Garganta Profunda
Por Arturo Luna Silva /@ALunaSilva
La inminente designación del priista poblano Melquiades Morales Flores como embajador de México en Costa Rica debe leerse, sin duda, como un reconocimiento a la lealtad, institucionalidad, trabajo y trayectoria de un animal político que, más allá de sus virtudes y defectos, ha sido congruente con el sistema que lo vio crecer a partir de la década de los 70.
El mismo sistema que le permitió ser todo, o casi todo, lo que un profesional de la política puede aspirar: gobernador, senador, diputado federal, diputado local, secretario de Gobernación, dirigente estatal y municipal y delegado del CEN de su partido en varias entidades, como Chihuahua, Oaxaca y Michoacán.
El oriundo de Santa Catarina Los Reyes, Puebla, es un hombre querido y respetado por propios y extraños, así como ha servido con fidelidad a un régimen, también se ha servido de él y ha sabido aprovechar sus tiempos, relaciones y circunstancias, como las que ahora lo colocan en la antesala de una Embajada: la cereza en el pastel, el sueño, el círculo perfecto de todo hombre de poder.
Pero la designación de Melquiades Morales, por parte del Senado –a propuesta de su amigo el presidente Enrique Peña Nieto–, también tiene que verse como una jugada estratégica del titular del poder Ejecutivo federal, quien de esta forma manda un guiño a Manlio Fabio Beltrones (también conocido como Don Beltrone), jefe del grupo político al cual pertenece el ex gobernador poblano.
Para nadie es un secreto que desde su abrupta salida como dirigente nacional del PRI, tras la serie de derrotas en las elecciones estatales de 2016 que le tocó asumir como propias y las guerras perdidas con los hombres fuertes del gabinete (Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray), el sonorense Beltrones ha jugado con la idea de romper con el presidente y jugarle las contras en 2018, ya sea del lado del dueño de Morena, Andrés Manuel López Obrador, o como candidato “independiente”, llevándose a todos sus seguidores y causando una escisión del partido en el poder, comparable tal vez a la encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1987 tras la imposición de Carlos Salinas como candidato presidencial.
Desde Los Pinos se ha operado personalmente para impedir una fractura de esa envergadura. Peña Nieto se ha reunido en privado en por lo menos tres ocasiones con Beltrones, incluso el presidente le entregó la medalla “Plutarco Elías Calles” durante la celebración por el 88 aniversario de la fundación del Revolucionario Institucional, lo que fue interpretado como una señal de reconciliación, o al menos de tregua entre ambos personajes.
Con todo y los méritos de Melquiades Morales, amigo, aliado, cómplice y más, mucho más de Don Beltrone, su designación como embajador en Costa Rica parece ir en esa lógica, propia de las mafias del poder, para las que el quid pro quo (algo así como: doy para que me des) es una de las reglas básicas.
También, es la confirmación de que el sistema le está agradecido al ex gobernador –quien, a diferencia de Mario Marín, sí puede caminar con la frente en alto por las calles de Puebla, sin que nadie lo persiga, maldiga o acuse de ratero o pederasta– y de que ningún efecto tuvieron las múltiples y constantes intrigas de priistas poblanos resentidos que, desde hace tiempo, le han colgado la etiqueta de “traidor”.
Se confirma que en la casa presidencial no hubo oídos para quienes juraron que Melquiades Morales siempre jugó del lado de –y para– Rafael Moreno Valle y que subrepticiamente llevó las contras al PRI y a sus candidatos en las elecciones de 2010, 2013 y 2016.
Por supuesto, no deja de ser paradójico que mientras su hijo Fernando Morales Martínez es expulsado del tricolor gracias al ánimo vengativo del actual dirigente estatal, el diputado federal Jorge Estefan Chidiac, el presidente Peña Nieto –hasta donde se sabe: el primer priista del país– premia a Melquiades Morales con una embajada –el retiro dorado para cualquier político que se precie de serlo– y en Costa Rica
–literalmente, y en más de un sentido, el paraíso de Centroamérica–.
