Para animar a Mariano, Sofía busca a Pío Carreño para que acuda a conocerlo, pero éste pone una condición: que ella vaya por él a su casa
Por Alejandra Gómez Macchia
— … ¿A dónde quieres que vaya?
—Apunta la dirección: Cerrada de la Esperanza #312 (a tres calles del metro Coyoacán).
—¿Y quién se supone que vive a ahí? Perdón, ¿me perdí de algo?
—Más o menos. Estoy “cuidando” a mi amigo Mariano. Lo operaron hace unos días y me pidió que lo acompañara.
—Hace meses te dije que ibas a terminar cuidando viejitos y no me creíste. Te burlaste. Te ofendiste. Mírate ahora; lo estás haciendo y seguramente gratis, ¡tonta! Aunque todo puede solucionarse, si quieres… En base a esta experiencia podemos poner nuestra casa de reposo.
—O más bien un moridero. Mariano está en un plan tremendo. No quiere tomar su medicina, volvió a beber y me pidió que estuviera con él hasta matarlo.
—Te digo que eres la persona ideal para esos fines. Tienes atole en las venas. ¿Ya te lo tiraste?
—Ahí vas… ¿cómo quieres que me acueste con él si está en plena convalecencia.
—Pues dices que anda desatado. Uno puede estar muy enfermo, pero créeme, el coño siempre es un gran paliativo. ¡Un bálsamo reparador!
—Qué imbécil eres, pero así te quiero. Entonces qué, ¿vienes?
—¿Qué va a haber? Yo quisiera verte a solas, no con tu amigo. ¿Qué plan tienen? Hagamos un trío, mínimo.
—Ese ya lo tuvimos ayer.
—Cabrona… ¿y por qué no avisas? ¿A qué otros hombres les das las mieles que a mi me niegas?
—Vinieron unas güeras a casa de Mariano. A la gringa la despaché por insufrible. La checa fue toda una revelación.
—Hummm. O sea que te echaste a la checa, ¡maldita! ¿Y el tal Mariano qué hizo?
—Ver. Estaba más borracho que una cuba.
—Qué güey. Yo no me perdería por nada del mundo la oportunidad de solazarme entre las turgencias de dos mujeres. Discúlpame, pero menos si había una checa en el programa.
—Mariano está enfermo, ¿no lo entiendes? Pero bueno, ¿a qué hora llegas?
—Voy, pero con una condición.
—Ya sabía que saldrías con una tontería por el estilo. ¿Cuál condición?
—Que pases por mí a la casa.
—¿Para qué? Te queda más cerca venirte en metro. Sal del trabajo y vente para acá.
—Si no, no hay trato.
—Pero no me bajo. Sólo te mando mensaje y bajas.
—No. Te bajas tú.
—Argh. ¿Por qué haces esto, Carreño?
—Porque no voy a estar a tu contentillo. Nunca te has dignado en apersonarte y ahora quieres que yo me movilice para, de paso, estar contigo con chambelán.
—Espérate: no vas a “estar conmigo”. Vamos a echar un trago los tres. Platicar, no sé. De verdad que creo que Mariano te caerá de maravilla.
—No lo dudo, pero a Mariano no lo deseo. ¿Entonces? No tengas miedo, ¿qué te puedo hacer si soy un vejete semidisfuncional?
—Está bien. Tú ganas. Voy por ti a las 6. Dame la dirección de tu casa. Sólo una cosa: si te pasas de listo, ¡te corto los huevos!
(Continuará)