Arropado por la ciudadanía en el camino a la victoria, el gobernador reitera su anhelo por servir desde una administración cercana y pide: "Llámame Tony"

Por: Guadalupe Juárez 

 

Desde que conozco a José Antonio Gali Fayad, todos le dicen Tony. Así le gusta que se dirijan a él, aún sobre su envestidura, él presta atención si le llaman así.

“Sería deshonesto negar los anhelos de servir”, dice frente a miles de personas. Extiende los brazos. Mira hacia el in nito, o bien a todos los presentes, o a su esposa Dinorah e hijos que le aplauden, no logro saberlo. Se despide.

Es 14 de febrero de 2016. Todavía es alcalde de la capital poblana cuando rinde su segundo informe de gobierno –el último como edil–, y hoy ha decidido con rmar su intención de contender por la gubernatura.

En el exterior del Auditorio Metropolitano, ubicado en la zona de Angelópolis, los invitados –entre empresarios y líderes políticos– se desviven en elogios y reconocimientos. Más elogios y reconocimientos que se extienden al 3 de abril, el día que inició su campaña.

Tony canta una balada al nal de su primer evento proselitista cobijado por el PAN, Compromiso por Puebla, PT, Pacto Social de Integración y Nueva Alianza, en el primer domingo del cuarto mes de 2016. El año cuando en Puebla cinco personas deseaban ser gobernador por un un año 10 meses.

En un terreno cubierto por una lona en San Andrés Azumiatla –mismo lugar donde inició campaña cuando compitió por la alcaldía de Puebla– rompe cualquier protocolo y distancia con la gente al llegar en una motocicleta.

Se toma sel es. No duda en acostarse sobre el escenario para saludar a sus simpatizantes. Los abraza. Reparte besos en las mejillas o los lanza por encima de las decenas de personas que agitan con entusias- mo alguna cartulina fluorescente para llamar su atención.

Lo mismo sucede en San Salvador El Verde. Luego en Teziutlán, donde las mujeres lo aclaman. En San Andrés Cholula, con la pirámide a sus espaldas y el sol recortando su figura, después en Atlixco, lugar donde comienza con la signa de compromisos.

También visita Palmar de Bravo, cuando los presentes todavía no lo conocen, pero salen del evento con su nombre en una canción pegajosa.

O la capital poblana, que cubre los edi cios de las unidades habitacionales con su nombre y un canto de victoria que pide guardar hasta el voto en las urnas.

Su crítica no es directa a sus adversarios. A la que le pisa los talones no la nombra. Tampoco al tercero que marcha con fuerza, pero no la suficiente. Mucho menos se agobia por las dos restantes. De cualquier modo no se confía. Se concentra en la cam- paña. En el discurso. En acercarse.

Excepto en Tehuacán, en su cierre de campaña, es cuando pide acabar con un pasado –situado a seis años de distancia– o a unos pocos metros en la alcaldía de ese municipio. Dirige sus palabras como ataque. La gente lo arropa, no deja que se vaya tan temprano.

Extiende su mano y muestra un sello en su mejilla para mandar un mensaje de que es él quien gobernará, a pesar de simpatizar y recurrir a los logros de su antecesor.

Gali Fayad sale de los reflectores, espera el 5 de junio.

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Rodeado de un enjambre de cámaras,el todavía gobernador electo sube las escaleras eléctricas del Centro Expositor. Los flashes bañan su rostro, mientras él sonríe y saluda a todos aquellos que se le acercan.

6 de diciembre. El día para que tome posesión se acerca. Los hombres y mujeres que lo acompañarán en 22 meses también. Aún son incógnitas, pero permanecen cerca.

Tony o Gali, o gobernador electo. Los medios de comunicación se preguntan cómo llamarlo ahora que está a punto de ser el inquilino de Casa Puebla. “Llámenme Tony, sigo siendo Tony, por favor”, pide duran- te una conferencia de prensa donde admite y despeja las dudas sobre su administración.

No ataja cuestionamientos. Se dedica a contestar. Frunce el ceño. Sonríe. Frunce el ceño. Sonríe. Hace anotaciones. Toma el micrófono. No ataja cuestionamientos.

Los temas prioritarios que aten- derá ocupan la mayoría de su exposición. El robo de combustible, el precio del transporte público, el entorno económico que envuelve a la entidad, la migración, la pobreza, el Impuesto Sobre la Nómina, sus compromisos de campaña. Contesta. Frunce el ceño. Ríe. Contesta nuevamente.

El proceso para que sea gobernador todavía no acaba. Días después será el último mandatario electo en reunirse con el Presidente, cuyos años en Los Pinos se agotan. La premisa gira en torno a la coordinación y acciones conjuntas, de respaldo.

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Antonio Gali Fayad alza el dedo pulgar cubierto con tinta negra indeleble.

Su esposa, hijos y nieto lo imitan.

Su campaña ha terminado y espera por la tarde los resultados. Son las 19:00 horas del primer domingo de junio.

El Hotel Intercontinental se encuentra repleto de personas que corean su nombre y esperan ansiosos su llegada. Apenas cruza la puerta y los presentes comienzan a llamarlo “gobernador”.

Se funde en abrazos de conocidos y de desconocidos. Se toma fotos con quien se lo pide. Las grabadoras de voz lo asedian. Su equipo de campaña se mantiene cerca. Recibe llamadas. Su celular no deja de timbrar.

La victoria es de él. Celebra. Es entrevistado por medios nacionales. Salta. Se emociona. Alza el brazo. Ganó una batalla. Ahora es “Tony, gobernador”, como le gusta que lo llamen.

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