya que al empresario le gustaba el protocolo japonés donde el contacto físico es prácticamente nulo.

Finalmente Donald Trump fijó la mirada en el artista: “entonces tú eres el genio’’, le dijo con un vaso de agua en las manos. Inmediatamente comenzó a hablar de finanzas y política; se quejó de los rescates financieros a empresas que el gobierno hizo con el dinero –decía– de todos los estadounidenses.

Siempre en inglés, a los tres mexicanos les preguntó cómo veían la posibilidad de ser candidato presidencial. Sus invitados dijeron que era “buena idea”. Y entonces se puso de pie con sus casi dos metros de altura.

Pasaron a la mesa de juntas y pidió a Thuy Colaico, su asistente personal, que ingresara para ver la escultura que habían hecho de su rostro. El primer gesto de Trump fue de aceptación, pero volteó a ver a su empleado y éste afirmó: “it is you Mr. Trump”.

Donald preguntó a los mexicanos si querían tomarse una fotografía con él. Todos accedieron y una Nikon D 80 plasmó aquel episodio en 22 imágenes. Siempre fue amable al posar sentado junto a su retrato en bronce y con esos tres latinos que divisaban un cartel en el piso con la fotografía de Donald y la leyenda: Trump for President, leadership 2012.

De forma cortés se despidió de mano de los caballeros y a la mujer la besó en la mejilla de forma respetuosa. Le dio una palmada en la espalda al escultor y salió por una puerta lateral.

Un par de meses después, a través de Thuy, pidió las fotografías que se habían tomado juntos y para sorpresa del artista las devolvió autografiadas junto con una carta donde reconocía la calidad el trabajo plasmado en el busto.

“Trump no es tan malo como parece, simplemente se protege con esa imagen”, considera a la distancia Bernardo Luis López Artasánchez

Todo había iniciado en octubre del año 2010, cuando un primo del artista le invitó a un concierto de Roger Waters en el Madison Square Garden, donde pudo ver a una persona de abundante cabellera y gran estatura que parecía ser Donald Trump, el mismo sujeto que su madre veía constantemente en las revistas de sociales.

En una especie de intermedio, en un pequeño bar entre 30 personas destacaba Donald J. Trump. Se acercó al magnate, se saludaron amablemente y le preguntó a qué se dedicaba.

-Soy escultor, dijo el mexicano.

-¿Eres bueno?

-A las pruebas me remito, reviró con el clásico refrán mexicano.

-Si algo me gusta de tu obra la voy a comprar, se comprometió Trump.

A las pocas horas, el artista compró plastilina y en el hotel donde se hospedaba realizó un primer boceto del busto de Donald Trump con sus recuerdos. A principios de noviembre ya en México realizó un nuevo boceto en la calidez que brinda la soledad del taller.

Y la obra en resina la envío a Estados Unidos a la Trump Tower con una carta relatando su primer encuentro. El asistente personal de Donald Trump llamó telefónicamente y explicó que al magnate había gustado mucho la obra del mexicano y que la iba a comprar.

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