Por: Gabriel Guillermo

Buenos días estimados e inteligentes lectores.

Y Colorín Colorado, éste año se ha acabado. Se nos fue el 2016 y con él 365 días de nuestra vida.

Me queda claro que todo mundo está mandando imágenes, memes, frases motivadoras y demás cosas correspondientes al fin del año calendario y los que escriben haciendo recuentos: que si se nos fueron muchos artistas, que las elecciones en México y en USA y los cambios que eso conllevará para el próximo año, que si se acaba una era en Cuba, los ganadores y perdedores en el deporte, las metidas de pata de los políticos y el presidente durante éstos doce meses, y muchas cosas más. Así que francamente no quiero aburrirlos con un recuento más. Es más, ni siquiera tenía pensando escribir éste día pues a veces es bueno hacer una pausa en nuestras actividades para recobrar fuerzas, pero también creo que cuando tenemos algo que decir, hay que hacerlo. Si acá quieren detenerse y ocupar su valioso tiempo en otra cosa, ¡perfecto! Si quieren correr el riesgo de seguir leyéndome, ¡padrísimo! Espero no aburrirlos demasiado…

El punto que es hace unos días recibí un mensaje al celular que decía: “Un día que puedas ¿me podría tomar un café contigo? Necesito un consejo…” Y pues como no soy psicólogo de profesión y menos de hobbie claro que me despertó la curiosidad y pensé “¿Quién carajos soy yo para dar consejos? Más bien soy del perfil de gente que los necesita, ¡y en cantidad!” Pero bueno, pudo más la curiosidad y ese café tardó apenas unas horas en llevarse a cabo. Muy buena plática por supuesto, y sí hubieron algunos temas donde creo pude aportar algo. Pero les cuento esto por lo siguiente: Creo que hace un buen rato que no veía con tanta claridad - todos lo decimos, pocos lo hacemos – el buscar un punto de quiebre en nuestras aceleradas vidas y cuestionarnos si vamos por el camino correcto; intentando un ejemplo es como cuando decidimos pintar la casa en fin de año pero no nos atrevemos a limpiar el sótano por el despapaye que sabemos hay adentro…

No me refiero a nada demasiado relevante o “grave” pero sí a aquellas pequeñas cosas y paradigmas que nos impiden ser felices. ¿Cuántas veces nos ha pasado por la cabeza el “cambiar de chamba” porque “es demasiada presión” o porque “mi jefe es demasiado exigente para lo que necesito” o “no comprenden y desarrollan mis cualidades”? En ese punto les tengo una noticia: al trabajo que se cambien al cabo de unos meses tendrán las mismas interrogantes, sólo cambiando de actores.

Otra cuestión: “Tengo que cambiar de amigos, necesito rodearme de gente más afín a mí” o “No me aportan nada”. Mi comentario: ¿Has revisado si tú eres afín a ellos o si tú aportas algo a la gente que se te acerca? En la diversidad está la riqueza, al final del día que aburrido sería conversar con pura gente que piense igual a uno mismo ¿no creen?

Otra más: El “posponer” nuestra felicidad por terceros: “Es que podría tener un trabajo mejor en otra ciudad pero tengo un hijo de 4 años”, “Es que podría vender más pero acá los horarios me acomodan”, “Es que podría dar mejores resultados si no tuviera que cuidar a mi tía enferma”. El comentario: Los hijos crecen y a sus 25 años te dirán: “Oye mamá (o papá), ¿o sea que por mi culpa no eres rica? O ¿O sea que por mi culpa no volviste a casarte? ¿Cuándo yo decidí eso para ti?” Los hijos crecen y se van de la casa, es uno el que se queda con sus fantasmas del pasado. Lo mismo aplica para la tía enferma y peor aún: Para el área de confort del que nos negamos salir durante años (muchas veces nuestros mejores años) y ahí sí, ni a quién reclamarle. El cuerpo no vive de pretextos, necesita alimentarse de comida y esparcimiento.
Hay muchos más puntos que podríamos platicar pero me parece que esos tres ejemplifican bien la cuestión. Lo único que no debemos permitirnos es la inacción, es mucho mejor meter la pata por intentar hacer algo que no meterla por simplemente hacer nada. Si te equivocas en una salida de la autopista pierdes tiempo, pero al final hay un retorno que te permite regresar y retomar el camino correcto.

Hoy es ya es el día de sentarnos a escribir nuestros propósitos de año nuevo, donde por cierto casi siempre comenzamos por los que no logramos alcanzar en el presente período. Los invito a que antes de escribirlos, meditemos unos minutos si lo que vamos a “proponernos” se alinea con nuestros sueños de la infancia, visualicémonos ya como que los logramos, ¿seremos “ahora sí” felices?

Pues bien, mis muy apreciados lectores, pasivos y activos, les agradezco profundamente haberme dedicado unos minutos los viernes de éste año, me alegran cuando comentan lo escrito en éste espacio, de verdad lo valoro mucho. Espero poder seguir contando con el favor de su lectora durante el dos mil diecisiete así como con sus comentarios vía mensaje o en redes. Dios los bendiga siempre y les regale muchas alegrías por los próximos meses.

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