La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Este próximo 14 de febrero se cumplirán 11 años del brutal escándalo que sepultó al marinismo por siempre.
Cómo olvidar aquella conversación entre Mario Marín Torres —en ese tiempo enfundado en su papel del Benito Juárez poblano— y el empresario Kamel Nacif Borge —el hoy defenestrado Rey de la Mezclilla —publicada a ocho columnas por La Jornada —hoy en etapa terminal— y difundida en el programa radiofónico de Carmen Aristegui —exiliada a las redes sociales.
En ese 2006 hubo muchas escenas que me tocó presenciar, otras que me llegaron de primera mano contadas por actores de la desgracia.
Van, hipócrita lector, algunos de esos momentos.
La noche del 13 de febrero, Valentín El Vale Meneses celebró su santo con amigos y socios en el restaurante La Conjura. Los vinos corrieron con singular alegría. A la fiesta llegó Mario Marín, aunque fue el primero en retirarse. Todo era felicidad. El primer año de gobierno había dado excelentes resultados y había motivos para celebrar. Los últimos en irse fueron El Vale y dos compadres suyos expertos en fabricar adocreto. El chofer llevó al director de Comunicación Social del gobierno de Marín a las cinco de la mañana. Una hora después, su teléfono rojo sonó a todo lo que daba. Era don Enrique Montero Ponce. El Vale respondió entre ebrio y crudo.
—¿Ya viste lo que sacó La Jornada? —No, don Enrique. ¿Qué sacó? —Una conversación entre el gobernador Marín y Kamel Nacif. Mario admite que encarceló a la periodista Lydia Cacho para darle un pinche coscorrón. Es un escándalo, Vale.
—Ah, caray, don Enrique. Ahorita checo el periódico.
—Todos los noticieros lo van a llevar. No te extrañe que Televisa se monte al tema. Y Carmen Aristegui. ¡Muévete, Vale, el gobierno de Marín está en riesgo!
En esas condiciones de ebriedad El Vale se incorporó y leyó la entrevista. Le habló a Marín para informarle. Los “focos rojos” se encendieron. El equipo compacto no sabía qué hacer. Cuando Carmen Aristegui presentó las grabaciones de las conversaciones en su programa matutino el escándalo previsto por don Enrique detonó en todo lo alto.
Marín no sabía qué cara poner ante los reporteros que lo asaltaron a su llegada al informe de don Guillermo Pacheco Pulido, presidente del Tribunal Superior de Justicia.
—¿Qué opina de lo que sacó Carmen Aristegui? —le preguntaron.
—No estoy enterado. No escucho chismes —respondió.
Al regresar a Casa Puebla, Marín se encerró con sus asesores. Todos estaban consternados. Nadie sabía a dónde dirigir los dardos para defenderse. El Vale le habló por teléfono al empresario Jacobo Martínez, primo de Bernardo Gómez, alto ejecutivo de Televisa. Le dijo que tanto López Dóriga como Carlos Loret estaban buscando a su jefe para entrevistarlo.
“¿Qué me recomiendas, Jacobo?”, preguntó. “Si quieres busco a Bernardo y le pido garantías”. Una hora después le dijo que aceptara la entrevista con López Dóriga, pero vía telefónica y que al día siguiente fuera en vivo con Loret. “Lo van a tratar bien. Sobre todo Carlos”, aseguró el empresario.
Como todo mundo sabe, la frase “lo van a tratar bien” resultó un celada.
Marín fue exhibido y arrojado al escarnio público.
Ya no era más el Benito Juárez poblano.
Un periódico y un noticiario de radio lo convirtieron en el gobernador que le dio “un coscorrón” a “una vieja cabrona”.
