La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Cada vez que alguien me dice “te confirmo al rato”, pienso: “ni que estuvieras tan bueno (a)” o “como si fueras alguien muy ocupado”.
No sé si en todos lados se tenga la pésima costumbre de hacerse el interesante con el otro como requisito para acceder a una cita, ya sea personal o de negocios.
En los diez mandamientos del poblano ejemplar figura el “nunca digas que no a nada”, y lo cumplen más cabalmente que el “no robarás” o el “no desearás la mujer de tu prójimo”… aunque sólo queda por arriba otro: “no pronunciarás el nombre de Dios en vano”.
Pensándolo bien, el “nunca digas que no” siempre antecede al “te lo juro por dios”. O mejor dicho “te lo prometo por Dios”, porque prometer no empobrece ante los ojos del altísimo, mientras que jurar sí que empobrece y denigra (y los poblanos nunca quieren parecer pobres y denigrantes).
Invita a un poblano a tu boda, a un bautizo o a una comida casual entre semana, y de inmediato te va a contestar: “¡ya!, es un hecho. Pon fecha”.
“¡Ah, chingá!”, piensa uno, “¡qué formalidad, qué disposición, qué elegancia”.
Pero no…
Minutos más tarde recibirás, en el mejor de los casos, un mensaje por Whatsapp que dirá: “Entonces quedamos en comer el lunes, nomás deja te confirmo mañana”.
¿Te confirmo? ¡Pues quién se cree este pelado! Si bien sabes que es un zángano (a) que vive para que lo inviten, para ser visto en las fiestas, en los restaurantes, y posteriormente saldrá hablando pestes del anfitrión.
No saber decir “no” es un vicio legendario entre nuestra sociedad. Y es un vicio que nosotros, los amables anfitriones, fomentamos.
Lo fomentamos al confiar en la palabra luciérnaga de un sujeto (a) que se las quiere dar de muy influyente, y por lo tanto, fingirá tener “agenda llena”. Porque es eso lo que te dicen cuando se van a excusar: “sabes qué, querido: la pasamos para la próxima semana porque tengo agenda llena”.
“¡Ah, qué caray!”, piensas, “que yo sepa el fulano (a) es un freelance o un vividor que gorronea lo que puede y sale huyendo a la hora de pagar las cuentas, o a la hora de devolver la cortesía te dará un palmo de narices”.
No obstante recaemos siempre en el mismo error. Se nos olvida que a cierto tipo de personas sería mejor irlas a echar al Bordo de Xochiaca.
Es en ese momento, cuando te llega el ridículo mensaje de “deja te confirmo”, recordamos el viejo dicho de “no tiene la culpa el indio”.
Lo recordamos y mentamos madres pues uno no tiene porqué andarle mendigando compañía a alguien. En todo caso debería ser al revés.
Este fin de semana reafirmé todo lo anterior.
Fui a una boda. Una boda que organizaron los padres de los novios con todo el esfuerzo y todo el amor del mundo para sus hijos. La boda, debo decirlo, estuvo de lo más divertida: buen lugar, hermosa decoración, comida de primera… pero al menos a mí me pareció indignante que hubiera mesas vacías.
¿Cómo puede pasar esto?
Creo tener la respuesta.
La respuesta se remite a la misma estupidez del decálogo poblano. “No dirás que no a nada”.
Hoy en día se ocupa que una semana antes del evento, la planeadora de bodas pone al teléfono a su secretaria para que llame a los invitados y confirmen su asistencia.
¿De verdad es necesario gastar ese tiempo?
Eso de la “confirmación” es un invento pequeñoburgués que sólo sirve para darte cuenta quién es (o no) un ojete.
*Intenté buscar una palabra menos fuerte. No la encontré
No se le puede nombrar de otra manera al cretino (a) que juega así con el tiempo y el dinero ajeno (ya no digamos con el afecto).
No asistir a un evento donde el anfitrión ha invertido en tu plato y en tu lugar es una muestra flagrante de vulgaridad y mal gusto.
Claro que si la ausencia (después de haber “confirmado”) se da por un accidente o por causas de fuerza mayor, es comprensible.
Lo que no tiene perdón es desairar a alguien que te ha tomado en cuenta aun sabiendo que eres una escoria.
A esa clase de personajes es mejor alejarlos para siempre de nuestras vidas, ya que con sus ruines acciones delatan que si no son capaces de estar contigo en las buenas (en la gorra y la pachanga), mucho menos estarán contigo en las malas (en el bote y en la cama de hospital).
¿Yo te confirmo?
Uta… ¡ni que tuvieras la agenda de Emmanuel Macron, compadre!
