Por Serafín Castro 

Desde que Donald Trump tomó cargo de la presidencia de los Estados Unidos, los migrantes que radican de manera ilegal en el país norteamericano han reducido sus actividades por temor a ser deportados.

Ante la incertidumbre de las políticas y decretos que el magnate ha firmado han dejado los paseos de fin de semana, las visitas a los parques o salir de compras por placer.

Apenas salen lo necesario, para ir al trabajo o a hacer el súper.

“Yo prefiero mejor no salir más que al trabajo, dejó que mi esposo (quien tiene documentos legales) vaya a hacer las compras que necesitamos o lleve a nuestra hija a la escuela; tengo amigos que hacen lo mismo”, narra Cecilia Pérez, una poblana que radica de manera ilegal en el estado de California.

Desde los 16 años Cecilia dejó a su familia y su origen, en una comunidad del municipio de Tehuitzingo, al sur del estado, para ir en busca del “sueño americano”. Hoy tiene 31 años de edad y no ha vuelto a su tierra natal.

Tanto su esposo como su hija tienen documentos legales de los Estados Unidos, no obstante ella teme que con las políticas del nuevo presidente estadounidense puedan deportarla, alejándola de su familia.

Aunque el presidente Donald Trump ha anunciado que, por el momento, sólo se deportarán a las personas ilegales con antecedentes penales, el temor de Cecilia a ser repatriada no termina.

“Esperemos que pronto se termine esto, que sólo sea por la coyuntura del arranque de su periodo como presidente (Donald Trump)... y si no, pues ni modos, por allá les llegaré pronto, hay me hacen espacio...”, bromea Cecilia mientras habla por teléfono con sus padres, que radican en Tehuitzingo.

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A miles de kilómetros de Estados Unidos, en la Mixteca poblana, el escenario no es diferente. La incertidumbre impera entre los pobladores, sobre todo entre las personas adultas que viven del dinero que sus hijos y familiares les envían desde los Estados Unidos.

En la Mixteca poblana no hay fuentes de empleo, por eso, cuando el ingreso ilegal a los Estados Unidos no estaba tan restringido, desde muy jóvenes los habitantes se marchaban en busca del sueño americano.

Los que se quedaban, se desempeñan como ayudantes de albañiles, se dedican a cortar y vender leña o a trabajar en el campo que, ante las sequías de la región, los tiempos de cosecha son sólo una vez al año.

El temor por Trump es generalizado, pero son las personas adultas las que más temen las consecuencias.

Isabel, una pobladora del municipio de Tehuitzingo, vive al igual que muchas otras personas de la región del dinero que, mensualmente, le envía su hijo qué radica en el vecino país del norte.

Su avanzada edad y los problemas de salud que tiene son sus principales preocupaciones ante la posible deportación de su hijo: “Si se viene, ¿aquí qué vamos a hacer? no hay nada”, señala.

“Yo le digo a mi hijo que se cuide, que no ande haciendo cosas indebidas para que no vaya a ser la de malas y lo deportan”, exclama Isabel quien trabaja como empleada en una tortillería, y su sueldo: 90 pesos por 10 horas no le alcanza para pagar sus medicamentos.

Aunque el gobierno del estado ha informado estar listo para recibir a los migrantes que regresen de Estados Unidos, debido a que pondrá en marcha una serie de programa para ayudarlos a reintegrarse a la vida social y económica del país, en la Mixteca poblana no cesa el miedo, pues temen que dichas acciones se concreten solo en la capital, dejando al olvido las zonas marginadas.

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