El definir un concepto de manera coherente, sucinta y fulminante, en ocasiones tiene sus consecuencias: no siempre se obtiene lo que se quiere, lo que vale la pena requiere esfuerzo y hay que desconfiar
Carta de Boston
Por Pedro Ángel Palou /@pedropalou
El aforismo nos permite pensar de manera distinta, sin la perorata del apestado, el circunloquio del enredado y con la precisión de un arquero. Aquí unos cuantos, recientes, sobre el mismo tema.
No siempre se obtiene lo que se quiere, pero cuando se lo consigue siempre se paga un precio.
El que la hace no siempre la paga, por eso hay tantos que se salen con la suya lastimando a los demás. La conciencia tampoco basta.
Las cosas que valen la pena requieren esfuerzo. Y despiertan la fuerza más contraria, la resistencia. Es la oposición del animal a vencer, siempre.
La madurez consiste en aceptar lo que se es y lo que se tiene sin dejar de soñar por lo que pueda aún venir. Aunque ya no llegue nada.
No todo tiene cura o remedio. La vida continúa o se detiene o te da muchas vueltas. No podemos controlar los resultados. El principio de contemplación es más productivo que el de la conmiseración o la lucha denodada contra fuerzas que nos superan.
Nadie “comprende” la vida. Ni siquiera la propia, menos la de los demás. Podemos simplemente vivir la experiencia, y disfrutarla o padecerla, pero nunca entenderla del todo. Esa ignorancia de nuestra propia existencia produce un placer particular.
Juzgar a los otros es siempre un rasgo de inseguridad propia. Normalmente los moralistas no suelen ser buenos humoristas y nunca se ríen de sí mismos. ¿Cuánto puede retrocederse para dar con el origen? La orilla de la razón es siempre el borde equivocado.
Nada hay más reconfortante que los placeres sencillos, las cosas simples que no requieren ni planes, concesiones, ni componendas con los valores propios. El que contemporiza pierde. Los dioses les pusieron nombres a las cosas, los clásicos, adjetivos.
Siempre hay que desconfiar de una nueva actividad que requiera comprar nuevas ropas o nuevo equipo. El disfraz nunca hace al maestro; ni al monje el hábito.
Si uno quiere crear una obra significativa, dejar algo en el mundo, hay que aparecerse todas las mañanas. La disciplina es superior al talento, aunque no pueda sustituirlo. El gran artista no aspira a la expresión, sino al silencio. Escribir es expiar el hecho de haber nacido.
El único hogar eres tú mismo; trabaja en él para que sea el mejor lugar posible.
Nunca confíes en el aforista. Sus frases no aclaran, enturbian. Son nuevas preguntas. Nada es tan feroz como lo efímero.
