Cuatro sujetos allanaron la “Casa Blanca” y de dos disparos, uno en el estómago y otro en la cabeza, le quitaron la vida a Meztli Sarabia Reyna, hija del líder moral de la UPVA, Rubén Sarabia.

Por: Osvaldo Valencia

—¿Tú eres Meztli?

Es la mañana del jueves 29 de junio. Cuatro tipos llegan a la oficina central del mercado Hidalgo y recogen celulares, carteras y equipos de radio. A la oficina la llaman la Casa Blanca, pero es sólo un cuarto con ventanas donde cuelgan pósteres con la imagen de Rubén Sarabia Sánchez, mientras en los alrededores se venden plátanos, jugos, teléfonos, manzanas, tacos… Un barullo de gritos y pasos que no termina hasta entrada la noche.

Y la Casa Blanca es el corazón de todo eso: el corazón del mercado: el corazón de la 28 de Octubre.

—¿Eres la hija de Simitrio? –le pregunta uno de ellos, otra vez, con una pistola .9 milímetros apuntándole a la cabeza.

Y ella, que está tendida bocabajo junto a otras dos personas, responde que sí: que ella es Meztli y que su padre es Rubén Sarabia Sánchez, conocido más por su apodo: Simitrio, el líder histórico de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes (UPVA) 28 de Octubre.

—¡Pues díganle a Simitrio que le baje, porque se está pasando de huevos!

Y después de eso tres disparos: dos en la cabeza y estómago de Meztli, otro más hacia uno de sus compañeros.

Se van sin dejar una cara ni una voz conocidas. Lo que dejan es un mensaje: “Esto les pasa a los que apoyan a Simitrio Putos lacras sigues tú Simitrio y a los que apoyen a Simitrio Putos extorsionadores Fuera la 28”.

Y el cuerpo de Meztli Omixóchitl Sarabia Reyna, de 41 años de edad, madre soltera de tres niños, yace en el piso. Y cuando todo el mercado se dé cuenta habrá sido demasiado tarde.

Dirán que fue un ataque directo al corazón de la 28 de octubre. Directo al corazón de Rubén Sarabia Sánchez. Directo al corazón de Simitrio.

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“Nosotros no escuchamos nada. Nos asomamos cuando vimos que muchos de los vendedores estaban corriendo a la oficina. Y cuando vimos el cuerpo de Meztli en el piso, no lo podíamos creer”, dice una comerciante.

Y lo mismo diría cualquier otro, porque nadie lo entiende: ¿Cómo es que cuatro sujetos desconocidos lograron entrar hasta la oficina central del mercado Hidalgo —que tiene rondines de seguridad cada hora— para asesinar a la hija de uno de los hombres más poderosos entre las organizaciones de comerciantes?

Hay sospechas. Unos dicen que el ataque pudo ser planeado por alguien de la organización. O que por lo menos los investigó bien: la hora de cada rondín, cada movimiento. Otros lo atribuyen a que los asesinos utilizaron silenciadores para ahogar el ruido de las balas.

“Yo digo que estuvo muy bien planeado”, agrega la vendedora.

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A las orillas del Hidalgo es un día más de trabajo. La venta no se detiene para los comerciantes de flores, para los taxistas, para los taqueros.

En el estacionamiento, afuera de la Casa Blanca, un numeroso grupo de agremiados a la 28 de Octubre se reúne con pancartas y lonas en mano. En la mayoría de ellas se ve una fotografía en blanco y negro de Meztli, enmarcada por dos palabras: “Exigimos justicia”.

A pocos metros de la puerta de la oficina central, integrantes de la organización acordonan el área con una larga lona y evitan que cualquier mirón se acerque a la zona. “¿De qué vienes? ¿Vienes de prensa? ¿Tienes con qué identificarte? Anótate con mi compañera para que te dejemos pasar”.

Tonatiuh Sarabia, hermano de Meztli y asesor jurídico de la UPVA, encabeza la marcha hasta Casa Aguayo y ya no se le ve en los alrededores del centro de abasto.

Minutos antes, rodeado más de reporteros que de comerciantes, Tonatiuh aseguró que era un asesinato de Estado.

“Evidentemente nosotros como familiares nos negábamos a creer que habían sido capaces de quitarle la vida. Hace rato nos confirman policías ministeriales que le dieron un balazo en la cabeza y otro balazo en el estómago. Esto es un asesinato de Estado”, dijo con una voz que se negaba a quebrarse en llanto.

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“Castigo a los asesinos. ¡Meztli Vive!”. Es el grito de la 28 de Octubre. Lo llevan hasta la calle 11 Norte, hasta la avenida Reforma, hasta el Palacio Municipal de Puebla, hasta el bulevar 5 de Mayo y hasta Casa Aguayo.

Si algo ha hecho la organización de ambulantes en sus últimos años es eso: marchar.

Al llegar a Casa Aguayo, donde se encuentra la Secretaría General de Gobierno (SGG), la multitud culpa y señala a varios: al ex gobernador Rafael Moreno Valle, al actual gobernador José Antonio Gali Fayad, al vocero Javier Lozano Alarcón.

Alguien detecta que un hombre los fotografía desde una esquina del edificio gubernamental, en una calle empedrada. La gente lo alcanza, lo rodea, lo detiene y lo interroga.

“¿Por qué tomas fotos? ¿Quién eres?”, lo increpan. Y al revisarlo le encuentran un arma. La multitud enfurece y empiezan los gritos: “¡trae pistola, trae pistola!”, los gritos, y poco antes de que hagan de él un jirón suelta su nombre: Felipe Álvaro Gutiérrez González, un ex integrante de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Un policía estatal se acerca y la gente acepta entregarlo: el detenido lleva la ceja abierta y un pómulo inflamado.

Rita Amador, esposa de Simitrio, sale minutos más tarde de la dependencia, tras reunirse con el subsecretario General de Gobierno, Roberto Pedro Martínez Ortiz.

“Lo único que estamos pidiendo es que, si el gobierno no fue, que por lo menos encuentre a los asesinos y que los presente. Y también a los que mandaron a hacer esto, a los autores intelectuales”, le dice a la multitud y a la prensa reunida en torno a ella.

Y dice que no hay otro motivo para el asesinato más que un fin político.

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