Por: Ignacio Juárez Galindo
Foto: José Castañares / Agencia EsImagen
Luis Banck Serrato rompió con todo.
Una hora fue suficiente.
Atrás ha quedado la era de los políticos y llegó la de los ciudadanos.
El poder hoy en Puebla se respira a cercanía con la gente, en el desenfado de la forma de comunicar y rendir cuentas y explicar dónde es importante trabajar y cómo.
Y la apuesta no está centrada en la visión de los viejos políticos: el oropel, la naftalina, la pirotecnia de la promesa.
Banck apuesta por algo más sencillo pero a la vez más grave. El ojo esta puesto en el día a día de la gente: que pueda comer, es decir, no pase hambre, que no pierda tiempo en sus tiempos de traslado para su casa o su hogar; que tenga agua limpia; que se sienta y se sepa seguro; que tenga una real calidad de vida.
La Constitución de Estados Unidos incluye la palabra felicidad del hombre como un derecho. Para el político mexicano esa es una cursilería. Para Banck y esta nueva generación de hombres que gobierna no lo es, porque antes de ser políticos son ciudadanos.
Así fue el informe de gobierno de Luis Banck. El primero como alcalde pero el tercero para la gestión municipal en marcha.
Un informe que no fue informe.
Una rendición de cuentas que sabe más a la cercanía de quien sabe entender el afán y esperanza de ciudadano de a pie.
Luis Banck rompió con todo.
El nuevo hombre de poder ha llegado y la apuesta es única: ¿y si volvemos a ser una ciudad única, clave importante en el mundo como lo fuimos en el Barroco?
¿Y si de una vez por todas ponemos tener una ciudad de primer mundo?
¿Y si de ahora adelante nos preocupamos por vivir mejor?
