Bitácora
Por Pascal Bletrán del Río
La madrugada de este jueves, el Congreso de Jalisco aprobó una iniciativa para que el financiamiento público de los partidos políticos se calcule con base en el número de personas que hayan votado en la elección anterior y no según la cantidad de ciudadanos registrados en el padrón.
Dicha iniciativa, conocida como #SinVotoNoHayDinero, fue promovida por el diputado local independiente Pedro Kumamoto y aprobada luego de enfrentar muchas resistencias por parte de los partidos políticos.
Al final fue una amplia mayoría la que votó a favor (31 contra 5), lo cual fue un premio a la perseverancia de Kumamoto, quien se convirtió en diputado en 2015 mediante una campaña muy austera en la que recurrió, principalmente, a las redes sociales para promover su candidatura.
La reforma a la Constitución estatal comenzará a aplicarse desde el año que entra –cuando Jalisco elegirá gobernador, diputados y alcaldes–, pues los votos que depositen entonces serán tomados en cuenta para calcular el financiamiento público de los partidos los siguientes tres años.
Claramente, ésta es una victoria para la exigencia ciudadana de que los recursos del erario que se usan para mantener a los partidos sean medidos por el interés público. De ahora en adelante, si las organizaciones políticas en Jalisco quieren más dinero de los ciudadanos tendrán que fomentar la participación de éstos en los comicios.
Kumamoto no se había podido acostar cuando lo entrevisté en Imagen Radio ayer por la mañana.
Me dijo que la aprobación de #SinVotoNoHayDinero era prueba de que “las cosas sí pueden cambiar” si hay una acción decidida de la sociedad civil. Y expresó su convicción de que cambios así se logran por la participación colectiva de los ciudadanos y no por la voluntad de una sola persona.
La iniciativa de Kumamoto tiene una relevancia que va más allá de su logro concreto. Por supuesto, mete control en los recursos públicos destinados a la actividad partidista, pero no se queda ahí.
En mi opinión, muestra también el camino para que la sociedad consiga que los políticos sirvan a su interés y la política deje de ser un instrumento de ambiciones individuales y de grupo.
Me gusta el estilo no estridente, pero eficaz, de Pedro Kumamoto. El joven legislador no recurre a los insultos y la demagogia, como tantos políticos. Convence con argumentos y promueve la participación de colectivos en torno de sus ideas.
El triunfo de #SinVotoNoHayDinero me recordó el esfuerzo ciudadano de mediados de los años 90 que culminó en la ciudadanización del Instituto Federal Electoral, hoy INE y, con ella, el arribo del pluralismo en el Congreso y la alternancia en Los Pinos.
Algo pasó entonces que, una vez alcanzados esos objetivos, la ciudadanía bajó los brazos y dejó la política en manos de los partidos.
Grave error, pues sabemos qué pasó: sin vigilancia ciudadana, los partidos se repartieron las ventajas del poder y se olvidaron de los votantes.
Y no sólo eso. Hicieron algo que parecía muy difícil de lograr a principios de este siglo: trocar el enorme prestigio social del IFE por desprestigio, y el entusiasmo de la ciudadanía con la nueva democracia por una casi completa decepción.
La lección aquí es clara: el cambio no es un punto de llegada sino una acción permanente para que la política sirva al interés público.
Tras dos décadas de relajar el músculo ciudadano, éste se ha vuelto flácido. Hay que ejercitarlo de nuevo. Hay que abandonar el estado de queja permanente y transformarlo en acción.
Los grandes cambios suceden por un conjunto de pequeños avances. La agenda para conseguir que la política sirva al ciudadano es amplia. Hay que ponerse manos a la obra.
El domingo habrá elecciones en cuatro estados. Está convocada para votar casi una cuarta parte de los ciudadanos. Sufragar es un derecho, pero también una obligación. Admito que no estoy muy optimista, pero nada me daría más gusto que acudan los electores a las urnas en número récord.
Por supuesto, votar no es todo, pero sí es el principio. Cerradas las casillas, el trabajo ciudadano no termina. De hecho, apenas comienza.
