Las Serpientes

Por Ricardo Morales Sánchez

El morenogalicismo ya se percató de una cosa: para mantener el poder en Puebla necesitan que la elección del próximo año sea de tercios y no un “mano a mano” con Morena.

Las últimas mediciones realizadas arrojan datos –por demás reveladores– sobre el crecimiento de la marca de Andrés Manuel López Obrador en Puebla y el desplome que registra el PRI, lo cual preocupa a los principales operadores morenovallistas que buscan contrarrestar la influencia del Peje, para que no haya una “ola” en 2018 como la de 2000.

Hace 17 años el “efecto Fox” hizo posible el triunfo de candidatos que eran unos ilustres desconocidos. Melquiades Morales Flores era el gobernador de Puebla y había apostado todo al triunfo de su amigo, el sinaloense Francisco Labastida Ochoa.

Su administración recién iniciaba pero había sido azotada por un fuerte sismo en junio de 1999, luego las peores lluvias de que se tenga memoria en la historia de Puebla, las cuales devastaron la Sierra Norte de la entidad.

El ese entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León bautizó ese evento como la “tragedia de la década”, ya que tuvo  cientos de muertos en Teziutlán y muchas partes de esa región del estado.

A pesar del estilo conciliador de Melquiades, nada pudo hacer ante la “ola azul” que en 2000 le quitó el poder al PRI.

El “efecto Fox” hizo posible el triunfo de Erika Spezzia, una ilustre desconocida, la cual ganó con el partido Verde Ecologista la diputación, en alianza con el albiazul, por el Distrito VI; lo mismo ocurrió con Ramón Mantilla, Miguel Ángel Mantilla y Alfonso Vicente, quienes ganaron en los distritos IX, XI y XII que eran entonces de Puebla capital.

Ahora, el morenovallismo se percató que este mismo fenómeno se puede repetir 17 años después pero con una agravante: que también están en juego las dos senadurías, las 15 diputaciones federales, las 26 locales, las 217 presidencias municipales y la joya de la corona: la gubernatura.

El morenogalicismo no se puede darse el lujo de ser arrasado por la ola lopezobradorista, razón por la cual buscan revivir de manera artificial a un viejo aliado que está alicaído y decrepito en Puebla: el PRI.

Para eso cuentan con la figura del actual dirigente del tricolor en Puebla, Jorge Estefan Chidiac, quien sabe perfectamente que al igual que ocurre a nivel nacional, ambas fuerzas se necesitan para enfrentar al tabasqueño.

Las fotos del encuentro, celebrado el pasado miércoles, entre Jorge Estefan y el secretario General de Gobierno, Diódoro Carrasco, son más que elocuentes y hablan por sí solas.

El PRI en este momento tiene solo 8% de las preferencias en Puebla capital; un porcentaje paupérrimo... hasta el alcalde Luis Banck les gana con su 9%.

Lo anterior no es favorable para el morenogalicismo, el cual necesita a un Revolucionario Institucional fuerte, ya que gran parte de los puntos que ha perdido este partido se han ido a Morena, que tiene un avance muy importante en la capital, la cual representa 32% de la votación total del estado.

Adicionalmente a la alianza PRI-morenogalicismo para fortalecer al tricolor, se busca fortalecer al partido Compromiso por Puebla, el cual maneja Ángel Trauwitz Echeguren, quien planea reunir con número importante de seguidores para convertir a esta fuerza política en un partido nacional.

La alianza Moreno Valle-Gali no se duerme en sus laureles y se prepara con todo rumbo a 2018, pues ya se dieron cuenta que en un mano a mano Morena puede ser muy peligroso.

Cabe recordar que ellos ya sufrieron en 2012 el embate del Peje y sus huestes, y a duras penas pudieron rescatar la senaduría de primera minoría y las cuatro diputaciones federales de Puebla, pero le fallaron a Peña Nieto, y eso gracias a las “habilidades” de Eukid Castañón Herrera.

Ahora, con la experiencia obtenida hace hace seis años, no van a cometer los mismos errores: la operación Resucitemos al PRI está en marcha pero –como diría la Nana Goya– esa, esa es otra historia.

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