Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río
He escrito aquí que la elección de gobernador del Estado de México no puede ser considerada un laboratorio de la elección presidencial, pues no siempre llega a Los Pinos el partido que la gana.
En 1999 y 2005, el PRI se llevó la gubernatura de forma relativamente cómoda –con 42.44% y 47.58% de los votos, respectivamente–, pero luego fue derrotado en los comicios presidenciales de 2000 y 2006.
Lo que sí es una constante es que para ser competitivo en la elección presidencial al menos hay que quedar en segundo lugar en el Estado de México el año anterior.
El PAN aprendió esa lección en 2011.
Esa vez, como ocurre ahora, se especuló que Josefina Vázquez Mota podría ser la aspirante del partido blanquiazul para ocupar el Palacio de Gobierno de Toluca.
Hace seis años, Vázquez Mota estaba en su momento de mayor poder. Era la coordinadora del PAN en la Cámara de Diputados, cargo al que había llegado después de ser la secretaria de Educación Pública en el gabinete de Felipe Calderón.
Josefina nunca había hecho política en el Estado de México, aunque allí estaba empadronada y lo sigue estando. La versión que corrió entonces es que ella se resistía a ser candidata a gobernadora porque temía que una derrota en la elección mexiquense la sacaría de la carrera por Los Pinos.
Quienes la animaban a competir en el Estado de México le decían que si no podía ganar allí tampoco podría ganar la Presidencia. Pero ella consideraba que quienes la empujaban a competir por la gubernatura sólo estaban interesados en descarrilarla como aspirante a la candidatura presidencial del PAN.
El caso es que Vázquez Mota pasó en el Edomex y el PAN hizo su candidato a la gubernatura a Luis Felipe Bravo Mena –ex jefe nacional panista, exembajador en el Vaticano y ex secretario particular de Calderón–, quien ya había competido por el mismo cargo en 1993.
El resultado de esa campaña fue desastroso. Bravo Mena terminó en tercer lugar, detrás del priista Eruviel Ávila y del perredista Alejandro Encinas. El número y el porcentaje de votos obtenidos por el partido se redujeron a la mitad de lo que habían conseguido seis años antes.
El equipo del candidato se quejó en privado de que la dirigencia panista, a cargo de Gustavo Madero, había cerrado la llave de los recursos. Incluso hubo versiones de que en Los Pinos habían pactado con el entonces gobernador Enrique Peña Nieto para no estorbar el triunfo de Eruviel Ávila.
El caso es que el PAN no se recuperaría de ese naufragio. En la elección presidencial del año siguiente, su candidata Josefina Vázquez Mota terminaría, ella también, en tercer lugar. Las dos fuerzas más competitivas en el Estado de México lo acabarían siendo también en la lucha por Los Pinos.
Este año, el Estado de México quizá será incapaz de indicar qué partido llegará a la Presidencia en 2018, pero sí parece factible que, otra vez, quienes compitan con mayor fuerza por la gubernatura sean los mismos que lo hagan en la carrera por Los Pinos.
Por eso será importante ver no sólo quién gana la gubernatura sino también quién llega en segundo lugar. Yo no me imagino al partido que quede tercero en el Estado de México ganando la Presidencia de la República apenas un año más tarde.
En el caso del PRI, su desempeño electoral en esa entidad puede ser aún más dramático: está obligado a ganar la gubernatura para mantenerse en Los Pinos y quizá ni eso le alcance.
El PAN y Morena pueden darse el lujo de perder el Palacio de Gobierno de Toluca, pero de ninguna manera quedar en tercer lugar.
