Traspatio
Por: Luis Pavón /@pavonlui

Dicen que salió peor el remedio que la enfermedad.
“Fue, me atrevo a decir, el peor gobierno que hemos tenido en la historia de Oaxaca”, fue lo que me respondió Esther Merino, lideresa de los comerciantes del centro histórico de Oaxaca, cuando le pregunté cuál era su balance sobre la administración de Gabino Cué.
La entrevista fue un mes antes de que terminara el gobierno de Gabino Cué Monteagudo.
Su respuesta me dejó sorprendido. No me esperaba una contestación tan directa.
A principios de noviembre fui a Oaxaca a hacer un reportaje sobre la gestión de Cué.
Conforme iba haciendo diversas entrevistas, no dejaba de sorprenderme con las respuestas. Todos coincidían con la señora Merino solo que muchos me lo dijeron off the record.
A todos los entrevistados les hice la misma pregunta: ¿cuál es el balance que hace del gobierno de Gabino Cué?
“Es tan corrupto como Ulises Ruiz, como lo fue José Murat. La verdad es que está en la misma tabla. Es increíble lo que ha pasado con él” me contestó el senador Benjamín Robles, enemigo político número uno de Cué. No obstante, Robles formó parte de su gabinete, fue su operador político y su amigo durante 30 años.
“Lo que nos deja es un mal sabor de boca” sintetizó el presidente de la COPARMEX estatal, Raúl Ruiz Robles.
El resto de los entrevistados dijeron lo mismo, palabras más palabras menos, pero lo mismo.
Gabino Cué Monteagudo, cuyo gobierno terminó el 30 de noviembre de 2016, representaba la esperanza del cambio para Oaxaca.
Simbolizaba la figura que podía poner fin a un régimen que había hundido al estado en la pobreza extrema. Que lo arrastró al penúltimo lugar en desarrollo, en rezago educativo. Sus dos antecesores eran sinónimo de corrupción.
Llegó al poder cobijado por casi todos los partidos políticos: PRD, PAN, Convergencia (en su momento) y Partido del Trabajo.
En 2010, la mayoría ciudadana le dio todo el respaldo. Habían pasado cuatro años del conflicto de 2006, el cual marcó a Oaxaca y la herida seguía abierta, la sociedad no había olvidado.
Andrés Manuel López Obrador, Javier Corral, entre otros personajes de la vida política nacional lo cobijaron, le dieron todo su apoyo e impulsaron su campaña que lo llevó al triunfo. Ellos, al igual que los ciudadanos de Oaxaca también se sintieron decepcionados y lo expresaron públicamente.
Las denuncias por presuntos actos de corrupción se acumulaban pero Gabino Cué aplicó la máxima salinista: “ni los veo ni los oigo”. Raras veces llegó a responder a los señalamientos.
El sector salud fue el más denunciado pero la conducta de su administración era como si no pasara nada. El gobierno de Cué se manejó con una opacidad fuera de serie.
Para apaciguar las acusaciones filtraban una información en los medios locales pero luego filtraban una versión contraria.
Por ejemplo, que habían inhabilitado al ex secretario de salud Germán Tenorio Vasconcelos. Luego filtraron un documento que decía lo contrario. En la recta final de su administración difundieron que fue inhabilitado 4 veces por 20 años, luego trascendió que no era cierto.
Lo cierto es que Tenorio Vasconcelos se compró un avión mientras era secretario de salud. Tenía a su hija en la nómina y de repente apareció que se construyó un hospital privado.
La avioneta y el hospital no tendrían nada de malo si hubiesen sido adquiridos con el “esfuerzo “ de su trabajo. Pero Tenorio no es un hombre de abolengo en Oaxaca, su carrera política es mínima y su prestigio como médico, intrascendente.
En 2012 entrevisté por primera vez a Germán Tenorio. Fue para un reportaje sobre las 102 obras en el abandono que dejó el priista Ulises Ruiz y que estaban destinadas a ser hospitales. Desglosó el “cochinero” que encontró en el sector y cómo pretendía limpiarlo. Más tardó en decirlo que empezar a maniobrar la corrupción en la secretaría a su cargo.
En los casi 5 años que estuvo como secretario de salud, entrevisté a Germán Tenorio 3 veces. Las cuatro ocasiones me habló de la necesidad, de la urgencia de tener el hospital de la mujer.
Primero me dijo que fue una ocurrencia donde lo estaban construyendo porque el edificio estaba diseñado para ser oficinas y un “hospital nace hospital desde los planos”. Hacerlo ahí saldría más caro que empezar uno nuevo, remató.
Un año después, en 2013, le pregunté por el avance de ese hospital. Me respondió que decidieron seguir esa obra para no desaprovechar el edificio y que sí saldría un “poquito” más caro y que ya estaba terminado. Sin embargo, soltó la segunda justificación para no echarlo a andar: no había dinero para equiparlo.
Los escándalos de mujeres pariendo afuera de los centros de salud se habían multiplicado, aunado a que Oaxaca ocupa el segundo lugar en muerte materna.
En 2015, le pregunté otra vez por el hospital de la mujer y si ya tenía fecha para echarlo a andar. No se cansó de decir que la obra era prioritaria y ya estaba lista, solo estaban trabajando en los detalles. Volvió a mentir.
Pero si Tenorio prometió la terminación de esa obra que lleva 8 años, su sucesor Héctor González no se quedó atrás.
Tres semanas antes de terminar el periodo de Cué, el encargado del despacho de los servicios de salud, me dijo en una entrevista que ya estaba autorizado el presupuesto para equiparlo pero que solo iba a funcionar al 30% de lo proyectado, que iban a licitar y que Gabino Cué inauguraría el hospital de la mujer. También mintió.
El hospital sigue sin funcionar.
Por si fuera poco, a una semana que acabara su gobierno, el sector salud entró en terapia intensiva. El hospital general Aurelio Valdivieso, el más grande e importante hospital público del estado agonizaba.
Empezaron a cobrar las consultas, dejaron de recibir urgencias y a los que llegaron a recibir les condicionaron que llevaran el material de curación y medicinas que fueran a necesitar.
Todo aquel que quisiera consulta o estuviera hospitalizado tenía que llevar su “kit de curación”.
Y así terminó su gobierno, con un sector salud en agonía.
Dejó de pagar a miles de proveedores, las becas a deportistas paralímpicos, los programas sociales de apoyo a personas discapacitadas.
Los proveedores de uniformes escolares también se quedaron sin cobrar. El dinero de ellos lo desviaron para pagar a los grupos de choque.
“El licenciado Diego Rule Castro que es el director del programa de uniformes escolares, él abiertamente nos comentaba a que esos recursos habían sido utilizados para otro tipo de fines, básicamente para pagar a algunos grupos de presión” me declaró Neftalí Diego García Aguilar, vocero de los proveedores de uniformes escolares, programa social implementado por Cué.
El “hombre del cambio” dejó un estado endeudado, duplicó la deuda pública que encontró. La lista de pendientes es interminable, igual que los señalamientos de corrupción aunque eso no le quita el sueño.
Gabino Cué Monteagudo fue el hombre que sacó al PRI del poder en Oaxaca y él mismo que lo regresó.
Como refutar cuando me dijeron: “salió peor el remedio que la enfermedad”.
