La Loca de la Familia
Por: Alejandro Gómez Macchia /@negramacchia
Es una falta de respeto que te inviten a presentar un libro y que no leas el libro que vas a presentar.
Suena ilógico ir, plantarse frente a la gente y tener el descaro de hablar de un libro que no has leído. Es ilógico y es un reverendo desaire al autor. Pero, ¿qué creen? Esta práctica es de lo más común en el medio literario.
Es de lo más común, y no sólo entre escritores envidiosos o escritores principiantes. Aunque es mucho más común entre escritores miserables y escritores borrachos, pues en su miseria y en su embriaguez es complicado que se den tiempo para leer un libro que no ha sido escrito por ellos mismos, que son, según ellos (los escritores mezquinos, borrachos y miserables que presentan libros que no leen) los dueños del Parnaso literario.
¿Cuántas veces he asistido a presentaciones de libros donde el presentador no ha leído el libro que presenta? Miles. Es más, a veces el cinismo es tal que no se toma ni la molestia de medio juguetear con el mamotreto para que siquiera se vea usado. No. El muy atrevido llega con toda la arrogancia posible al evento cargando el libro a presentar intacto entre sus manos. Intacto, es decir, las hojas casi pegadas como vienen de la editorial.
Y ustedes se preguntarán, ¿de qué hablan entonces estos sujetos a la hora de presentar un libro que les causó bostezos hasta para abrirlo?
Lo más fácil en esa situación es hablar de sí mismos o de la vez que conocieron al autor del libro que no leyeron.
Entre escritores se conocen, y si se conocen íntimamente es más fácil salir del empacho. Así pues, el presentador que va por la fuerza para hacerle un favor al amigo casi siempre inicia su ponencia con la frase “conocí a menganito en…”. E inmediatamente para captar la atención del público narrará (si es posible) todas las aventuras etílicas que han tenido juntos. Después alabará rápidamente un texto que desprecia. Lo desprecia porque no lo leyó, pero dirá (no sin antes leer la cuarta de forros y alguna reseña) que es un texto maravilloso, y no se detendrá mucho en abundar el tema porque se le puede caer el cantón.
Claro está que el autor notará si el presentador leyó (o no) el libro. En estos casos podemos ver en el rostro del autor una mueca indescifrable entre risas falsas y odio verdadero.
El presentador mezquino que llega borracho a la presentación intentará siempre hacer un soliloquio chistosín cuyo personaje principal será él mismo disfrazo de otro.
Un asco.
La pregunta que cabe aquí es, ¿con qué objeto acepta un escritor presentar a otro si no va a leer su obra? ¿Es acaso parte del devaneo literario menospreciar a quien tendrá por unos instantes sus respectivos minutos de fama?
Sea cual sea la respuesta o la razón por la cual alguien acepta presentar un libro que no leyó previamente, el hecho de llegar sin prepararse a un evento al que se ha sido invitado no denota más que una vulgaridad enciclopédica.
¡Tan fácil que es decir que no! Inventar cualquier excusa: matar a la abuela, enfermar al perro…
Queda claro que lo importante para esta clase de cretinos no es ni el libro ni el autor ni el público, sino lo que viene después: el brindis de honor.
En estos casos siempre será mejor evitarse la molestia de invitar a un imbécil que no va a abonar en nada a la presentación mandándole por anticipado media caja de vinito blanco pinche (que seguro le ha de hacer mucha falta porque ya no recibe su beca del FONCA). Así te ahorras un coraje y haces feliz a un paria cultural.
