La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

En un libro reciente escrito por el periodista Mark Singer —“El show de Trump”, editorial Debate, 2016—, el hoy presidente de Estados Unidos aparece como un empresario voraz que sólo busca una cosa: el poder brutal que da el dinero.

Ese retrato puntual de Singer sigue vigente aunque ahora metido en el costal de la presidencia del país más poderoso del mundo.

Donald Trump —el mismo que se da el lujo de injuriar en su propia toma de posesión a su esposa Melania— sigue siendo un hombre de negocios que opera desde la Casa Blanca como siempre lo ha hecho: con una desbocada ambición.

Autor de dos libros de autoayuda para ser exitoso, Trump cumple lo que aconseja: es un general testarudo que a veces dice no y que es espectacular en la estrategia.

Sus primeras apariciones como presidente lo muestran implacable.

Sabe que es el jefe y trata a sus subalternos como eso.

Su actitud de hombre bebé —diría el periodista John Carlin— lo convierte en “un llorón con un ego gigante”.

Y más:

En el Sombrerero Loco de Alicia en el País de las Maravillas.

Todo esto viene a cuento, hipócrita lector, porque el affaire Trump-Peña —convertido en una serie de sucesos desafortunados— ha mostrado el verdadero rostro de los analistas.

Uno lo llaman —textualmente— “loco”, “ridículo”, “estúpido”, abonando muy mal y con gran vulgaridad al análisis serio y a ese árbol llamado Ciencia Política.

Todos parecen estar de acuerdo en que lo que acabamos de ver es una película real, sin guion, sin montajes: una película de horror.

Un amigo con excelente información y gran capacidad de análisis —contertulio habitual en mesas nacionales y amigo de grandes empresarios y políticos de todo signo— me hizo un análisis audaz y aparentemente descabellado de lo que —en sus palabras— “ocurrió realmente”.

Lo comparto con el lector como un ejercicio de periodismo ficción que —otra vez en sus palabras— no tiene nada de ficción.

Donad John Trump (1946) se reunió con Enrique Peña Nieto (1966) y le propuso un plan salvaje.

Palabras más, palabras menos, le dijo que entre los dos podría haber un jugoso acuerdo si éste accedía a participar.

Ante la baja popularidad del presidente mexicano —y su franco desgaste sufrido por temas como La Casa Blanca, Ayotzinapa y el gasolinazo— era importante ocupar los temas del muro en la frontera con México y la renegociación del TLC para que, con la polarización que surja, Peña Nieto termine ganando ante la opinión pública y quede como un héroe que enfrenta a Trump.

En el mediano plazo, éste cedería en sus pretensiones y el proyecto del muro iría a parar al bote de la basura, lo que le daría a Peña Nieto un punch impresionante que no sólo detendría su aparatosa caída sino que lo pondría en los cuernos de la luna.

(Hasta aquí el escenario tiene algo tangible: actores políticos de todos los partidos aplaudieron la negativa del presidente de México a sostener una reunión en condiciones tan adversas como las que estamos viendo. Hasta López Obrador ya dijo que el pueblo de México está con Peña. Hay, sí, una efervescencia nacionalista inédita e impensable).

¿Qué habría pedido Trump a cambio?

Lo suyo.

Lo que le interesa.

Lo que es su tema desde hace muchos años:

Negocios.

Muchos negocios.

Y en tres rubros en particular:

Petróleo, turismo y casinos.

Por extrañas cosas del destino, el campeón de los lujosos casinos de Atlantic City no puede abrir casinos en México.

Hoy es su oportunidad de hacerlo.

En el tema turístico, nuestro personaje —un empresario hotelero desbocado— pediría manga ancha para construir de costa a costa hoteles lujosos y delirantes.

Y la inversión petrolera sería un tercer punto clave en esa agenda que suena a ficción pura.

En este sentido, y siempre con la tesis de mi amigo —gran predictor en varios temas—, Trump y Peña saldrían ganando.

(Además el muro es absolutamente inviable al decir de expertos en el tema).

Trump es un apostador nato.

Y nunca pierde.

Si el escenario se cumple, los dos terminarán ganando.

No.

Trump no está loco.

Tampoco es un estúpido.

(Por algo ha llegado hasta donde está).

Es sólo un hombre de negocios que quiere seguir haciendo dinero.

Esta historia tiene un cierre doblemente delirante:

En dos o tres semanas vendrá Trump a México para buscarle una solución razonada al conflicto.

Días después harán el anuncio que pondrá al presidente Peña en las nubes: en esas nubes a las que ya está llegando gracias a este affaire.

 

Estefan a Presupuesto

El presidente Peña Nieto ya palomeó el nombre de Jorge Estefan Chidiac para que a partir del 1 de febrero, cuando inicie el primer periodo ordinario de la Cámara de Diputados, asuma la Presidencia de la Comisión de Presupuesto.

Estefan ya fue informado de esa decisión avalada por varios personajes importantes.

Antes de esto había compartido con el hipócrita lector las siguientes líneas que ya forman parte de la duda metódica y del pasado:

Ya se fue Alfredo del Mazo Maza a ganar en el Estado de México.

(La eventual candidatura de la perdedora Josefina Vázquez Mota es una prueba que al PAN no le interesa ganar la plaza).

Ya quedó acéfala la Comisión de Presupuesto: coto del PRI en San Lázaro.

El único que puede ocupar la presidencia —por su experiencia en tres legislaturas federales— es Jorge Estefan Chidiac.

Los astros se le están acomodando.

Ya se ve el brillo de la estrella Sirius en la constelación Canis Maior.

 

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