La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Las encuestas electorales sirven para limpiar los vidrios de la cocina.
En Puebla, por ejemplo, todos los sesudos encuestadores se equivocaron cuando vaticinaron la derrota de Rafael Moreno Valle en 2010.
Una y otra vez, con mexicana alegría, vaticinaron que ganaría —por más de doce puntos— Javier López Zavala.
Cuando Moreno Valle arrasó a los marinistas doblados de políticos y vaticinadores, todos se justificaron.
Unos dijeron que Mario Marín había negociado la elección.
Otros dijeron que Moreno Valle había cometido fraude electoral.
Ninguno, por cierto, aceptó que su vaticinio había fallado.
Dije vaticinio.
Y es que los encuestadores marinistas —ya no lo son pero lo fueron— se mueven más por corazonadas que por estudios demoscópicos reales.
Vaticinar es para ellos una forma de apuesta.
En 2013, los vaticinadores juraron que Enrique Agüera le ganaría a Tony Gali.
Antes de la elección hicieron dos cosas: encendieron sus veladoras y publicaron sus encuestas.
Se volvieron a equivocar franca y rotundamente.
Argumentaron —ya se sabe— mano negra en la elección y todas esas lindezas que sacan cuando se ven perdidos.
Lo mismo les pasó en 2016.
No dan una.
Lo mejor que hizo Donald Trump fue desenmascarar y ridiculizar a esos farsantes.
Al día siguiente de la elección estadounidense, Carlos Loret de Mola hizo una de las entrevistas más crueles que le he visto.
Llevó a su estudio a un descompuesto Roy Campos, director de Mitofsky.
Luego de que lo acorralaron y de que le escupieron que todos los encuestadores habían errado, Roy Campos balbuceó y se tiró al mar de las suposiciones.
(Eso es lo que hacen estos perdedores en circunstancias similares).
Entonces habló de los encuestadores como pronosticadores.
(Los que pronostican el clima también son pronosticadores).
Ellos —dijo Roy Campos— fueron los que se equivocaron.
Ahí estaba —despatarrado, pálido, sudoroso— el encuestador favorito de Televisa sometido a metralla.
(Me recordó a Ciro Gómez Leyva tirando a la basura sus encuestas de 2012 ante las cámaras de Milenio TV).
Hoy que las encuestas rumbo a 2018 abundan por todos lados llegué a una conclusión:
Nunca me han encuestado ni por teléfono ni personalmente.
No conozco a nadie que haya sido encuestado (ni por teléfono ni personalmente).
No he sabido de alguien que haya sido encuestado (ni por teléfono ni personalmente).
Estoy casi convencido de que las encuestas se elaboran en las computadoras de los encuestadores y que de ahí salen al público con una sofisticada metodología.
Fallaron contra Moreno Valle, fallaron contra Tony Gali, fallaron en el Brexit, fallaron en las elecciones españolas, fallaron en Colombia, fallaron con Trump...
¿Qué sigue?
¿Qué otros procesos terminarán cuchareando?
¡Ayúdanos, Doctora Corazón!