El emblemático dirigente de la Asociación de Vendedores Ambulantes dio una conferencia fuera de la cárcel

Por Osvaldo Valencia  

Contrario a lo que sus familiares y los dirigentes de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes (UPVA) aseguraban en 2015 sobre el “deplorable” estado de salud de Rubén Sarabia Sánchez, Simitrio, que podía morir en la cárcel, el líder moral de la asociación los contradice.

“Sí, padezco graves problemas de salud pero no son necesaria ni inmediatamente mortales”, enfatiza.

Su hablar se nota cansado y lento por los embates del tiempo, pero su vestir no ha cambiado con los años. La icónica chamarra roja de Simitrio regresó a su domicilio en Villa Frontera –al norte de la ciudad–, al igual que él y su intento de continuar al frente de la organización.

Pero nada es igual a lo que dejó en diciembre de 2014, fecha de su detención, la segunda aprehensión en su vida.

El segundo piso de la autopista, visible afuera de su hogar, todavía no estaba terminado. La 28 de Octubre se veía eclipsada por su caída. Ahora parece estar más que debilitada. Sus palabras resonaban, ahora son un grito ahogado.

La casa de Simitrio sólo se distingue por estar pintada de azul. Se alcanzan a ver dos globos en la reja placa y una cartulina que prepararon sus hijos y sus nietos. “Bienvenido Papa, te amo, te extraño (sic)” se lee en la entrada, para dar aviso del arribo del líder.

Por fuera sólo se desmarca por su color dentro de una unidad habitacional de edificios grises, afuera hay dos autos, no queda claro si pertenecen a la familia Sarabia-Amador.

Por dentro, una pantalla de 40 pulgadas, impresora, estéreo, celulares de gama alta, tabletas electrónicas y conexión a Internet revelan la pequeña –pero destacada– diferencia que le ha dejado ser el líder de los ambulantes, mismas que muchos no tienen, siquiera, para comprar.

Desde 2015 se sabe que más de siete mil ambulantes dejaron las filas de la UPVA, aunque parece que los afiliados ya olvidaron a su jerarca.

”Yo nomás me enteré que regresó el miércoles o jueves en la noche, pero no lo vine a ver”, cuenta uno de los comerciantes afiliados a la agrupación al pasar por la acera de la casa donde Sarabia Sánchez hace una rueda de prensa, quien reconoce que es reclutado para marchar cuando la organización se lo pida.

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La Unión Popular Vendedora de Ambulantes alimenta a sus invitados. Desde que llegan los medios de comunicación al domicilio de Simitrio lo primero que hacen es darles un plato de fruta y un vaso de jugo.

Una vez atendidos, se preparan para escuchar al alicaído Rubén.

Acechan como buitres a la espera del discurso, esperado y estudiado, de Simitrio contra el morenovallismo; él los alimenta con críticas hacia Moreno Valle, con las amenazas que sufrió por parte de Luis Maldonado Venegas, con la plática que sostuvo con Javier Lozano Alarcón.

Todos se creen el testimonio, todos se pelean por tener la “peor” imagen que dé fe del “deplorable” estado de Simitrio, todos menos sus agremiados, quienes ven desde fuera la rueda de prensa; todos menos sus nietos, que prefieren revisar con el mayor interés sus celulares; todos menos los que tienen que operar bajo sus reglas.

Y ahora a la UPVA no le queda más fuerza, como a Simitrio, para movilizar a su gente, para paralizar a la ciudad con una consigna propia.

Ahora recurre, así lo ha anunciado, a movilizarse por las causas de otras organizaciones. Por los derechos de los niños, para el 30 de abril; por la derogación de las reformas estructurales; por el Día Internacional del Trabajo, el 1 de mayo y sólo una vez confirmada, por la liberación de los presos políticos para el próximo día 10 de este mes.

Una vez terminada la rueda, los encargados de comunicación regalan agua y refrescos a los reporteros; los medios comienzan a irse, al igual que los comerciantes.

Saben que están citados por Simitrio para el 10 de abril.

Unos, para cubrir el movimiento.

Otros, para pagar sus cuotas.

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