Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
El próximo sábado faltará exactamente un año para los comicios federales del 1 de julio de 2018 y los de las entidades donde habrá elecciones concurrentes.
Serán votaciones inéditas porque, por primera vez en la historia moderna del país, se renovarán nueve Ejecutivos estatales y más de la mitad de los ayuntamientos del país junto con las dos Cámaras del Congreso de la Unión y la Presidencia de la República.
Esas ya serían razones suficientes para juzgar como impredecible la conformación del nuevo mapa político que surja de las urnas ese día: la forma en que interactuarán las múltiples opciones que estarán frente a los electores.
¿Las elecciones para gobernador en Guanajuato, Jalisco, Veracruz, Puebla, Yucatán, Morelos, Chiapas, Tabasco y la Ciudad de México (de los cuales sólo tres son gobernados por el oficialismo) incidirán en los comicios presidenciales o será al revés?
¿Volverá a repetirse el hecho de que quien gane la Presidencia se llevará los diez estados que han ganado sus antecesores desde 2000?
¿Cuántos de los gobernadores (14 del PRI y 18 de la oposición) podrán ayudar a su partido a ganar comicios federales y locales?
¿Qué tanto pesará el voto diferenciado de los electores, es decir, su disposición de no optar por el mismo partido en todas las boletas?
Sin embargo, lo impredecible de los comicios va incluso más allá. Hoy por hoy, no sabemos, fuera de Andrés Manuel López Obrador, quiénes son los aspirantes que se registrarán para competir en la elección presidencial.
No sabemos siquiera cuántos candidatos estarán en la boleta. Podrían ser tan pocos como tres, como sucedió en 2006; o cuatro, como en 1988 y 2012; o seis, como en 2000; o siete, como en 1982; o tantos como nueve, como ocurrió en 1994.
Además, será la primera vez en muchas décadas que haya la posibilidad de postular candidatos independientes. ¿Cuántos lograrán recabar las cerca de 900 mil firmas (1% del padrón electoral), en al menos 17 entidades, en un máximo de 120 días?
Quienes busquen registrarse por la vía independiente deberán conseguir en promedio unas 300 firmas por hora, o cinco por minuto, o una cada doce segundos, para cumplir con el requisito legal. Y hacerlo sin recurrir a los medios de comunicación. ¿Cuántos aspirantes tendrán esa logística?
Si lo logran uno, dos o tres candidatos independientes, los votos que pudiesen cosechar el 1 de julio de 2018 quizá no les daría para ganar la elección –aunque tampoco lo sabemos–, pero al menos incidirían en la parte superior de la tabla. Es decir, quitarían votos a otros aspirantes.
Otra pregunta es si habrá alianza PAN-PRD. Un candidato común de esos partidos podría robar votos a los aspirantes de PRI y Morena de un modo en que no podrían hacerlo un candidato del PAN y otro del PRD por separado. Más aún si se sumara Movimiento Ciudadano (MC) a dicha alianza.
¿PAN, PRD y MC tendrán un solo candidato o cada uno presentará el suyo?
Ahora, si hacemos las distintas combinaciones de boletas que salen de la eventual postulación de siete precandidatos del PRI, seis del PAN, tres del PRD, tres independientes y uno de Morena (es decir, un total de 20 personas que eventualmente podrían aparecer en la boleta, más allá de sus posibilidades de ganar), salen miles de posibilidades.
Si al final fuesen tan sólo tres los candidatos registrados, las 20 posibles candidaturas dan mil 140 combinaciones de boleta electoral. Si estamos hablando de nueve candidatos registrados (el máximo histórico), con el mismo número de aspirantes, las distintas combinaciones dan 167 mil 960.
¿Cómo hacer pronósticos con un número tan grande de variables? Las encuestas no suelen recoger más de tres o cuatro combinaciones posibles. Y luego falta un año para el día de las elecciones, lapso en el que puede suceder una enorme cantidad de cosas que incidan en el ánimo del electorado.
Si bien nuestra democracia presenta muchos fenómenos perniciosos (como la compra del voto y la nula disposición de los partidos de apegarse estrictamente a las reglas de financiamiento de las campañas) hay algo que debemos celebrarle:
Hoy, a un año de esas elecciones, que pueden representar un parteaguas para el país, es muy difícil predecir el nombre del próximo Presidente. De lejos, con el grado de certeza que había hace seis años.
Esa incertidumbre es un rasgo saludable de nuestra democracia.
