Por: Mario Alberto Mejía

El soldado Pierre Goncourt
(1.97 de estatura / 90 kilos de peso)
nunca conoció a su hija Nicolasa Vicente
ni a sus nietos, rubios como él.
A su paso por la Sierra Norte de Puebla,
en el México de 1862, sólo se llevó en
la memoria la imagen de la que con el tiempo
fue conocida como “La Batalla de las
Piedras” y un encuentro sexual –más parecido
a una violación– con la indígena Timotea
Vicente, madre de Nicolasa y abuela de varios
nietos rubios.
El soldado Pierre Goncourt no murió en la
Batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862,
sino en la ciudad de Ruen, Francia, capital
de la región de Alta Normandía, donde madame
Bovary vivió un apasionado romance con León
Dipuis, un mediocre poeta, antes de
suicidarse con veneno para ratas.
Rodeado de dos perros, el soldado Goncourt
recordó en el lecho de muerte a la joven
indígena que sometió en una cueva
de la Sierra Norte de Puebla y se preguntó
qué sería de ella.
Timotea Vicente nunca olvidó al gigante rubio
que la violó y embarazó cerca de
Necaxaltépetl, y siempre les habló de él a
sus nietos rubios y espigados.
En la pequeña comunidad donde viven
los herederos indígenas del soldado Goncourt
–quienes sólo hablan náhuatl y algunas
palabras en Castilla– los jóvenes rubios
fueron segregados durante muchos años.
Hoy, sus nietos mantienen ciertos rasgos
del hombre solitario que murió rodeado de dos
perros, lejos de su familia y de sus visitaciones.

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