Figuraciones Mías

Por Neftalí Coria

Amigos pocos, y los pocos se reconocen en los instantes de esa alegría que sólo en la amistad puede vivirse. Los que no lo fueron también se reconocen, aunque muchas veces no se quiera aceptar. Los amigos de verdad en la vida, serán pocos y punto.

Hace poco conocí a Salvatore Ritrovato, italiano, poeta, inteligente hombre de letras con quien desde el primer momento, pudo resplandecer el rayo de luz que sólo en la amistad puede verse. Hablamos de poesía, de los poetas italianos que nos importaban de verdad y de los pocos mexicanos que él conocía ¿Por qué será que nosotros conocemos mucho más a los europeos, que los europeos a nosotros? Discutimos sobre el asunto y concluíamos en los aspectos colonialistas que para el caso existen en la sangre de la historia y la adoración por el primermundismo que vivimos los mexicanos. Nosotros tenemos por costumbre, no difundir a los nuestros por ninguna parte del mundo, porque vive en nuestras venas el innegable despojo de egoísmo que es infaltable entre los escritores. Pero no es el caso de hablar de tales siniestros. Con Salvatore, pudimos conversar durante largas horas de literatura, de nuestras preocupaciones reales ante el oficio que ambos hemos ejercido con audacia en nuestras respectivas y pequeñas ciudades donde vivimos. Un oficio que –igual que yo–, Salvatore ha cultivado con ahínco y con entrega, con la creencia que la poesía es un destino, una forma de vida, una elección de lo que se quiere para el resto de la vida misma.

Su poesía es de una materia donde la inteligencia y la claridad de memoria, campean. Una poesía que explora en las cosas cercanas y bajo su precisa lírica, las encontramos con un mayor peso del que tuvieron en la realidad. Me impresiona por ejemplo, la suavidad con la que toca en un poema el 11 de septiembre de 2001 y la manera en que lo coloca como una escena donde duele una “ciudad molida” y un hombre en un sillón cinco años más tarde. Hay un silencio en los poemas de Salvatore Ritrovato, donde cabe un momento para retroceder y mirar las cosas nombradas con el peso que en el verso, el poeta logró darles un brillo nuevo. Recuerdo un verso suyo que me parece nacido de una inteligente imaginación y agudo ingenio, pero sobre todo, es un verso nacido de la luz de la memoria. Dice: “Un día te di un beso en el jardín de Guayaquil./Pero no fue sólo un beso, era una palabra oculta/en el corazón que terminó en la boca.” El beso como palabra, la palabra como beso y la imagen en donde ambas “cosas” pueden ser lo mismo y sólo la poesía logra la semejanza, el símil y en este poema vive un beso que une a dos en el mundo “en el que tú no vives más, ha vuelto en tus pensamientos como un suave apretón.”

Pero hablaba del poeta italiano con quien tuve el gusto de haber compartido la conversación en los barecitos de la colonia Roma al lado de otros poetas de los que también me gustaría hablar y reseñar esas pláticas acompañadas de un mezcal de fuego en las deshoras de octubre en la Ciudad de Mexico; Carlos J. Aldazábal (Argentina), Xavier Oquendo (Ecuador) y Humberto Avilés (Nicaragua).

Con Salvatore Ritrovato la conversación se extendió por dos noches en la Ciudad de México y un larguísimo viaje en autobús rumbo a Aguascalientes. 34 poetas viajando juntos en un autobús y conversando animados por el gusto de conocerse y compartir la palabra. Y fueron esas largas horas en las que con mi nuevo amigo, Salvatore Ritrovato, pudimos hablar largo (cada quien en su lengua, entendiéndonos) sobre el mundo, la vida, la poesía, los autores malos de Italia, los terroríficos poetas mexicanos de los que no hay verso salvable, y por supuesto de joyas como Mario Luzi, de Pacheco, de Lizalde, de Montale y de algunos otros italianos que yo desconozco. Salvatore quería saber de novelistas mexicanos y me extrañó que en Italia no se leyera a Rulfo. El panorama de la poesía y la narrativa mexicana se reduce a Paz y a Fuentes. Coincidimos en Valerio Magrelli y estuvimos de acuerdo que su segundo libro es mucho menor que el que lo hizo famoso hasta el extremo que Octavio Paz escribiera su contraportada. Hablamos del monstruo de la fama por muchos buscada y nos reímos de aquellos que todos los días despiertan, escriben su poesía y van corriendo a llevarla a ganarse los premios y a buscar los reconocimientos antes de corregirla. Hablamos de lo alegres y desconocidos que ambos éramos en el mundo literario de nuestro respectivo país y estábamos felices de amar nuestro oficio y escribir amorosamente una obra que ha de madurar también en el silencio y en la pasión entera por la escritura. Le platiqué la historia de una de mis novelas, y nos emocionamos como dos niños… Me habló de la ciudad en la que vive, me enseñó fotos de sus hijos y de la casa en la que vive en la ciudad de Puglia, donde nació en 1967. También hablamos de nuestra infancia (tan parecidas), en fin, conversamos como dos que habrían de ser amigos para siempre y tal parece que así se ha logrado. Lo recuerdo con el corazón y hoy leo sus poemas en su lengua en voz alta y sé que es uno de esos pocos amigos grandes, y también sé que nos volveremos a encontrar. º

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