Los artistas de El Gusto es Nuestro se pronuncian por ayudar a todos esos millones de mexicanos que están tratando de salvar lo que construyeron a lo largo de sus vidas
Por Álvaro Ramírez Velasco
Con las siete décadas y más encima, ya con las andanzas de chavales en la lejana memoria, pero aún “sin llegar a adultos”, Miguel Ríos Campaña y Juan Manuel Serrat Teresa se hallan con la Puebla que antes los ha recibido, más veces al segundo, hoy ya con una única preocupación: disfrutar de la vida todos los días, “viviéndola, que es lo que hay que hacer”.
De gira con el espectáculo El Gusto es Nuestro, 20 años, se montan de nuevo al escenario con Ana Belén y Víctor Manuel, con quienes hace dos décadas también recorrieron decenas de países en una “gran fiesta de amigos”.
En el restaurante de un hotel de la vía Atlixcáyotl, Ríos, el hijo predilecto de Andalucía, ve el partido del Barcelona contra el PSG y se emociona un poco.
Tampoco es el espectador que levanta la voz y manotea, como sí lo hace parte de su equipo de músicos y técnicos que desde ultramar ha llegado a Puebla, luego de hacer un par de conciertos en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.
Ana Belén, en otra mesa, apenas voltea al televisor. Mira con pausa a su alrededor y sus ojos de vez en vez se encuentran con los de su esposo, mientras Víctor Manuel, también sin mayores ánimos, mira el encuentro futbolístico en otra pantalla.
Luego de la comida conversan sobre la posibilidad de una siesta antes del concierto que este miércoles hacia las 20:00 horas los espera en el Auditorio Metropolitano.
En el restaurante no hay nadie más que el equipo de El Gusto es Nuestro. Los meseros van y vienen, pero ni siquiera saben que se trata de algunos de los máximos exponentes de La Movida española que asaltó géneros y gustos en los años en que despertó España, luego del yugo y letargo franquista.
Joan Manuel Serrat no está. Ha ido de explorador por Puebla, esa que “ya existía como México, antes de Trump, y que seguirá existiendo después” del magnate, dice el catalán sobre el presidente de la Unión Americana, al que Miguel tilda de “neofascista”.

El pueblo a las calles
El tema del muro es inevitable en entrevista con 24 Horas Puebla en la que cada uno, por separado, se da unos minutos sin petulancia y con absoluta humildad. Eso sí, también con completa contundencia contra Donald John Trump y su “demencial” comportamiento.
“México tiene un papel fundamental ahora en desmontar esta locura que está ocurriendo en Estados Unidos, respecto a México, y también en el resto del planeta”, dispara como respuesta el intérprete de Santa Lucía, el hombre de la añeja proclama de El rock no tiene la culpa.
“Yo creo que hemos tenido muy mala suerte los seres humanos con que este tipo venga a regir la primera potencia del mundo, porque me parece que es un neofascista, una persona que se rige por esas normas.
“Espero que México tenga mucha fuerza, mucha dignidad para que siga peleando como todos los seres humanos del planeta, no sólo los mexicanos, sino todos, todos”.
—Aunque no es su canción, pero usted la canta en El Gusto es Nuestro, ¿para el muro de Trump hace falta una Puerta de Alcalá? -es la pregunta en referencia a la melodía que más sonó en México de Ana Belén y Víctor Manuel y que hace alusión a una de las cinco antiguas entradas reales a Madrid.
—Pues estaría muy bien porque significa que no hay muros, pero lo que sí está claro es que hacen falta canciones contra el muro.
“Hay ya muchas y no sólo contra el muro que este tipo quiere construir y que es una de las cosas más absurdas que hay... la chulería de este tipo, ordena montar, crear un muro y además que lo paguen ustedes, me parece tan insano como si yo, qué quiere que le diga, que hago el disco de algún compañero que quiera mucho, por ejemplo El TRI, y lo hago para joderlo, y encima que lo paguen ellos. Es demencial.
“Esto es una situación que requiere muchas canciones y mucha dignidad y mucho pueblo en la calle en contra de esto...”
Espíritu y ánimo
Miguel, el Ríos de las repetidas visitas a México desde la península al otro lado del Atlántico, luce sus abundantes canas.
Conversa sin prisas, pero breve, antes de subir de nuevo a su habitación para prepararse para el concierto.
Su incipiente barba de posible desvelo es evidencia de su modestia. No hay poses en el hombre que ha sido condecorado tantas veces, desde los años 60, del oriundo de Granada –en donde culmina muchas de sus giras, “en casa”– quien no repara en su propio abolengo.
Sin pleitos con su edad, Miguel Ríos asegura que a él lo que le va es la vida: “ahora ya soy septuagenario, más de 70, y antes era casi un chaval... De cualquier forma muy bien –dice a la pregunta de cómo se ve a sí mismo desde el retrovisor–, en el sentido, tanto físico como espiritual, y bien. Viviéndola, que es lo que hay que hacer”.

No jueguen con los migrantes
Con gorra y la sonrisa del viajero satisfecho, llega entonces Joan Manuel, el Noi del Poble-sec, para quien no hay un país ni un Puebla distintos por las amenazas del muro, aunque repara en que “cada quien mira las cosas según los ojos que le ponen”.
“Puebla existía antes de Trump y México existía antes de Trump y existirán después de Trump”.
A El Nano catalán, al que hoy tanto le duele su Mediterráneo convertido en cementerio de migrantes, de quienes buscan refugio y “un lugar dónde meter sus vidas”, también le puede el muro y las amenazas desde el norte para México, pero se cuida de no caer en la demagogia.
“No me gusta tampoco la demagogia que se establece constantemente en estas historias. Hay que esperar, trabajar políticamente, cuidarnos de lo que tenemos cerca y poder crear de alguna forma, un modo de responder a cualquier tipo de agresión que se pueda presentar”.
—¿Las canciones pueden derrumbar muros?
—Las canciones acompañan a la gente. Los muros los derriban mejor los picos.
El venerado de los dos lados de los mares, Joan Manuel, no se piensa mucho las palabras y las empapa de emoción cuando se refiere a los migrantes.
El hijo de una familia obrera del barrio barcelonés del Pueblo Seco levanta la voz cuando se trata de exigir que se deje de jugar con la gente que ha ido construyendo sus vidas, en el otro lado de la frontera, de sueños y esfuerzos.
“Los mexicanos sabrán muy bien lo que tienen que hacer, lo que habría es que ayudar a los mexicanos, ayudar a toda esta cantidad de mexicanos, a todos estos millones de mexicanos que están tratando de salvar lo que construyeron a lo largo de sus vidas y que se les puede venir abajo en un momento. Ayudarlos a ellos, jugar menos con ello”.
Viene la referencia entonces a esas orillas en las que su “niñez sigue jugando en tu playa... y escondido tras las cañas duerme mi primer amor...”, las memorias de su Mediterráneo, la canción más interpretada en la historia de España y que hace referencia al lugar icónico de la migración en la contemporánea Europa, en donde los “atardeceres rojos” han tomado un aciago sentido.
“El Mediterráneo es exactamente el mismo, lo que ocurre es que en lugar de ideas en él, de construir puentes en él, se está escampando miles y miles de muertos, de gente que está tratando de moverse, buscando un lugar en donde meter sus vidas”.
