Esfera Pública

Por Elías Aguilar García

En un sistema presidencialista como el mexicano, la institución que representa el presidente de la República es de particular relevancia: representa la causa del avance o retroceso del país. Los electores mexicanos, especialmente de las clases populares, algo así como el 60% de la lista nominal, responsabilizan a Enrique Peña Nieto de la falta de empleo, de la corrupción, de la inseguridad, del estancamiento general percibido en nuestro país. Este juicio simplista explica el 80% de desaprobación que recibe el desempeño del presidente.

Peña Nieto se ha convertido en el presidente con mayor desaprobación en la historia del país con consecuencias de rechazo a su figura y también a su partido político; no es posible separar o deslindar al PRI del presidente Peña, desapruebas al presidente y rechazas al PRI de manera simultánea. Aunque hay excepciones, en general se ve una correlación entre la desaprobación del presidente y un voto en contra del PRI.

Tal rechazo es capitalizado por dos opciones electorales. Veamos cómo “cachan” los votos de quienes expresan desaprobación al PRI y al presidente Peña Nieto.

En primer lugar está Morena, que muestra entre 6 y 10 puntos porcentuales de crecimiento, dependiendo de la entidad, y se ubica entre los primeros tres lugares de la intención de voto partidista en la Presidencia de la República, pero cuando se asocia con Andrés Manuel López Obrador, se ubica al frente de la intención de voto en la elección presidencial, con un elemento distinto a los procesos de 2006 y 2012: el binomio López Obrador-Morena está en primer lugar de las preferencias independientemente de qué partido esté gobernando en la entidad.

En segundo lugar están los electores que antes votaron por el PRI pero que hoy migran hacia opciones independientes: entre 3% y 5% cambia su preferencia electoral hacia un candidato independiente, siempre y cuando la figura independiente sea una opción legitimada por su éxito personal, por ejemplo, Carlos Slim. Sin un candidato con esa fortaleza de éxito personal, este elector prefiere inclinarse hacia la abstención antes que volver a votar por el PRI.

La migración de voto hacia Morena y la preferencia por una opción apartidistas explican por qué algunas figuras priistas levantan la voz para enarbolar opciones “ciudadanas”, en una estrategia para desmarcarse del PRI-Peña Nieto como una primera opción. Sólo que esos personajes deberían tener un perfil de la misma talla que Carlos Slim, o más fuerte aún, para que la votación los impulse hacia las primeros tres lugares en la elección que participen, sea federal o estatal.

En el caso de Puebla, la votación del 2018 emparejará la elección federal con la elección local. Los poblanos elegirán por primera vez de manera simultanea seis puestos: presidente de la república, senadores, diputados federales, gobernador del estado, diputados locales y presidentes municipales. En esta convergencia de votaciones, la elección presidencial será la más importante en la agenda mediática, con el riesgo de que esa atención de los medios genere un “voto en cascada”, es decir, que el ciudadano en Puebla, en la intimidad de la mampara, marque la boleta de la elección local por la opción partidista que quiera apoyar en la elección presidencial.

Y en este momento el escenario en Puebla indica una votación favorable a López Obrador. En cascada, haría triunfar al candidato de Morena a la gubernatura.

Este es un escenario factible aunque aún falta mucho por ocurrir de aquí a junio de 2018, cuando  se lleven a cabo las votaciones. PRI y PAN deben poner en marcha ahora mismo un plan realista y sólido porque si el ánimo de los electores se mantiene igual que hoy, el inquilino de Casa Puebla será el abanderado de Morena, impulsado por el voto para Andrés Manuel.

AMLO, flanqueado por Manzanilla y JJ

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