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La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Javier Duarte de Ochoa ya era diputado federal.

El gobernador Fidel Herrera lo estaba entrenando para que fuera su sucesor.

Karime Macías, su esposa, estaba decidida desde entonces a administrar su abundancia y a entrenarse en el duro oficio de recibir dinero y prosperidad.

Todos los días leía frases del maestro Ramón Colman y se las aprendía de memoria:

“Me merezco la abundancia. El dinero fluye en mi vida. Soy una persona próspera. Mi energía está libre y circula por todos lados de mi vida. El dinero que entra siempre es más que el dinero que sale. Me permito tener más de lo que hubiese imaginado”.

Por esas épocas, la psicóloga poblana Irma Azomoza viajaba continuamente al estado de Veracruz a atender los deseos espirituales de la esposa de Javier Duarte.

Al volante de su auto –como servicial chofer– iba el hoy diputado local Mario Rincón, su yerno.

Ya frente a Karime de Ochoa, doña Irma la llenaba de sabiduría y le hacía escribir frases –desde entonces– relacionadas con la abundancia: la misma frase que ha dado tanto de qué hablar hallada en su diario personal: “Sí merezco abundancia”.

Doña Irma y el Feng Shui son uno mismo.

Karime aprendió con ella el arte de la atracción.

En su diario escribía frases como éstas:

“Camino con seguridad por la abundancia”.

“Me veo  a mí misma en prosperidad”.

“Tengo poder para crear mi propio mundo”.

“Todo lo que me propongo lo logro”.

“Hoy decido tener una vida abundante, con éxito, amor y en felicidad”.

Mientras su esposo corría como en una autopista canadiense en busca del dinero y el poder, doña Karime –guiada siempre por la señora Azomoza– se preparaba para no tener culpa ante la abundancia que se precipitaba.

Esa abundancia que la hacía ir de shopping a sitios delirantes.

Hoy que todo mundo se pregunta dónde está el feliz matrimonio Ochoa-Macías, quizás doña Irma, gracias al Feng Shui, sepa más que las corporaciones judiciales.

Y es que la ruta del dinero, ya se ve, es la ruta de la abundancia.

 

 

Encuentro con Blanca Alcalá (Segunda Parte).

Ya frente a Blanca Alcalá, llegaron los saludos.

La charla transcurrió por los lugares comunes: el clima, los hijos, la actividad en el Senado.

Llegó entonces la ronda –inevitable– del reproche velado.

Blanca venía de una elección feroz.

En su campaña había enfrentado todo: desde el ataque más canalla hasta la invasión a su privacidad.

Hablamos de los traidores en su equipo, de los simuladores en la prensa, de los que le prometieron lealtad mientras jugaban, presurosos, en las dos pistas posibles.

La sentí irritada.

Y más:

Dolida.

No podía ser de otra manera:

A ella le dijeron que venía a jugar una elección tranquila, sin violencia.

Una elección fácilmente transitable.

No fue así.

El día que vio que Tony Gali aparecería en la boleta arropado por un notable bloque de partidos, empezaron a surgir las dudas.

Esa tarde me encontré a una mujer vulnerable, sí, pero también valiente y decidida.

Y es que no estaba dispuesta a vivir señalada por temas que le parecían injustos y hasta mentirosos.

Larga fue la charla.

Una charla sincera, abierta, plagada de catarsis.

Nos despedimos relajados.

El ejercicio había sido brutal.

Quedamos de vernos nuevamente.

No ha sido así.

Todo llegará a su tiempo.

Hoy que reapareció en Puebla al lado del gobernador Gali entendí que sus tiempos estaban en la etapa de cumplirse.

Se dice fácil.

No lo es.

Hay heridas de guerra que no se curan nunca.

El hipócrita lector entenderá este guiño.

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