La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
A Zeus Munive, en espera de su pronta recuperación
No es fácil llevar el nombre del padre de los dioses y de los hombres.
El mismo Zeus lo reconoce siempre.
En la infancia, los otros niños ignoraban ante quién estaban.
Y es que ellos sabían de superhéroes, no del supervisor de todo el universo.
Creo con Jorge Ibargüengoitia en que los nombres de pila nos marcan para siempre.
Él ponía el ejemplo de los que eran bautizados con el casi desaparecido nombre del primer centurión convertido al cristianismo: Cornelio.
En México, a quien se llamaba Cornelio le llamaban “Neyo”.
Y se jodió el mundo, decía Ibargüengoitia en uno de sus cuentos más divertidos: “Neyo le pusieron y Neyo se le quedó”.
Un niño llamado Zeus enfrentaba inevitablemente la burla de los ignorantes.
—¿Cómo diste que te llamas? ¿Zeu...?
Gran lector de cómics y de narrativa, cinéfilo absoluto —abusivo y abrasivo—, Zeus llegó al mundo del periodismo en los años noventa.
Siempre lo vi —y se lo dije— como el personaje inolvidable de una película de los hermanos Cohen: El Gran Lebowski, también llamado “El Fino” o “El Finolis”.
Zeus anda por la vida como ese personaje interpretado por Jeff Bridges: sin prisas, sin presiones, yendo de aquí para allá con un aire desenfadado.
Eso sí: siempre generoso: buen amigo de sus amigos.
Nos tocó reportear un sexenio interesante: el de Manuel Bartlett.
No hay que olvidar que una buena parte de los reporteros y de los periodistas poblanos integraban el inolvidable coro de los Niños Cantores de Bartlett.
Nunca intentamos cantar como ellos.
Preferimos ser los outsiders de la historia.
Y nos fue de maravilla.
Juntos logramos llevar por una temporada la agenda periodística local.
Todos los días incendiábamos la prensa desde nuestros espacios: él en el noticiero radiofónico de Fernando Canales y yo desde las páginas de El Universal Puebla.
Una de nuestras victorias periodísticas más memorables fue la que tuvo que ver con un par de consejeros electorales a modo, ligados al PRI de Mario Marín y, en consecuencia, al gobierno de Manuel Bartlett.
Estos personajes fueron bautizados por quien esto escribe como “Los Prócoros”, mismos que recibieron “un melón y las sandías que quieras” de parte de los operadores de Marín.
¿El fin?
Que se movieran al ritmo de “pasito tun-tún” en el Consejo Electoral del Estado.
El escándalo creció tanto que pronto los periodistas marinistas —¡desde entonces existen!— nos empezaron a detestar en grados inimaginables.
Apenas llegábamos el Gran Lebowski y yo a las ruedas de prensa, iniciaban los cuchicheos.
¿Qué decían?
Seguramente “ya llegaron estos pendejos” y lindezas así.
Una tarde delirante, los “Prócoros” convocaron a una rueda de prensa para anunciar que nos denunciarían por difamación y calumnias.
Además, se dijeron víctimas nuestras de bullying periodístico.
Los fotógrafos y los camarógrafos marinistas se dejaron ir con su cámara hacía donde nosotros estábamos.
Metidos en los reflectores, sólo acertamos a hacer la v de la victoria y a parodiar la nota.
Salimos felices entre las miradas matonas de los Niños Cantores de Marín.
En este ritual de encuentros y desencuentros que es la vida, el ‘Finolis” y yo aparecíamos y desaparecíamos.
Fuimos juntos a varios proyectos: la revista Intolerancia, Intolerancia Diario, La Quintacolumna y Cambio.
Siempre que nos veíamos hablábamos de cine y de literatura.
La política aldeana no nos incumbía.
Eso mismo ocurrió el año pasado cuando después de una larga ausencia nos encontramos en la presentación de un libro organizada por el siempre generoso David Villanueva.
A la hora del brindis, ofrecido en la parte alta de la Auditoría del Estado, Zeus y yo cruzamos frases delirantes con entrañables amigos: Pepe Hanan, Fritz Glockner y el propio David.
Nos reconciliamos como se reconcilian dos amigos que nunca han dejado de serlo.
Por esos días yo publicaba una novela por entregas sobre los políticos poblanos y bauticé al personaje que encarnaba a Zeus con el nombre de Atticus: Atticus Munive.
Él entendió muy bien el guiño.
Y así me lo hizo saber con ese gesto a la Gran Lebowski: “Como Atticus Finch en Matar a un Ruiseñor, de Haroer Lee”.
Me lo dijo con esa risita burlona —una risita pegada a él desde siempre— con la que acostumbra rubricar sus comentarios.
En esta época de odiadores profesionales y hombres y mujeres infelices, Zeus es un hombre feliz que va por la vida pateando una lata de cerveza: las manos metidas en los bolsillos del pantalón, sonriendo siempre.
Perdone el hipócrita lector este retrato hablado de mi amigo.
