Los habitantes de Ciudad Juárez, Chihuahua, buscan entrar a Estados Unidos diariamente para obtener trabajo cotizado en dólares
Traspatio
Por Luis Pavón / @pavonlui
Amantes. Parientes enfermos. Reu-niones familiares. Desayuno con amigos.
Son sólo algunos de los argumentos que a diario inventan a los agentes de Migración miles de mexicanos que cruzan la frontera entre México y Estados Unidos con la finalidad de ir a trabajar o estudiar.
Una persona puede cruzar los puentes fronterizos varias veces en un mismo día. Eso es algo común. Pero la llegada de Donald Trump trastocó la vida en la frontera: Tijuana, Nogales, Ciudad Juárez, Piedras Negras, Reynosa, por mencionar algunas ciudades.
El caso más representativo es Ciudad Juárez-El Paso, dos ciudades pegadas pero divididas por un puente, lo cruzas y ya cambiaste de ciudad. Se trata de una metrópoli habitada por dos millones 200 mil habitantes. Es la zona fronteriza con mayor población y flujo comercial entre los países.
Los fronterizos son personas francas, directas, sinceras. “Todo todo es diferente, en la frontera, la frontera, la frontera”, describió Juan Gabriel en la canción.
Pasar un día en la frontera, conocer las historias de quienes viven ahí y escuchar de viva voz la odisea que enfrentan día tras día es transportarse.
Empecemos por conocer la historia de Beto, quien a pesar de su situación decidió contarme su historia, y qué historia.
Él fue deportado en septiembre del año pasado. Es músico y todos los días cruzaba la frontera para ir a tocar en los bares de El Paso, Texas
Pasaba con visa de turista por lo que no podía hacerlo con sus instrumentos, eso delataría que iba a trabajar.
“Trataba de cruzar a diferentes horas, en diferentes puentes y con diferentes excusas. Me inventaba familiares, que iba de visita allá. Me inventé novias, abuelitas, ya todas fallecieron pero me las inventé”.
Para que no lo reconocieran los agentes aduanales utilizaba los tres puentes fronterizos que hay en Ciudad Juárez.
Después de un tiempo decidió vivir en El Paso. Entonces sólo cruzaba una o dos veces a la semana para ver a sus hijas pero un día la suerte no estuvo de su lado.
“El aduanal ve que acababa de estar en El Paso, que había cruzado aproximadamente hace dos horas y que ya voy de regreso. Ahí fue donde levanté sospechas, que qué estaba haciendo dos horas en México: ‘tú vives acá.
“Me saqué de la manga, me inventé una amante. Me puse muy serio, me puse en mi papel, sí actué, lo confieso, y me puse así como el triste y le dije que pues estaba casado en México pero que tenía una amante en Estados Unidos y que no decía nada porque no quería que llegara a cruzar con mi esposa y saliera en el registro algo”.
Una amante que no le duró mucho a Beto. Esa excusa ya no le sirvió en septiembre de 2016 ante el agente de Migración.
“Digo que fue el destino. Alguien que supo hacer muy bien su trabajo. Me sacó un historial de seis meses para atrás. Ahí fue cuando él me dijo y lo afirmó: ‘tú vives acá’. Obviamente yo dije que no, yo no vivo acá”.
Una mentira que fue descubierta y por eso lo deportaron, Beto no ha entrado a Estados Unidos desde hace seis meses.
La deportación es una medida a la que le temen quienes viven sin permiso en Estados Unidos y es que la deportación prohíbe entrar a ese país durante 10 años.
Quienes viven en las ciudades fronterizas confiesan que han dejado de pasar como antes. Las medidas antimigrantes anunciadas por Donald Trump ha trastocado la vida diaria. Durante tres días crucé la frontera para saber lo que sienten quienes lo hacen de manera cotidiana y aprender a dar argumentos a los de Migración.
En El Paso, Texas, hay una zona comercial bautizada por la gente como el Nuevo Juárez.
Son decenas de comercios en el centro de El Paso, Texas, atendidos por mexicanos. La mayoría de ellos tienen residencia legal; sin embargo, las advertencias migratorias del presidente estadunidense también los ha cimbrado.
Es el caso de María, quien lleva 28 años con residencia legal en El Paso y se dedica a vender ropa usada. Con ese acento norteño que no ha perdido me confiesa que la da miedo cruzar a México y que al intentar regresar a Estados Unidos no la dejen entrar a pesar de tener la residencia.
María cuenta que ahora enfrenta otro desafío: las ventas han bajado porque −dice− los mexicanos dejaron de cruzar a hacer compras debido al aumento del precio dólar y las advertencias migratorias de Donald Trump.
“Ahora se paniqueó más la gente con ese problema del Trump. De que están asustando que si vas para Juárez que te quitan la mica, que si vienes para acá te van a checar, pues la gente no quiere venir, mijo”.
Y aunque muchos no quieren ir., otros saben que no les queda otra.
A las siete de la mañana empiezan las filas en los puentes fronterizos. ¿Quién va de compras a las 7:00? ¿Tú creerías esa excusa si fueras agente de Migración?
“Con la visa láser, la que es de turista, con ésa nos ponemos todos los días temprano en el puente. Contestamos las preguntas de la gente de Migración: ‘¿qué vas hacer?’ , ‘no pues voy de compras’, ‘voy a desayunar con unos amigos’ o ‘voy a revisar una carga’. Cualquier cosa que no te comprometa a pensar que estás trabajando acá”, me dijo Manuel.
Todos los días desafía a los agentes de Migración de Estados Unidos. Desde hace tres años inventa cualquier excusa para poder cruzar a diario la frontera con visa de turista e ir a trabajar.
Está consciente que en cualquier momento lo pueden descubrir.
“En el caso de los que cruzamos más seguido tenemos que tener una coartada. Depende muchas veces del estado de ánimo del agente de Migración. Nosotros decimos: si el migra tiene muchas ganas de hacer su chamba te va a atorar y te va a preguntar y va hacer lo imposible por quebrarte la mica, porque ellos saben que a eso venimos la gente de Juárez, a trabajar”.
Pero Manuel me narra que arriesgarse vale la pena. En dos ocasiones ya ha sido detenido en el puente fronterizo.
“Van dos ocasiones que me atoraron gacho. Te meten a un cuarto, te amedrentan psicológicamente, te están diciendo y pues tú como si nada, ahí es: niégalo todo”.
Si unos cruzan en busca de mejores oportunidades de trabajo, otros lo hicieron en busca de una vida tranquila.
Salieron huyendo de la violencia. Muchas víctimas de la delincuencia que buscan el asilo.
Entre 2008 y 2012, los años de mayor violencia en Ciudad Juárez, el Departamento de Inmigración y Justicia de Estados Unidos llegó a recibir 10 mil solicitudes por año de mexicanos en busca de asilo. Apenas 1% la obtuvo.
“La política y el pensar de estos jueces de inmigración es que, bueno, la violencia ocurrió aquí en Ciudad Juárez. Te mataron a tus familiares en Juárez pero México es muy grande, te puedes ir a Chiapas. El peligro más grande es que si te niegan el asilo político, es una deportación”, me cuenta la abogada Ana Luisa Pablos, especialista en temas de migración radicada en El Paso.
Así es como se vive en la frontera. ¿Podrán el muro y la política migratoria de Trump detener el flujo del cruce diario?
¿Pondrán las autoridades mexicanas la energía suficiente para defender a nuestros compatriotas?
La respuesta está en el aire.
