Artesanas de Amozoc relatan cómo deben enfrentarse a los caprichos del clima y a la competencia desleal que implican piezas elaboradas en países como China

Por: Guadalupe Juárez

Los días nublados no sirven. Los días tienen que ser “bonitos y soleados”, nos dicen las hermanas Lezama.

Detrás de ellas hay miles de figuras de yeso de distintas formas y tamaños. Desde un pato de apenas un centímetro hasta una virgen de casi un metro de altura, cada una llenas con detalles hechos a mano. Productos de un día sin lluvia, o mejor dicho de casi un año de días “bonitos y soleados”.

Dulce Lezama abre la puerta de su taller ubicado en la calle 4 Sur y la carretera federal Puebla-Tehuacán, uno de los pocos que quedan en el municipio tras la llegada de piezas chinas que abarcaron las tiendas de artesanías desplazando las figurillas locales, que distinguían a esta localidad como una de las principales en la elaboración de nacimientos, los cuales incluso competían con los de Tepeaca.

Las manos de Dulce tienen rastros de yeso. No puede perder más tiempo, porque sólo tiene esta semana para terminar Reyes Magos, niños Dios, varios José y María que formarán nacimientos, los cuales espera, esta vez, se acaben durante esta temporada navideña.

La acompañan su hermana Felícitas y su hija, Dulce, una pequeña niña de cuatro años. Sólo ellas se encargan de elaborar las artesanías que llenan los estantes. Para lograrlo, necesitan trabajar por un año entero, en ocasiones no dormir y siempre esperar que no llueva, para que el yeso, su materia prima, pueda secarse como se debe para después pulir las piezas y luego pintarlas.

Es así como han logrado no sólo sostener a su familia, sino mantener el oficio que le enseñaron sus abuelos cuando apenas eran una niñas, aunque no ha sido fácil, confiesan.

De casa. Las obras religiosas son fundamentales en su trabajo.
De casa. Las obras religiosas son fundamentales en su trabajo.

Intermediarios y piezas chinas afectan a artesanos

Aunque durante un año invierten recursos para elaborar nacimientos, santos, vírgenes y recuerdos de bautizo, hay compradores que no están dispuestos a pagar su esfuerzo, la creatividad y el pulso que utilizan en cada una de las líneas de pintura que cubren el blanco del yeso.

“Nosotras lavamos ropa ajena o nos vamos de sirvientas para sacar para la pintura y el material. Para hacer las piezas, hay que trabajar todo el año para tener qué vender estos días, pero los que llegan a comprarnos nos regatean, no quieren pagar nuestro trabajo, pero ellos los venden después más caros”, relata la artesana.

“Eso ocasiona que ya la gente no quiera hacer piezas, prefiere comprar chinas y sólo vender o comprarnos barato para revenderlos a precios más altos. Por eso somos menos talleres”, lamenta Dulce.

Más allá de preparar los moldes que utilizarán, la mezcla de yeso y las pinturas con las que darán color a las piezas, Felicitas expone que en su oficio, al que ama, corre riesgos. La salud de las dos mujeres está en juego siempre que se ponen en contacto con el thinner y las pinturas o el manejo del barro, otro de los materiales que utilizan.

La pérdida de la vista y reumas en sus manos y piernas representan un peligro permanente, el cual no les importa correr.

Hace cinco años, las hermanas Lezama lograban vender diez piezas; hoy sólo comercializan,  en promedio, dos figuras cada día.
Hace cinco años, las hermanas Lezama lograban vender diez piezas; hoy sólo comercializan,
en promedio, dos figuras cada día.

Las hermanas Lezama aseguran que si los niños en este municipio siguieran sus pasos, tal vez no habría delincuentes en la zona.

“Ocupas tu mente en esto, que no tienes tiempo para pensar en hacer algo malo. Es lo que necesitan los jóvenes”, se aventuran a decir, mientras aseguran que la pequeña Dulce en unos años les ayudará a continuar con el oficio.

Apenas han pasado 15 minutos de la conversación y ya entraron cuatro clientes. Las mujeres se apresuran a atenderlos, este año las ventas no son las mismas a comparación de tiempo atrás. Prueba de ello, las dos estatuillas de vírgenes que ya no serán utilizadas el 12 de diciembre y que esperarán hasta un año, para que quizás, alguien las compre el próximo.

Por eso no pueden darse el lujo de perder a los interesados que acaban de ingresar y que se sorprende por los precios de las artesanías elaboradas con base de yeso.

De 10 piezas que hace cinco años vendían, ahora sólo logran vender dos. Es decir, sus ingresos disminuyeron 80 por ciento. A esto se suma que para las hermanas Lezama este 2016 tuvo más días nublados, de esos que para hacer piezas con yeso, no sirven.

“Hay que trabajar duro y macizo. Cada una de las piezas que ven, tienen nuestras vidas. Les pone uno toda su vida. Se las llevan en ellas”, asegura Dulce, quien pide valoren su trabajo y paguen por él su valor real, sin intermediarios. Que pide más días bonitos, más soleados.

Labor. Su trabajo es minucioso.
Labor. Su trabajo es minucioso.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *