La idea de superioridad de los blancos en EU es histórica, pero se había dormido unos años, hasta la llegada del republicano

 

Por Mario Galeana

En el país con mayor cantidad de migrantes en todo el mundo y, por tanto, con mayor interculturalidad, Donald Trump destapó lo que, por un tiempo, quedó sumido entre lo “políticamente correcto”: el racismo.

Pero, por encima de las ruidosas declaraciones del próximo presidente de Estados Unidos, las agresiones por distinción de raza, género, color de piel o creencias religiosas, el sistema está plagado de un racismo silencioso: el racismo institucional, afirma la académica de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la BUAP, Elizabeth Joy Quintana.

“Todo estuvo enterrado, pero muy vivo. De pronto, Donald Trump quitó la tapa y es como si esos sentimientos racistas se respiraran nuevamente. Pero hay, por encima de estas muestras de agresión, un racismo que no se ve y que la gente migrante e inmigrante ha experimentado: el racismo institucional. En ese no queda evidencia. No puedes decir ‘me agredió’ o ‘me hizo daño’”, explica la profesora en Comunicación para el Desarrollo.

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Joy Quintana nació en Fort Wayne, Indiana, una ciudad con unos 250 mil habitantes, pero donde se hablan por lo menos 60 idiomas. La interculturalidad de aquella región, donde radican personas de México, Centroamérica, Sudamérica, Sudán, Afganistán, Bosnia y Vietnam, no ha impedido el conservadurismo y, en cierto punto, la sensación de la supremacía blanca.

A principios del  2001, la académica fungió como colaboradora en un centro de protección de inmigrantes en aquella ciudad, donde conoció a su esposo, de origen mexicano. Y ella, siendo ciudadana estadunidense, chocó de frente con aquel silencioso racismo institucional, pero posiblemente igual de perjudicial que las declaraciones de Trump.

“El sistema no funciona igual para todos y él no pudo obtener la nacionalidad. Cuando volvimos a México, por una ley vigente en aquel entonces, a mi esposo se le restringió el acceso al país por 10 años”, narra.

Joy Quintana explica que Trump y su discurso lograron conectar con gente de las comundiades rurales de Estados Unidos que regularmente no participaba en ningún proceso electoral porque, incluso dentro del país más poderoso del mundo, ha existido marginación a estos sectores, lo que ha polarizado a la población.

“A estas personas no las ha favorecido el sistema económico. Aunque se sigue privilegiando a los blancos a través de un sistema racista institucional, ellos han tenido un impacto de marginación y el sistema ha generado una especie de dicotomía en su pensamiento: ‘O nos apoyan a nosotros, los blancos; o los apoyan a ellos, a los migrantes”.

—¿Cómo es posible el racismo en una nación tan intercultural como Estados Unidos?—se le pregunta.

—Porque está en nuestra historia. Los europeos llegaron y asesinaron gente indígena. A eso se suma un sistema de supremacía blanca disperso en todo el mundo. No es algo nuevo, ha ocurrido a lo largo de la historia. En 1882, el país implementó una política denominada Chinese Exclusion Act, que consistía en expulsar a cientos de chinos que habían sido traídos para crear el sistema de ferrocarriles de EU.

—¿Es posible la expulsión masiva que anunció Donald Trump?

—No, es imposible. Dijo que deportaría a decenas de millones en dos años, lo que equivaldría a repatriar a unas 15 mil personas al día. No existe la infraestructura ni el presupuesto para eso. Por otra parte, en el país hay muchísimas familias mixtas. Separar a los hijos de sus padres migrantes sería irracional, inhumano.

En manifestaciones exigen acabar con el discurso de odio. / NOTIMEX
En manifestaciones exigen acabar con el discurso de odio. / NOTIMEX

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