Un grupo de 50 personas recibió en la capital con pintura, huevazos, tambores y gritos a 10 integrantes del Consejo Mexicano de la Familia; policías tuvieron que resguardarlos
Por Mario Galeana
En Puebla, una de las ciudades donde nació el movimiento político de la ultraderecha en México, el Autobús de la Libertad tuvo que huir en reversa.
Con el “No te metas con mis hijos” inscrito en sus costados –seis palabras con las que las organizaciones ultraconservadoras de Latinoamérica y España condensan su rechazo al aborto, a la ideología de género y al matrimonio igualitario–, el autobús naranja ha circulado por la Ciudad de México, Cancún y Veracruz con protestas menores, nunca tan vehementes como la que tuvo ayer en la Angelópolis.
Había recorrido cuatro planteles de enseñanza católica pero, al llegar a la Catedral, unos 50 hombres y mujeres lo cercaron, le arrojaron pintura y huevos, y algo hizo también que el parabrisas se estrellara.
Cuatro mujeres vestidas de morado tocaban tambores, mientras otros pegaban sellos de clausura y cintas amarillas de “precaución” a lo largo de la unidad.
Desde adentro, el repicar se oía ahogado y el escurrimiento de los huevos en las ventanas daba una imagen diluida de los manifestantes: una multitud que gritaba entre yemas.
En el autobús viajaban unos 10 hombres y mujeres que forman parte del Consejo Mexicano de la Familia. Uno de ellos grabó el momento: “Esta es una intolerancia. No podemos ni entrar a la plancha del Zócalo de la ciudad para hacer nuestra rueda de prensa. Vean cómo está el parabrisas. No respetan ni a las autoridades”.
El Autobús de la Libertad –así lo llaman– permaneció cercado casi media hora hasta que un grupo de policías intercedió entre la multitud. “¡La policía encubre pederastas!”, gritaron. El chofer accionó la reversa y retrocedió con rapidez hasta que pudo girar y avanzar por el frente. Un par de manifestantes estuvieron a punto de ser embestidos.
“¡Yo he sido víctima de lesbofobia! ¿Dónde estaban las autoridades cuando me atacaron en la calle? Ese autobús es uno antiderechos. Puebla y México jamás debió haber dejado que circulara por la ciudad. Sólo fomenta el odio”, reclamó Rubí Cervantes, una de las mujeres en la protesta, con una voz pegada al llanto y la furia.
El Consejo Mexicano de la Familia trasladó su conferencia de prensa 15 calles lejos del Zócalo, en un restaurante, y hasta allí llegaron también los manifestantes.
“Son fanáticos que no representan a la comunidad LGBT. La comunidad es gente respetuosa, gente con la que hemos podido tener diálogo. Si nosotros fuéramos a sabotear un evento de ellos, me dirían retrógrada, homófobo, y yo no tengo ningún mensaje de odio”, dijo Juan Dabdoub Giacoman, presidente del consejo, antes de que los gritos acabaran con la conferencia.
Un camión entero de granaderos llegó para resguardar la salida de los integrantes del Consejo Mexicano. Y así salieron: bordeados por policías, levantando los brazos, sonrientes, vitoreando que una multitud les gritara asesinos, cobardes, hipócritas, asesinos, pederastas, asesinos, rateros, asesinos, asesinos y asesinos. Subieron a una Van y desaparecieron.
Cuando los últimos granaderos trepaban al camión policiaco, dos muchachos los detuvieron: “Y cuando nos matan, ¿dónde están?”. Ninguno respondió.
