Esfera Pública
Por Elias Aguilar / @Elyas_Aguilar
Ningún tema ha sido más poderoso que la política antimexicana de Donald Trump para que los partidos mexicanos lleven agua a su molino. Y la cobertura informativa pregona que seguimos atrapados en un mundo que está perfectamente de cabeza y que, además, así lo sostenemos. Les expondré por qué.
Un buen ejemplo de la situación es una nota de Televisa que muestra cómo los presidentes nacionales de PRI y PAN “defienden” a los mexicanos en Estados Unidos: el priista Enrique Ochoa sostiene que no se puede poner en riesgo el futuro de familias y niños por una política migratoria (la estadunidense) que no defiende los derechos humanos, y el panista Ricardo Anaya se muestra impactado por las historias trágicas de la división de familias provocada por la deportación. Los partidos se suben al tema para mostrar que están preocupados y luchan por los paisanos. Piden a gritos que aquel gobierno proteja a los inmigrantes.
Pero el tema no acaba ahí; Donald Trump es materia en todas las plataformas informativas, tanto electrónicas como impresas, que ceden sus principales espacios a la amenaza que el Presidente de EU representa para los mexicanos. Quienes somos radioescuchas estamos expuestos tres y cuatro veces al día al himno nacional, así como a mensajes de campañas que aparentemente buscan fortalecer el nacionalismo y “recuperar lo que es nuestro”, es decir, defender “lo que Trump nos quiere quitar”.
Esta cobertura se entrelaza para enmarcar una rea-
lidad mediática que expone drama y algo que consu-mimos como dieta diaria: el chantaje sentimental.
Lo que se ve, escucha y lee en las plataformas informativas nos retrata en forma muy negativa como sociedad, en primer lugar porque el chantaje sentimental apela a la emocionalidad y no expone argumentos o razones lógicas que expliquen el fenómeno de Trump, de los migrantes mexicanos, ni por qué el modelo del Tratado de Libre Comercio no nos ha beneficiado como país. Por el contrario, la cobertura deriva en un patrioterismo que encontró el enemigo ideal, como forma de legitimación del actual régimen que tiene bajos índices de aprobación, y que manipula la amenaza de daño para ganar terreno con miras a las elecciones de 2018.
En segundo lugar, se identifica un rasgo populista y demagógico. Los políticos dicen que los migrantes deben de estar seguros que tienen respaldo de México y, por ende, de sus autoridades. Sin embargo, no explican cómo los van a defender y, sobre todo, ninguno argumenta cómo podría convencer al gobierno de Estados Unidos de ser benefactor de inmigrantes que se encuentran en un estatus ilegal, fuera de cualquier esquema jurídico de aquel país.
En tercer lugar, se identifica un aspecto ideológico que oculta la realidad: el Estado mexicano busca eximirse de la responsabilidad de tantos mexicanos prácticamente expulsados por las carencias y nulas oportunidades de desarrollo, cuando estaba obligado cuando menos a generar las condiciones para que pudieran vivir con dignidad aquí. Parece como si los políticos mexicanos ahora delegaran su responsabilidad al gobierno de Estados Unidos.
Esto nos exhibe como ciudadanos que hemos optado por un modelo parasitario, con un esquema de maquila con bajos salarios sin impulsar el crecimiento del mercado interno expresado en el TLC. Si esta situación hubiera beneficiado a los mexicanos, no tendríamos problemas de emigración ni Donald Trump representaría una amenaza.
Dudo mucho que el tema reposicione a los partidos políticos y al actual gobierno federal. Por el contrario, cada vez que los políticos se suben al tema de los migrantes, los electores perciben un contrasentido y lo rechazan, es decir, sienten empatía por los migrantes, pero rechazo por los políticos. Y el político que no recibe gran atención mediática es quien precisamente se legitima aún más: López Obrador sigue ganando el apoyo de sectores que tradicionalmente estuvieron con el PRI y con el PAN.
