En la  vida política de México, en la Cámara de Diputados se perdió la mayoría absoluta de un partido; por primera vez un presidente debía enfrentar a la oposición

 

Encrucijada

Por Luis Antonio Godina / [email protected]

En 1997 la vida política de México dio un vuelco: en la Cámara de Diputados se perdió la presencia de un partido con mayoría absoluta y, por primera vez, el presidente de la República se enfrentó a una mayoría opositora con la que debía negociar la aprobación de sus propuestas y reformas.

El entonces diputado del PAN, Francisco José Paoli Bolio, escribió en el libro La Cámara de Diputados en la LVII Legislatura:

“La modificación de la correlación de fuerzas en la Cámara de Diputados, tuvo una serie de repercusiones democratizadoras. Ellas se perciben desde diversos ángulos. Una es que se producen actos que limitan al Poder que ha sido largamente hegemónico; y es que democracia es poder limitado.

“Otra es que se da paso a la pluralidad, reconociéndose los derechos de las minorías y aceptando reglas del conjunto que permiten la expresión libre y respetada de esa pluralidad de fuerzas.

“Una más es que se incrementa la legitimidad de las decisiones que se hacen por acuerdo de diversas fuerzas políticas que integran el Poder Legislativo”.

Así comenzó la era de los gobiernos divididos en México.

Sin embargo, lo que ocurrió derrumbó las predicciones de los catastrofistas que auguraban un futuro oscuro, incierto y de confrontación.

En esa Legislatura –la LVII– se aprobaron reformas a 23 artículos constitucionales, que requieren el aval de dos terceras partes de los diputados, además de la mitad más una de las Legislaturas locales.

Esto nos habla de grandes acuerdos de las fuerzas políticas.

La conocida politóloga María Amparo Casar afirma en su estudio Quince Años de Gobiernos sin Mayoría en el Congreso Mexicano que “en contraste con muchos países de América Latina los presidentes mexicanos no han optado por la fórmula de gobiernos de coalición. La estrategia preferida y con éxito razonable ha sido la de negociaciones “caso por caso” y con la fracción parlamentaria más cercana en términos ideológico-programáticos.

“En el caso de México, la evidencia muestra que buena parte de las iniciativas –ya sean del presidente o del resto de los iniciadores– reciben en una gran proporción el respaldo de la mayor parte de las fracciones en el Congreso y son aprobadas por mayorías más amplias que las necesarias.

“El análisis revela que la mayor parte de las iniciativas que llegan al pleno son aprobadas por coaliciones formadas por los tres grandes partidos (PRI, PAN y PRD), que en conjunto suman 90% de los asientos en las cámaras”.

En reformas constitucionales, es después de 1997 cuando éstas se aceleraron, se construyeron grandes acuerdos y se aprobaron.

Así, en el sexenio de Vicente Fox se hicieron 31 reformas constitucionales, en el de Felipe Calderón 110, y en el actual, del presidente Enrique Peña Nieto, van 151.

Los gobiernos divididos nos han entregado un país en donde las diferencias han dado paso a las coincidencias.

Esto es tan sólo en reformas constitucionales, ya después nos ocuparemos de los paquetes económicos.

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