La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia

Este fin de semana me lo pasé como ahora dicen los chavos: echando Netflix & Chill, es decir, viendo películas y rascándome la barriga, completamente entumida en mi cama, metiéndome todas las calorías posibles al cuerpo. Sin bañarme.

Hace años que no hacía esto pues me sentía culpable por dejar que la vida corriera, y como diría el viejo Pablo Milanés, “y yo sigo aquí cantando cual si no pasara nada”.

Y aunque pensándolo bien, ver películas (buenas películas) requiere cierto grado de concentración, me doy cuenta que al hacerlo, al ponerme en modo Netflix & Chill, mi cerebro me envía a un lugar feroz del subconsciente del que suelo salir muy confundida.

Entre las películas que vi el domingo está la adaptación al cine de la magnífica obra del dramaturgo Edward Albee, ¿Quién teme a Virginia Woolf? Protagonizada por Liz  Taylor y Richard Burton.

Huelga decir que conocí la obra gracias a que el escritor Enrique Serna un día me dijo que la relación con mi marido era similar a la de Martha y George en la obra de teatro.

Una relación insólitamente enfermiza por el grado de neurosis y competencia que la circunda. Entonces en ese momento corrí a comprar el libro en cuestión y era verdad: resultó ser un retrato de mi vida conyugal: borracheras que pasaban de la humillación a la complicidad, del insulto al beso, del enjuiciamiento a la catarsis.

Pero no quiero hablar de las relaciones enfermizas, sino de otro punto recurrente en las películas de ese tiempo: las costumbres que hoy son consideradas insanas, dañinas para la salud. No hablo de la neurosis, más bien del alcoholismo y la adicción al cigarro (en ¿Quién teme a Virginia Woolf, Martha y George tienen todo el tiempo una copa en la mano y un cigarro en la boca).

Ya lo vimos también muy claro en la serie Mad Men, donde un grupo de exitosos publicistas se lo pasan cerrando negocios y resolviendo problemas internos entre trago y trago. Era el tiempo donde se fumaba hasta en los elevadores.

Hoy, verificando las noticias online, me encuentro con una nota alarmista que dice que 7 millones de mexicanos están a punto de morir a consecuencia del tabaquismo.

No dudamos de lo que dicen los expertos, pero los adictos a la nicotina y los que encontramos en las bocanadas de tabaco un placer insuperable, preferimos consolarnos en el recuerdo de esos viejos tiempos, los tiempos de Liz Taylor y del misterioso Don Draper (Mad men), en los que fumar no era una acción condenable, sino parte de un rito que acompañaba a ese otro maravilloso rito que es la conversación.

La pregunta sería: ¿cuándo se dieron cuenta esos expertos que el cigarro era “el” problema? Supongo que después de que la industria se llenara de millones los bolsillos.

No es por menospreciar los resultados que arrojan los estudios de salud pública, pero,

por favor: dejen que los viciosos muramos en paz.

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