Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
El presidente Trump no las trae consigo. Los reveses que le ha propinado el Poder Judicial –echando abajo su orden migratoria– y su continuo descenso de popularidad lo han mostrado vulnerable.
El gobierno mexicano debiera aprovechar este mal ambiente para la Casa Blanca con una ofensiva legal a favor de los migrantes y una ofensiva política entre los sectores de la sociedad estadunidense que apoyan el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Hasta ahora nuestros funcionarios han apostado por convencer a Trump de no hacer demasiados cambios al acuerdo. Y, simultáneamente, parecen haber doblado las manos al prepararse para perder cuando el juego no ha comenzado.
No entiendo el propósito de anunciar consultas con el sector privado para renegociar el TLCAN. ¿De qué se va a hablar en esas mesas? No es México el que está pidiendo su revisión, sino Estados Unidos. ¿No debiéramos esperar a que los estadunidenses muestren sus cartas?
El viernes pasado, en la Primera Emisión de Imagen Radio, el periodista Andrés Oppenheimer decía que México debiera reconocer que a Trump no lo mueven consideraciones económicas sino políticas.
Apuntó que el argumento del mandatario sobre el déficit comercial de 60 mil millones de dólares con México es falaz, puesto que: 1) no es el único ni el más grande que Estados Unidos tiene con otros países, y 2) ninguna nación puede pretender tener un superávit con todas las demás.
Además, Oppenheimer señaló que la pérdida de empleos manufactureros en aquel país tenía más que ver con cambios tecnológicos, como la robotización, que con la huida del capital hacia México u otros países; que sólo 9% de todos los puestos de trabajo del país están en la industria, y que la tasa de desempleo en Estados Unidos está en uno de sus niveles más bajos desde la recesión iniciada en 2008.
México parece haber dado la razón a Trump aceptando renegociar con él antes incluso de que el gobierno estadunidense diga qué parte del acuerdo le gustaría cambiar.
También entrevisté en la radio al senador Héctor Larios, presidente de la Comisión del Comercio de la Cámara alta, quien desarmó el argumento de Trump sobre las supuestas ventajas que tienen las automotrices que ensamblan sus vehículos en territorio mexicano.
“En Estados Unidos se compran cada año 17 millones de autos nuevos, de los cuales seis millones son importados y sólo dos millones llegan de México”, me dijo.
Está claro que Trump ha tomado a México como piñata para cumplir con sus promesas de campaña y el gobierno mexicano ha dado validez a sus argumentos aceptando reabrir el TLCAN sin saber siquiera qué es lo que allá quieren cambiar.
Es clara la asimetría de las dos economías, pero México no ha confiado en sus fortalezas.
De entrada, le ha faltado exponer que los bienes que exporta a ese país tienen un fuerte componente estadunidense.
Y que hay varios estados de la Unión Americana que tienen un superávit comercial con México y cuya economía sufriría en caso de que los dos países entraran en conflicto y buscaran aplicarse sanciones.
Uno de ellos es Texas, donde hay 382 mil empleos ligados al TLCAN y en 2015 se exportaron hacia México bienes por 248 mmdd.
En este espacio publiqué una carta abierta al diputado federal texano Jeb Hensarling, cuyo distrito exporta miles de toneladas de carne de pollo a México cada año.
¿Cuántos contactos ha hecho el gobierno mexicano con políticos como Hensarling para cabildearlos sobre las bondades del TLCAN?
A veces da la impresión que vamos con las manos atadas a la renegociación del Tratado, sin que se sepa lo que exige la contraparte.
Yo, sinceramente no veo ninguna estrategia.
