El argentino Andrés Neuman sorprende con una novela polifónica y diversa, en la que convergen tres voces que narran y ven de forma diferente la muerte de un ser humano cercano
Por Fredo Godínez
Uno de los escritores latinoamericanos contemporáneos más interesantes es, sin duda, el argentino por nacimiento y granadí por adopción: Andrés Neuman; al que vengo leyendo, principalmente en artículos publicados en la desaparecida Revuelta (Udlap) y en la vigente Uni-Diversidad (BUAP). Además de haberme acercado a su poesía a través del poemario publicado por Acantilado: Mística abajo.
En la pasada edición de la FIL-Guadalajara, uno de mis principales objetivos fue anexar a mi biblioteca personal algunas obras de Neuman. Una de esas recientes y valiosas adquisiciones fue su novela Hablar solos, obra que se ha convertido en mi primer acercamiento narrativo, en forma, a la obra narrativa de Neuman.
Hablar solos es una obra muy particular, debido a la estética que posee. Lito, Mario y Elena son los personajes principales de esta novela-monólogo a tres voces que también puede ser una novela-diario y una especie de road book. Aquí se cuenta una historia principal: la de Elena, que se nutre y enriquece con otras dos historias: las de Lito y Mario.
El viaje es parte de la vida de Neuman, lo ha definido (algo que puede entenderse al observar con detenimiento su biografía) y por eso no debe sorprender a nadie que el viaje esté presente en Hablar solos. De igual forma, la presencia del viaje en la literatura es tan vieja como la vida misma; algunas de las enseñanzas que recibí, años atrás en Puebla, en un breve seminario impartido por el escritor argentino Mempo Giardinelli, donde analizamos La Odisea de Homero, La divina comedia de Dante Alighieri, Pedro Páramo de Juan Rulfo; por nombrar algunas; obras donde el viaje es parte esencial del relato. Aquí, en Hablar solos, se tienen tres tipos de viajes: el físico: el que Lito y Mario, padre e hijo, emprenden en pos de la construcción de un recuerdo; el interno: el que Mario y Elena realizan para comprender la situación en la que están parados y para reconocerse; y el amoroso: el que Elena tiene al confrontar los sentimientos que siente hacia Mario y Ezequiel, y no menos importante: el que siente por su hijo Lito.

Hablar solos es una novela polifónica y temáticamente diversa, aquí convergen tres voces que narran y ven de forma diferente, temas tan complejos como lo son: la vida, la muerte, el amor, el sexo y la soledad.
Hablar solos trata situaciones tan comunes para el ser humano y tan poco abordadas y reflexionadas: ¿cómo hablarles a los niños sobre la muerte? ¿Hasta dónde debemos prolongar la vida de un enfermo terminal? ¿Cuánta energía, en los cuidados, debe invertir la pareja sentimental del enfermo terminal? ¿Con qué imagen, del ser querido, debemos quedarnos: la del sano o la del enfermo? ¿Cuando nuestra pareja muere es válido volver a sentir felicidad, amor, alegría por y en otra persona?
Hablar solos es una novela que invita a reflexionar sobre nuestro paso por este mundo y la forma en que nos iremos del mismo, y nos recuerda que una enfermedad terminal no sólo mata al infectado, también se lleva a la tumba un poco o un mucho de la esencia de los seres que rodearon al humano en cuestión.
Mientras leía Hablar solos, me descubrí pensando en mis muertos (si es que puedo decir que son míos): Salud, Juanita, Andrea y Nacho Padilla. A ratos sentí culpa por continuar caminando por este mundo, en otros momentos recordé la forma en que cada uno abandonó el plano terrenal y la forma en que me enteré de su ausencia, y después tuve una sensación de alegría-tristeza, pues hice mías unas palabras de Neuman: “…Comprar el ataúd y dictar las esquelas. Nadie te enseña esas cosas. A enfermar, a cuidar, a desahuciar, a despedir, a velar, a enterrar, a cremar. Me pregunto qué mierda nos enseñan”.
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*Hablar solos. Andrés Neuman. Alfaguara: 2012. México.

