
La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Cuando desde el CEN del PAN percibieron que la trama de la Cuenta Pública de Eduardo Rivera Pérez tendría consecuencias nocivas sobre Josefina Vázquez Mota lo hicieron a un lado.
Sin elegancia.
En el estilo más rupestre.
Vea el hipócrita lector:
De ser el coordinador general de la campaña a la gubernatura del Estado de México lo rebajaron, primero, a subcoordinador y, luego, a delegado del CEN.
Un delegado sin cachucha y sin medallas.
Uno más en la tropa.
Informados de qué lado mascaba la iguana, en el CEN panista supieron que Lalo Rivera no iba a estar concentrado en una campaña tan complicada como la que está enfrentando Vázquez Mota, quien corre el riesgo de ser alcanzada en cualquier momento por el candidato del PRD.
En otra palabras —según la más reciente encuesta de El Universal—, está en franca disputa por el tercero o cuarto lugar.
Las reacciones en favor de Eduardo Rivera no fueron esta vez tan convincentes.
Pese a que volvió a tirarse al piso para victimizarse, las adhesiones fueron esta vez descafeinadas y tortuosamente lentas.
Les faltó énfasis.
En el CEN del PAN saben que hoy más que nunca la sociedad mexicana es intolerante a la corrupción, y que hasta el PRI ha preferido ver a sus ex gobernadores en la cárcel o con un pie en ésta que pagar los platos rotos.
En el PAN saben que lo mejor es tener información precisa sobre el presunto culpable —Lalo Rivera— que defender lo indefendible.
No descarte el lector un eventual encuentro entre algunos integrantes del Congreso local con miembros del CEN del PAN en aras de conocer de manera directa el estado que guardan las irregularidades del multicitado personaje.
Cuando vean el tamaño de la ballena sabrán entonces que no estaban ante un teatro de sombras o una trama armada sólo para perjudicarlo.
El vientre de la ballena está repleto de heces fecales, vómitos y gases venenosos.
Lo peor para Lalo es que en el CEN están por conocer esta realidad terrible.
