Tony Gali, el viernes pasado, ante medios de comunicación, indicó que la administración actuará con fuerza contra la delincuencia
Por Guadalupe Juárez
Un silencio de más de 60 segundos se extiende en Casa Puebla, José Antonio Gali Fayad lo inicia. Es en honor a los tres agentes asesinados por miembros del cártel de Los Zetas que operaban en los municipios aledaños a Palmar de Bravo, centro del robo de combustible en el estado.
El mensaje es claro: no habrá impunidad en la entidad y el brazo de la ley alcanzará a quien tenga que alcanzar, así sea a las propias autoridades. De cualquier orden.
“(…) Vimos actos de corrupción e impunidad cuando funcionarios y miembros de la sociedad entregaron a inocentes por dinero”, expresa con la voz entrecortada. El silencio de nuevo.
El viernes pasado, entre los detenidos en Atzizintla se encontraba el presidente municipal, policías locales y pobladores.
“No podemos dejar que un estado que está por debajo de la media nacional (en el índice delictivo) caiga en manos de la delincuencia, no puedo dejar que los poblanos pierdan el sueño, los de sus hijos y sus nietos por estar día y noche pensando en qué va a pesar”, dice enérgico.
Sus palabras resuenan entre los directores, jefes de información y reporteros de los medios de comunicación que se dan cita en el lugar.
Los comunicadores y periodistas tuitean, escriben, algunos más graban la conclusión a la que llega el gobernador de Puebla, el operativo y la mano firme no es “un golpe de timón; sabemos a dónde vamos”.
En el calor del discurso hace una promesa más: sentar las bases para un cambio real en el gobierno del estado y ser el primero en criticar cuando las cosas no estén bien y asegurar que la mayoría de los problemas hasta ahora enfrentados se deben a dos factores: corrupción e impunidad.
Reconoce que 20 meses no son suficientes para cambiarlo, pero sí para dar un primer paso y marcar la pauta del rumbo para la entidad.
Gali Fayad recorre las mesas de sus invitados con micrófono en mano. Su formalidad la dejó guardada para eventos protocolarios, hoy viste con saco azul y pantalón de mezclilla. Alza la voz. A veces sus oraciones son un susurro. Luego las palabras retumban en la bocina colocada en la esquina de la carpa instalada en el jardín de Casa Puebla.
“En Puebla no se respira represión ni intolerancia, sino calidez y tranquilidad”, agrega al tiempo de ofrecer respeto a la libertad de expresión. El silencio se rompe, es intercambiado por aplausos.
La inseguridad no es el único tema en su charla. La forma de ser del gobernador le permite que en su crítica y reflexión llame “pinche güero copetudo” al presidente de Estados Unidos Donald Trump. Las risas de los presentes marcan el giro de su mensaje, el de la unión con el mandatario Enrique Peña Nieto.
“Yo sí critico a los gobiernos que no se solidarizan (…) porque abandonan a los ciudadanos sólo por diferencia de colores y partidos. Yo sí critico a los gobiernos que critican otros gobiernos”.
En ese momento pide cerrar filas en torno a su administración, pero también con el gobierno federal.
Más tarde, lo inevitable. El agradecimiento al huésped anterior de la casona que ahora él ocupa. “Un hombre con voluntad y visión”, quien, a decir del gobernador, fue el pionero del gobierno que actualmente se vive en la entidad y cuyas acciones él debe preservar.
Rafael Moreno Valle sigue presente.
Enlista, a continuación, como principal logro, el de la transparencia, así como la coordinación entre los gobiernos federal y estatal.
Entre el reconocimiento y las palmas para su antecesor nombra a más personajes cercanos a él: a Marcelo García Almaguer, al alcalde Luis Banck Serrato y al magistrado Roberto Flores Toledano.
“El cambio no lo hizo un solo hombre”, dice el mandatario estatal después de incluirlos en su discurso.
El proceso político de 2018 no se escapa de los 10 minutos que tiene Gali Fayad frente al micrófono. Repite lo que se sabe, él quiere “un presidente de la República poblano”. La mayoría aplaude, otros –que no habían pisado la casa del gobernador en seis años– tuercen la boca.
Y los silencios en Casa Puebla se volvieron intermitentes.
