La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia/ @negramacchia

 

En sus estudios sobre la neurosis, Sigmund Freud presentó cientos de casos de pacientes que llegaban a su diván para desenmarañar sus patologías.

En esas sesiones los atribulados contaban, entre otras cosas, sus sueños.

Un ejemplo maltrecho:

La señora X soñaba que su marido (un buen marido) se moría de forma trágica, y en pleno velorio ella se sentía extrañamente feliz.

Se sentía extrañamente feliz y terriblemente culpable a la hora de despertar y ver al susodicho retozando a su lado.

Pasaba la gente (decía la señora X) a presentarle sus condolencias frente al féretro, y ella tenía que esforzarse en poner cara de palo. La cara de palo que tiene cualquier viuda cuyo marido no ha sido (en vida) un cretino ejemplar. Posteriormente enlistaba a los personajes que aparecían en el sueño.

Doctor Freud daba una bocanada generosa a su pipa de roble mientras la paciente explayaba su angustia. Minutos después, ya en la íntima intimidad de su consultorio (y una vez que había despachado a doña Neuras X) dr. Freud apuntaba sus conclusiones que más o menos iban así…

“A la paciente X le carcome la culpa por haber sentido (en sueños) una extraña felicidad a la hora de velar a su marido, quien en palabras de la paciente, es un hombre fiel, trabajador, buen padre y sin vicios.

Lo que ignora la paciente X es que ese estado de exaltación no se lo provocó quien parece ser el personaje central del cuadro, es decir: la paciente X en realidad no recibía esas altas frecuencias por el marido muerto, más bien por otra persona que evanecía en un segundo plano; quizás una prima, una hermana o un entrañable amigo. Hay que estar muy al pendiente de los detalles accesorios, pues es probable que en ellos se encuentre el verdadero mensaje del subconsciente.

Con este razonamiento podemos tener una visión más nítida de lo que nuestro “yo” dormido nos quiere comunicar. La vigilia, al ser un estado de alerta, puede ser engañosa”.

Fin de la cita inventada.

 

¿Cuántas veces nos hemos despertado alarmados a causa de un sueño laberíntico?

¿Y qué hacemos con esa sensación?

Los más curiosos evitamos estacionarnos en lo absoluto y tratamos de relacionar las moscas, la mierda, las ratas y las balas con algún suceso acontecido a últimas fechas.

A veces, si el sueño fue demasiado perturbador, pensamos erróneamente que el cerebro sigue una línea recta sobre la carretera de la vida despierta… lo que resulta todavía más desconcertante porque ¡cómo podemos explicarnos que después de un día bueno pueda aparecer un contingente de roedores dispuestos a carcomernos las entrañas con sus dientitos rabiosos y sus nauseabundas garras!  O algo peor: ¡Cómo luego de recibir una excelente noticia (vas a ser abuelo o te ascendieron de puesto) puede aparecer en tu mente excitada la imagen ruin de un excusado que mana mierda y miel salpicando todo tu entorno!

Frente a estos escenarios dispares, los ilusos o los adeptos a cualquier corriente new age corren a consultar esa clase de libros escritos por charlatanes sin credenciales que se encargan de ponerle subtítulos gachupines a los sueños.

Muchos hasta verifican concordancias entre dos o tres manuales basura. ¿Y qué encuentran? Respuestas aleatorias que no hacen más que sugestionarlos y catalizar los buenos o los malos augurios.

¿Qué diría doctor Freud sobre estos posibles pacientes?

En primer lugar, engrosarían las filas de los paranoicos unidos. En segundo lugar, recomendaría a los enajenados regresar a la escuela nocturna para ver si así comprenden lo que es la línea y el punto sobre el plano.

 

¿Usted qué hace con sus sueños?

Hay personas que tienen la buena costumbre de escribir lo soñado, así, como va, con todas sus incongruencias.

No hay una manera única de transcribir los sueños, pero algo que puede funcionar es disponer las imágenes en el orden (desordenado) en el que se van recordando. Partiendo de ese punto, las partes pueden (o no) encajar. Es como unir los fragmentos de una colcha de abuela que se ha tejido con el ganchillo: ya que se tienen todas las piezas, es menester aumentar o disminuir puntos a la cadena que unirá las partes... aunque el resultado, a veces, puede ser un esperpento cuadrangular sin pies ni cabeza. En esos casos (y en aras de ponerle nombre a las sensaciones que finalmente nos despiertan) sería prudente tomarse un tiempo para analizar, sin demasiada obstinación, los elementos secundarios que rodean la secuencia onírica.

Este tipo de ejercicio ayuda a no especular sobre posibles malos augurios. Para eso las librerías de Sanborns nos ofrecen cientos de volúmenes puntuales que se encargan de hacer (por módicos cien pesos) del sueño, una verdadera pesadilla.

Así que si usted sueña constantemente que se le caen los dientes, ni se alarme. No va a morir en las próximas 24 horas.

Lo más probable (siguiendo las enseñanzas de Freud) es que el mensaje ulterior sea otro: como que esté usted enamorada del ebanista al que le encargó poner la repisa de cedro con la que chocó y la dejó chimuela.

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