Bitácora

Por: Pascal Beltrán del Río

 

Hace ocho meses, la suerte de Luis Videgaray parecía echada.

El 7 de septiembre, había renunciado a la Secretaría de Hacienda, una semana después de la inesperada visita a Los Pinos del candidato presidencial republicano Donald Trump, considerada desastrosa por millones de mexicanos.

No tardó en saberse públicamente que quien había gestionado dicho encuentro –por su relación con Jared Kushner, el influyente yerno del magnate– había sido el propio Videgaray. Y como tal, se separó del gobierno para salvar del escándalo a su jefe.

En octubre, el presidente Enrique Peña Nieto defendió la decisión de invitar a México a los dos principales aspirantes presidenciales estadunidenses, pero cuando se le preguntó por Trump –el único que acabaría viniendo aquí– dijo que quizá debió organizarse de otra manera la visita.

Así, la canciller Claudia Ruiz Massieu parecía reivindicada en la molestia que expresó en lo interno cuando, a fines de agosto, se enteró, como casi todo mundo en este país, que Trump llegaría al día siguiente para entrevistarse con Peña Nieto.

Fuera de las contadas versiones periodísticas de que el Presidente y Videgaray se seguían viendo en privado, el exsecretario de Hacienda no aparecía en el radar de la política. Y así seguiría todo el mes de octubre, el último de la campaña electoral en Estados Unidos, donde casi todos esperaban que Hillary Clinton sucediera a Barack Obama en la Casa Blanca.

Durante dos meses, entre el 7 de septiembre y el 8 de noviembre, daba la impresión que Videgaray se olvidaría de la política y ésta seguiría su curso sin él.

Pero todo eso cambió al oficializarse los resultados electorales al norte de la frontera. La apuesta por estrechar los lazos con Trump –quien, como candidato había convertido a México en su caballito de batalla– empezaba a cobrar sentido. Puede haber sido por puritita suerte, porque Trump no habría ganado de no ser por un puñado de votos en tres estados de la Unión Americana, o puede haber sido por cálculo sesudo… Lo cierto es que Videgaray le atinó al ganador.

En medio del vendaval interno y externo, con el tipo de cambio a pique y la molestia ciudadana a flor de piel por el aumento en el precio de los combustibles, Videgaray volvió al gabinete.

Políticamente resucitado en 2017, el nuevo canciller se puso a trabajar en lo que mejor podía hacer: explotar sus vínculos con el nuevo gobierno estadunidense.

Trump amenazaba con cumplir sus promesas de campaña: levantar un muro en la frontera con México y sacar a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte –como ya lo había hecho con el TPP– en caso de no lograr cambios sustanciales en el acuerdo para ventaja de su país.

Sé que Videgaray no es un hombre que genere muchas simpatías –tampoco creo que las procure–, pero en estos casi cinco meses en la Secretaría de Relaciones Exteriores ha hecho un trabajo eficaz. Incluso sus peores enemigos tendrían que aceptar, si habita en ellos un mínimo de objetividad, que su labor ha contribuido a distender la relación con el inquilino de la Casa Blanca.

Luego de tres décadas de observar como periodista la evolución de los vínculos entre los gobiernos de México y Estados Unidos, no recuerdo un momento en que los funcionarios estadunidenses hayan dispensado tanta atención a sus contrapartes mexicanas como el actual.

En menos de un mes, el canciller ha sido pieza fundamental de dos decisiones en el seno del gobierno estadunidense: primero, que Trump se retractara de sacar a su país del TLCAN y sustituyera ese acto impulsivo con un proceso de negociación con México y Canadá y, segundo, que Washington aceptara las culpas de los consumidores estadunidenses en el tráfico de drogas, como preámbulo de las pláticas bilaterales sobre seguridad.

Los tiempos de la renegociación del TLCAN –que comenzará en agosto o septiembre– quizá no hagan posible una eventual candidatura presidencial de Videgaray, pues sería cuando menos raro que abandonara el barco en plenas pláticas comerciales para convertirse en aspirante.

Sin embargo, de ser exitosa para México la revisión del Tratado, los anales de la política, seguramente, registrarán este regreso de Videgaray y cómo logró atemperar el ánimo visceral de Trump.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *