Ante la adicción a la tecnología, ciencias como la psicología y medicina deben adaptarse a nuevos retos
Por José Leopoldo Castro Fernández de Lara
El experto en redes sociales, Luis Antonio Lucio López, de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), calculó en el 2012 que en promedio los niños pasan cinco horas y media conectados a la red, otros permanecen hasta 12 horas, en tanto que tres de cada 10 adolescentes admiten ser dependientes al internet. “Si las personas siguen sin hablar cara a cara, dentro de 100 o 150 años el habla ya no será una de las actividades principales de la humanidad, por lo que el cerebro cambiará y la telepatía podría ser la nueva manera de comunicación”, comentó el investigador.
Tal vez suene a ciencia ficción… y lo es para cualquier que haya nacido antes de 1950. Todos utilizamos los teléfonos celulares, las computadoras y la tecnología que depende de la inteligencia artificial (aviones, dispositivos en coches, máquinas para operar en los hospitales, terminales para pagar nuestros consumos y más). A principios del siglo pasado los escritores de ciencia ficción profetizaban sobre el uso de todos estos dispositivos y sobre las consecuencias en los seres humanos. Uno de los más populares es Isaac Asimov, quien en sus cuentos incluso plantea la creación del universo como consecuencia de la toma de conciencia de las máquinas (no deje de leer el cuento La última pregunta para que Multivac le enseñe un par de cosas).
Las ciencias como Psicología, Nutrición y Medicina se tienen que adaptar para atender a los adictos a la tecnología, que podrían ser obesos o demasiado delgados por las largas jornadas que pasan frente a la pantalla. El catedrático de Didáctica General en la Universidad de Monterrey (UDEM), Jesús Amaya Guerra, explicó que en estos casos respecto a la adicción a la tecnología el cerebro funciona de manera distinta: el “lóbulo frontal se inhibe, por lo que se afecta la inteligencia ejecutiva, la toma de decisiones, el control de impulsos, la conciencia de causas y efectos, las metas y el esfuerzo”.
Al respecto, José Castillo Ruiz, profesor en Psiquiatría de la UDEM, dijo que el uso excesivo de la tecnología desvía las fibras químicas eléctricas, el estímulo neurofisiológico no llega adecuadamente a la corteza cerebral, que controla la concentración, el cálculo y la capacidad de abstracción.
Ahí está la respuesta a la pregunta de si el regalo de la tableta o el smartphone para el niño fue el adecuado. Los padres de familia son creadores de adictos a la tecnología al dar a sus hijos los aparatos de última tecnología, con el fin de mantenerlos ocupados, creándoles una problemática para lidiar con diferentes frustraciones y obligándolos a plantearse nuevas posibilidades que no son capaces de manejar.
Si todavía tiene dudas existe una situación conocida como FOMO, acrónimo de la expresión inglesa fear of missing out, que significa miedo a perderse algo en las redes sociales, un universo virtual que se ha convertido en una extensión inevitable de la vida real de muchas personas. Los que sufren este nuevo síndrome necesitan estar permanentemente conectados a internet y consultar compulsivamente las redes, el correo electrónico o el WhatsApp, por temor a no enterarse de cualquier cosa que suceda en su entorno. El deseo de enterarse de las vidas ajenas y contar la propia a los demás no es una novedad, las nuevas tecnologías nos proporcionan los medios necesarios para hacerlo de forma inmediata, y con imágenes que ilustran lo que queremos contar. Redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram permiten que cualquiera pueda comparar su vida con las de muchos en tiempo real.
El problema surge cuando la desconexión genera angustia y el individuo se cuestiona respecto a sus elecciones. Un migrante digital (nacido antes de 1990) puede entender esto pues ha ido adaptándose al uso de la tecnología y la ve como una herramienta (los chavorrucos no cuentan). Un nativo digital (nacido después de esta fecha) no es capaz de crear esta diferencia pues su universo es digital. No es capaz de imaginar su vida sin internet, sin la conexión permanente, sin los estímulos constantes (¿por qué se aburren en clase?). Por lo tanto, tampoco puede discernir sobre “el uso de la tecnología”. Es algo natural para él.
