Por Guadalupe Juárez 

El perro es perro, el hámster es hámster. Si una mascota duerme en la cama de su dueño, usa ropa y accesorios  o es alimentado con comida para humano, es posible que psicológicamente no sea feliz, asegura el director de la licenciatura en Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), José Luis Escobedo Straffon.

En entrevista, el académico indicó que los llamados perrhijos –canes tratados como miembros de la familia o como un humano– son víctimas de maltrato animal cuando sus amos les impiden desarrollar sus instintos de forma libre.

“Los animales tienen rangos sociales en su hábitat natural, es decir, el líder, el que reproduce, cazadores… y un perro que se ‘humaniza’ no sabe cuál es su rol. El perro comienza a mostrar comportamientos inadecuados: morder todo, desbaratar cosas, orinar por todos lados, la ropa o los muebles de la casa. También tienen comportamientos agresivos, o de reproducción con sus dueños como montar la pierna. No entienden el rol que están jugando”, explicó el especialista.

Escobedo Straffon recomendó no caer en excesos al procurar cuidados a las mascotas, es decir, no tratar de humanizarlos, pero tampoco maltratarlos.

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Imposible olvidar su instinto

Recibir cuidado, alimento y hogar a cambio de brindar agradecimiento, lealtad y atención resulta un buen trato entre perro y humano, sin embargo, cuando el vínculo orilla al can a “olvidar” su instinto, el cerebro animal puede sufrir una  confusión.

La psicología canina se centra en el concepto de manada, es decir, el animal vive en grupo y la figura de macho alfa comanda las reglas de convivencia.

El mejor ejemplo para entender el instinto del can es el caso de los perros policía; quienes dirigen a estos elementos de rescate no tratan al perro como un hijo.

Carecer de horarios de comida, alimentación inadecuada, uso de espacios  sin restricciones y mimos confunden el cerebro de animal.

El perro tiene un instinto leal y defensor que le dicta que no puede competir contra el alfa, por lo cual, la convivencia sin reglas puede desencadenar en violencia, malos comportamientos y enfermedades provocadas por el apego artificial que se les genera.

Para la psicología canina, hay seis palabras pilares en la educación de un perro y su orden es el siguiente: coherencia, firmeza, paciencia, ejercicio, disciplina y afecto.

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