Por Mario Galeana
A los 16 años salió del municipio de Tecomatlán, ubicado en la Mixteca poblana, y cruzó la frontera con Estados Unidos encajuelado junto a otras dos personas. 36 años más tarde, Barack Obama, como presidente, lo premió por su activismo a favor de los migrantes.
Su nombre es Jesús Salas y es presidente del Centro Vida Migrante, una de las organizaciones que buscan hacer frente al mandatario estadunidense más racista en la historia contemporánea: Donald Trump.
Salas es el primer líder migrante poblano que alerta sobre los estragos del huracán Trump, pero en sus palabras no se percibe miedo. “Hoy más que nunca el racismo va a crecer en las escuelas, en los centros laborales. Pero yo no creo en divisiones ni en muros y pienso que nosotros, las organizaciones y el mismo gobierno, debemos unirnos en un solo frente”, dice.
Hace dos días, Salas regresó a Puebla para reunirse con José Antonio Gali Fayad. El nuevo gobernador del estado le pidió regar un mensaje entre las comunidades de paisanos que radican en Estados Unidos, sobre todo en California y Nueva York: no están solos.
“Hay un compromiso real por darle impulso a los programas de apoyo a migrantes, como Mi Casa es Puebla o Raíces de Puebla. En estas casas de migrantes habrá grupos de médicos, psicólogos y abogados para apoyar a los paisanos en casos difíciles de deportaciones. Él está preparado y con toda la disposición para ayudarnos”, asegura el activista en entrevista con
24 Horas Puebla.
Salas es consejero del programa estatal Mi Casa es Puebla, que dirigió entre 2007 y 2008. Asegura que la entidad es un referente en el país, porque es la única que cuenta con casas de atención a migrantes propias.
“En estas casas se apoya a los migrantes en la expedición de actas de nacimiento, traslado de restos humanos a México e incluso búsqueda de migrantes desaparecidos en la frontera. Estas casas nos cobijan y creo que es algo que tendríamos que agradecer a Rafael Moreno Valle: las casas de atención son propias. Somos ejemplo para los demás estados”, sostiene.
Por su activismo, el poblano fue premiado por Barack Obama en una ceremonia realizada en Los Ángeles tan sólo un día antes de que el primer afroamericano en gobernar Estados Unidos abandonara la Casa Blanca.
El mensaje era claro: Trump no borrará los méritos de los hombres y las mujeres que han hecho a Estados Unidos grande.

El riesgo Trump
Autoridades y organizaciones civiles como Centro Vida Migrante reconocen el impacto del arribo de Trump a la Casa Blanca. Tan sólo en California, sede de la organización, Salas contabiliza a por lo menos 750 mil migrantes poblanos en riesgo.
La cifra de posibles deportaciones no es algo de lo que Salas guste hablar. “Prefiero guardarlo”, dice, aunque reconoce que una guerra jurídica se avecina por la oleada de expulsiones anunciada por el presidente de Estados Unidos.
“Estamos consiguiendo cheques de organizaciones no lucrativas y de dependencias, para que la gente mexicana que es residente en Estados Unidos se hagan ciudadanos. Ya hemos dado 200 cheques y estamos a punto de dar 200 más. Tenemos que preparar a nuestros residentes legales para que tomen acción. Siendo ciudadanos, tendríamos oportunidad de que este hombre (Trump) no repita en el poder cuando se acabe su mandato de cuatro años”, considera.
Centro Vida Migrante, la organización que Salas lidera, es hoy referente en Estados Unidos y México en materia de protección de migrantes. Salas partió del pueblo de Olomatlán, en el antorchista municipio de Tecomatlán, el 1 de marzo de 1984. Tenía solo 16 años, pero estaba dispuesto a jugarse la vida.
Tijuana, una tierra triste y seca, se convirtió en un lugar que no olvidaría. Diez veces intentó cruzar la frontera y diez veces fue detenido por agentes de migración. La onceava fue la vencida.
“Intenté por el cerro, por el río. Incluso en una camioneta donde íbamos 12, 13 personas apretadas. La última vez fue en un cajuelazo. Tres personas estuvimos metidos una hora y 45 minutos en la cajuela. Pero lo logramos”, recuerda.
A su arribo, trabajó en una fábrica de muebles y tuvo que entregar su primer cheque al administrador. Nadie contrataba mexicanos y esa fue la única forma de que lo contrataran a él.
El sueño americano se cumplió unos años más tarde. Erigió una empresa dedicada a la fabricación de piezas automotrices y, así, surgió el activismo: “Tenía inquietudes ¿sabes? Quería ayudar a la gente. Empecé a investigar cómo hacer un club de beneficencia para migrantes. La gente decía que era difícil, que no me metiera. Pero hoy en día soy posiblemente el único que cuenta con una organización formal y no lucrativa”.
En su década como activista, Salas reconoce que Trump ha desbaratado la paz en Estados Unidos. El racismo cundiendo en el país del norte es su mayor temor.
“Los racistas van a aumentar, porque ahora están apoyados por otro racista. Me da mucha tristeza, porque Trump en lugar de unir a las razas, las está dividiendo. Yo no creo en eso. Y pienso que él está actuando como dictador y no como presidente. Se tiene que cansar y nosotros nos vamos a defender. Si termina o no sus cuatro años, Dios lo sabrá”.

