Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
Ayer —de madrugada, como le gusta—, el presidente electo Donald Trump amenazó, vía Twitter, a las empresas de su país que quieran producir en el extranjero y vender en Estados Unidos. Éstas tendrán que enfrentarse, sentenció, a un impuesto de 35 por ciento.
“Están advertidas”, les dijo, “antes de que cometan un error que les podría salir caro”.
Trump lleva días enviando un mensaje de garrote y zanahoria a ese tipo de compañías, tratando de cumplir una promesa de campaña de hacer volver los trabajos manufactureros que salieron de Estados Unidos buscando mayores ventajas económicas.
Más allá de que dicha postura va contra toda lógica —algunos analistas predicen que ahora cientos de empresas chantajearán a Trump, pidiendo las exenciones fiscales que prometió a Carrier a cambio de no instalarse en México—, está claro que el Presidente electo tiene todas las intenciones de sacar adelante la visión proteccionista que proyectó en campaña y que incluye renegociar el TLCAN.
Esa obsesión de culpar a México y otras naciones de los males que aquejan a Estados Unidos ha creado una gran paradoja en el contexto internacional: el país faro de la democracia y la apertura ve aparecer el espectro del autoritarismo por parte del próximo ocupante de la Casa Blanca e impulsa el cierre de sus fronteras, al tiempo que otra potencia mundial, que no se rige por un sistema de partidos, irrumpe en la escena como defensor del libre comercio y la globalización.
Me estoy refiriendo a China, cuyo embajador en México, Qiu Xiaoqi, dijo que el gigante asiático está listo para acercarse más a México ante el escenario mundial que se prevé a partir de enero.
“China es uno de los promotores más importantes del libre comercio”, aseveró el sábado Qiu.
“Somos socios estratégicos de mucha importancia y estamos dispuestos a aumentar los esfuerzos, junto con la parte mexicana, para inyectar nueva energía en el desarrollo de estas relaciones”, afirmó el embajador.
Es la segunda vez que Pekín intenta estrechar la relación con México en este sexenio.
Recordemos que ambos países tuvieron visitas de Estado recíprocas en 2013 y 2014 y que China ofreció inversiones importantes en México, a tasas preferenciales, antes de que algo —todavía no explicado a profundidad— reventara el acercamiento.
El signo más importante de la molestia que provocó el estrechamiento de las relaciones sinomexicanas —quiero pensar que Estados Unidos no quería ver a China en su “patio trasero”— fue la cancelación del proyecto de tren de alta velocidad a Querétaro, hace dos años.
La decisión gubernamental, dijo entonces la SCT, tenía la finalidad de dar un tiempo más amplio y propiciar la participación de un mayor número de fabricantes de trenes en el proyecto, cuya licitación había sido ganada por un consorcio encabezado por la China Railway Corporation.
La elección de Donald Trump —quien el sábado celebró, otra vez en Twitter, la llamada de felicitación que recibió de la presidenta de Taiwán, archienemigo de China— ofrece a Pekín una nueva oportunidad de acercarse a México.
La pregunta es si México aguantará esta vez la presión de Washington. Quizá en esta ocasión, dadas las amenazas de Trump, haya menos que perder.
BUSCAPIÉS
*“Cuidado con las promesas de Trump: ofrece la Tierra pero, a la mera hora, entrega un puñado de polvo”, me dijo el viernes en la radio David Milne, un residente de la localidad escocesa de Balmedie, donde el empresario construyó un campo de golf en 2007, prometiendo miles de empleos. Actualmente tiene menos de cien trabajadores en su complejo, el cual bardeó para que sus vecinos, entre ellos Milne, no le “ensuciaran” la vista. Para colmo, les mandó la cuenta del muro (dos mil 800 libras esterlinas), tal como pretende hacer con México.
*Tremendo éxito, otra vez, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. No sólo se abarrotó el cupo en las diferentes conferencias sino que, a simple vista, se impusieron marcas en asistencia y venta de ejemplares. ¿Que los mexicanos no leen? Dense una vuelta el año entrante por la capital jalisciense, donde —al menos en la FIL— no se sintió la crisis de la que hablan algunos.
