El gobernador Moreno Valle y el alcalde capitalino, Luis Banck, inauguraron el tramo de túnel que va de Xanenetla al cerro de Loreto; el acceso a este atractivo será gratuito para los poblanos
Por: Guadalupe Juárez
¿Los túneles más grandes del mundo construidos por el hombre?
Este martes el gobierno del estado, encabezado por Rafael Moreno Valle, y el Ayuntamiento capitalino, por Luis Banck Serrato, inauguraron la segunda etapa de los túneles de Puebla, que contó con una inversión estatal de 24.8 millones de pesos.
El recorrido abarca una extensión de 1.3 kilómetros desde su acceso en el barrio de Xanenetla, al lago de la Concordia, pero las estructuras subterráneas tendrían un total de 10 kilómetros, pues conectan el Zócalo de la ciudad con el cerro de Loreto.
De acuerdo con los antropólogos e historiadores a cargo de su exploración, la red tiene 350 años de existencia, presuntamente para separar a los habitantes españoles de los mestizos y el tramo recién abierto al público fue utilizado por el Ejército de Oriente, comandado por el general Ignacio Zaragoza, para librar una de las batallas más memorables del país: la del 5 de Mayo de 1862.
“Los soldados brotaban de la tierra”, relataban los franceses sobrevivientes, según se lee en diversos libros de historia sobre la Batalla de Puebla, en alusión a los túneles.
Al cortar el listón inaugural de esta segunda etapa, Moreno Valle aseguró que son los túneles hechos por el hombre, más grandes del mundo.

En entrevista, Banck Serrato dio a conocer que el acceso a turistas tendrá un costo de 30 pesos, mientras que para poblanos es gratuito.
La administración municipal −dijo− contempla rescatar un tramo más que pudo ser utilizado para caballería militar, pues el pasaje recién abierto tenía la función, según los historiadores, de guardar la artillería. Por ello se pueden observar balas “americanas, mexicanas y francesas”; “ahí está toda la historia de Puebla”, dijo.
No obstante, el munícipe rechazó que por el momento tengan contemplado habilitar parte de los túneles y accesos que se ubican debajo de la Catedral de Puebla.
El Puente de Bubas, ubicado en el bulevar 5 de Mayo y la avenida Juan de Palafox y Mendoza, al igual que el Pasaje del Centro Histórico, dos de los tramos inaugurados hace dos años, tienen un costo de acceso de 20 pesos para el público en general y 10 pesos para estudiantes, maestros y adultos mayores.
Para que la red de túneles completa sea descubierta se necesitan 14 años más. Es decir, hasta el 2031 podrían rehabilitarse por completo, precisó el gobernador Moreno Valle días atrás al presentar en redes sociales el nuevo atractivo turístico.
Ven la luz tras cientos de años
Durante décadas, leyendas de boca en boca conservaron en la memoria colectiva la existencia de los túneles hasta que las palabras se convirtieron en mitos.
Fue en 2014 cuando en una obra de infraestructura en el bulevar 5 de Mayo, el entonces alcalde capitalino José Antonio Gali Fayad, hoy gobernador electo, descubrió que la leyenda era cierta: la red de subterráneos existía y fue utilizada por algunos habitantes como carreteras ocultas para trasladar sus bienes de valor sin ser vistos por los demás, por lo que se ubican accesos a propiedades privadas.


La huida de Palafox
“Este tema de los túneles, como casi toda la historia, tiene dos lados: un lado fantástico, irreal, y un lado que realmente pudo ocurrir”, comenta en entrevista David Ramírez Huitrón.
Hace seis años, David y un grupo de amigos iniciaron Puebla Antigua: una organización dedicada a desenterrar la capital oculta con postales históricas.
“indudablemente, negar que hubo una red artificial de túneles subterráneos sería un error”, dice.
Y, con memoria de historiador, David narra la historia de la huida del obispo Juan de Palafox y Mendoza. En 1647, los jesuitas −opositores a Palafox− tenían al obispo cercado en el Palacio Episcopal, en la calle 5 Oriente y 16 de Septiembre.
“Era un juego de poderes. Se rumoraba que pronto aprehenderían al obispo y, cuando entraron al palacio, resulta que no había nadie. Palafox fue encontrado más tarde en San José Chiapa. Y todos se preguntan, a la fecha, cómo pudo haber salido si había guardias, puestos de vigilancia, garitas. Pero lo logró. ¿Cómo? Posiblemente con los túneles”, relata David Ramírez.
Los perros de la fe
El mito ha corrido por generaciones. Cada graduado de la Primaria Lafragua lo conoce bien: el segundo patio de la escuela alberga la entrada a la red subterránea de los “perros del Señor”.
Víctor Pérez Carrasco fue, hace unos 60 años, estudiante de la primaria de muros construidos a base de piedra fría y gris. La escuela fue erigida sobre los escombros del Palacio de San Jerónimo, demolido en la época del Maximato.
El lugar era un convento dominicano: la orden más mística que se conoce. Mientras franciscanos y jesuitas ense-ñaban oficios y repartían víveres a los
indígenas, los dominicanis eran inquisi-dores: los perros de la fe y del Señor.
Tras la develación de la red de túneles ocultos en la ciudad de Puebla, los historiadores no han descartado que la Iglesia haya utilizado estas carreteras perdidas para transportar sus reliquias.
“Construyeron encima una escalera de concreto y simularon una especie de cisterna. Pero en esa cisterna no hay nada. Esa cisterna es un túnel. Nosotros la levantábamos e intentábamos alumbrarla, pero no había nada: sólo oscuridad”, narra Víctor Pérez Carrasco para 24 Horas Puebla.
El tesoro escondido
Sonia Vargas tenía unos 12 años cuando veía a don Mariano, el dueño de la vieja vecindad 1003, salir de su casa con un par de copas y cálices cuya luminiscencia no olvida, aunque hayan pasado casi 60 años.
Don Mariano caminaba lentamente, como sopesando a detalle las minucias de su trayecto; cruzaba el río San Fran-cisco, que empezaba a ser entubado, y llegaba hasta una pulquería donde canjeaba las reliquias que hallaba por litros de pulque.
Meses antes, la caída de un muro en aquella vecindad ubicada en la calle 2 Oriente reveló a don Mariano la entrada de un tunel oscuro donde halló, según recuerda Sonia, todas las riquezas que más tarde convertía en jugo de maguey.
—Señor Mariano, ya no se meta ahí. Le va a dar tos. Seguro hay gases o algo tóxico. Lo va a enfermar —decía el padre de Sonia, quien es médico de oficio.
—No, ¡qué va! Al contrario. El Señor me puso todas estas cosas para mi pulquito —contestaba.
Sonia lo recuerda todo. Recuerda también el temor de los niños por los túneles secretos y la pestilencia del río donde hoy se erige el bulevar 5 de Mayo.
