El ex legislador poblano fue fundamental para la gestión del financiamiento en  la construcción  de  la primera planta eólica en Puebla

Por Osvaldo Valencia

José Luis Flores Hernández, ex diputado federal del PRI, fue nombrado el día de ayer delegado en Puebla de Nacional Financiera (Nafinsa).

Su llegada –dijo para 24 Horas Puebla el ex secretario de Finanzas en la administración del entonces priista Manuel Bartlett– fue por designación del director general de Nafinsa, Jacques Rogozinski, debido a la experiencia que acumula como subjefe del departamento de Negociaciones de la Gerencia de Proyectos Internacionales de la institución de apoyo financiero.

Entre las principales acciones que emprenderá para el estado será la entrega de apoyos para las empresas que desarrollen proyectos relacionados con el uso de energía eólica en la zona de Esperanza, en la región de Ciudad Serdán.

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En octubre de 2015 Nafinsa estructuró programas de financiamiento para que las empresas que buscan impulsar y acelerar proyectos sustentables de medio ambiente y energía en el país tengan la oportunidad de hacerlos realidad.

Esta entrega de apoyo monetario formó parte de una primera etapa en la que 40% de los recursos fueron dirigidos a programas existentes y el otro 60% para nuevos que buscan generar energía de tipo eólica, fotovoltaica o hidroeléctrica de cogeneración eficiente, así como la del tipo geotermal.

El ex diputado por la entidad remarcó que en septiembre de 2015 se destinó un bono de dos mil millones de pesos hacia la Bolsa Mexicana de Valores, con lo que se financió la instalación de la planta eólica en Puebla el año pasado.

Flores Hernández no abundó cuánto dinero se destinará este año para la planta eólica.

Además de este apoyo, mencionó que se establecerán acuerdos de colaboración con proveedoras de las armaduras Audi y Volkswagen, así como otorgar una serie de apoyos a emprendedores textiles.

Un día nos moriremos todos – 123  (Confesiones de un gobernador, circa 1999)

A continuación presentamos un capítulo que recrea parte del proceso de selección de candidato del PRI a la gubernatura de Puebla en 1998.

En esta contienda se enfrentaron Melquiades Morales Flores, quien a la postre sería gobernador, y José Luis Flores Hernández, en lo que sería una historia de traiciones y reconciliación tras el desastre de una precandidatura

El texto forma parte de la novela de ficción política de Mario Alberto Mejía, director general de 24 Horas Puebla, titulada Miedo y asco en Casa Puebla, en proceso de publicación.

Con una prosa clara y directa, Mario Alberto Mejía nos pasea por los entretelones de la vida (y la grilla) política en un extenso tapiz que se acerca mucho a la realidad, para espanto de sus protagonistas y para que el lector, el hipócrita lector, disfrute de esta primicia que le presentamos de un proyecto que inició así, como una novela por entregas.

La herida había cerrado.

Lejos de los rencores, cerca de la duda que quita el sueño, José Luis Flores decidió buscar al gobernador Melquiades Morales para cruzar datos sobre la contienda interna en la que lo entrampó Manuel Fraudlett un año atrás. Eran varias las invitaciones que don Melquiades le había hecho a las más diversas actividades del gobierno y siempre su respuesta era “no, gracias”. Hoy era distinto. Quería saber hasta el último detalle del pasado reciente en aras de sanar su alma.

El particular del titular de Banobras recibió el encargo de hacer la cita. En menos de media hora vino la respuesta afirmativa del gobernador a través de Ernesto Echeguren. La propuesta era que comieran en Casa Puebla. Flores estuvo de acuerdo. Llegó el día esperado.

El abrazo fue afectuoso. Flores se encontró con un gobernador generoso y apenado. Apenado, porque en la íntima intimidad sabía que su ex contendiente era un hombre decente utilizado perversamente por Fraudlett para lograr sus fines políticos.

Tras los saludos de rigor, pasaron al comedor. Don Melquiades había ordenado que la cocinera preparara antojitos de Cuetzalan, tierra de su invitado, lo que sorprendió a éste. Entre una sopa de quelites, unos tamales de frijol y unos tlacoyos con cecina, la conversación empezó a cuajar.

—A ver, gobernador, te quiero hacer unas preguntas.

—Lo que se te ofrezca, José Luis.

—Quiero saber quiénes me traicionaron.

—Ah, caray.

—Es que esa duda no me deja dormir bien.

—Como diría el maestro Pachón: “líbreme Dios de los traidores”. (Risas).

—Exacto. ¿Hubo gente de mi equipo que te pasaba información?

—A mí exactamente no, pero sí a mis cercanos, José Luis.

—¿Puedes decirme nombres, gobernador?

—No me digas “gobernador”. Para ti siempre seré Melquiades.

—¿Puedes decirme nombres, Melquiades?

—Mi hermano el Negrito fue el intermediario de algunos. Mmm. Luchito Mier lo buscó cuando supo que el licenciado Fraudlett no te apoyaría, José Luis.

—¡Siempre sospeché de Mier! ¿Qué le pidió?

—Argumentó que éramos casi paisanos, que no tenía nada contra mí, que yo era el político más hecho de Puebla y que al estado le iba a ir muy bien conmigo.

—Ja. Resultó un traidorcito.

—¿De mi lado te buscó alguien?

—Varios, Melquiades. Te menciono dos: el Pachuco Bailarín y el Meme Alcántara. Los dos me ofrecieron sus servicios. Claro, por debajo del agua.

La comida se alargó hasta las siete de la noche. Uno a uno fueron apareciendo los nombres de los políticos, empresarios y periodistas que jugaron en los dos carriles. Fraudlett también salió en la charla. Antes de irse, José Luis Flores recibió un ofrecimiento: que en las elecciones federales de 2003 el gobernador lo haría diputado por Teziutlán. Aceptó conmovido. Un abrazo selló la nueva relación.

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