El pleito entre la familia de la diputada inició desde hace 14 meses; la legisladora denunció incluso que ha sido víctima de amenazas de muerte, violencia, despojo y robo

 

 

Por Mario Galeana

Una tarde de mayo del año pasado Sara Chilaca Martínez llegó a casa de sus padres —donde había estado toda la vida— cargando un par de bolsas del supermercado, pero la cerradura no cedía al paso de la llave y había, también, un par de cerrojos nuevos instalados.

Ese día inició, sin que ella lo supiese, una larga disputa con cinco de sus siete hermanos por las propiedades que su padre logró acumular cuando vivía. Han sido, desde entonces, 14 meses en los cuales la diputada local por Compromiso por Puebla ha tenido que denunciar amenazas de muerte, despojo, violencia intrafamiliar y robo… Todo cometido presuntamente por sus consanguíneos.

El más reciente apéndice del caso fue la otorgación de un auto de libertad bajo reserva de ley que los magistrados de la Segunda Sala del Poder Judicial otorgaron a Araceli, Yesenia y Marisol Chilaca Martínez por el delito de despojo.

La investigación, que incluso llevó a Araceli a ser recluida unos días en la prisión, no está cerrada: deriva de la ocupación ilegal de una casa de donde se llevaron ropa, muebles y hasta el calentador de agua. Y se relaciona también con una denuncia en la cual la diputada local acusó que sus hermanos mantenían en el abandono a su madre, Enriqueta Martínez Espinosa.

La acusación se hizo ante el Ministerio Público desde junio de 2016, pero tras peritajes y exámenes que se contradicen, la Fiscalía General del Estado (FGE) la desestimó a finales de ese mismo año.

Enriqueta murió al alba del 26 de febrero de 2017 a causa de insuficiencia respiratoria. El diagnóstico indica que no recibió su medicamento para mitigar los efectos de la presión arterial, lo cual le causó una hemorragia cerebral y, a la postre, un paro respiratorio.

 

LAS DENUNCIAS

En enero de 2016 Juan Chilaca Arenas —el patriarca de la familia— heredó a la hija de Sara, su primogénita, una casa ubicada en la calle 3 Poniente 301-A en San Pedro Cholula. Era la vivienda donde sus ocho hijos crecieron hasta hacer vida propia.

Juan fue carnicero y así acumuló bienes inmuebles en aquel municipio: unos los rentó y otros se los entregó a sus hijos. La vida era así hasta que el 16 de marzo del año pasado falleció.

Pasaron dos meses álgidos entre Sara y sus hermanos Joselito, Araceli, Yesenia, Marisol y Fermín: “A ellos nunca les gustó la relación de camaradería que yo tuve con mi padre, y mucho menos que él hubiera decidido dejarle a mi hija esa casa. Pero todos sabíamos qué es lo que le tocaba a cada uno”, asegura.

Las cosas fueron así hasta la tarde del 9 de mayo, cuando se le negó entrar a su casa.

Desde entonces, de acuerdo con la legisladora, sus hermanos desataron una larga lista de amenazas. Decían haber contactado un hombre apodado El Azul para que le diera una golpiza y, además, le impidieron ver a su madre, que habitaba en aquella vivienda.

En junio, la diputada local presentó una serie de denuncias en contra de sus hermanos por los delitos de despojo, amenazas y violencia intrafamiliar, así como por el abandono del cual —cree— era víctima su madre, Enriqueta.

El 6 de octubre la Fiscalía consignó la averiguación previa por despojo y, por un fallo del juez Alejandro León Flores, se giró una orden de aprehensión contra tres hermanas Chilaca. Araceli, una de ellas, fue detenida aquel día afuera de la casa heredada y, 14 días después, tras pagar su fianza, salió libre.

Yesenia y Marisol lograron promover un amparo antes de su detención e impugnaron ante el Poder Judicial el resolutivo del juez, concesión que la Segunda Sala les otorgó recientemente, aunque ello no implica su absolución del delito.

 

EXÁMENES CONTRADICTORIOS

Sin embargo, las denuncias por abandono y violencia intrafamiliar fueron, en principio, desestimadas por la FGE. Tras varios intentos en los cuales los hermanos de Sara Chilaca se negaron a que trabajadores sociales visitaran a Enriqueta, peritos y médicos realizaron evaluaciones a la mujer.

Los informes, a los cuales esta casa editorial tuvo acceso, son por demás contradictorios: en algunos hay discrepancias en el nombre e, incluso, en uno de ellos se afirma que era del sexo masculino.

También se niegan padecimientos crónicos, pese a que Enriqueta era hipertensa y diabética.

Una sola cosa no cambia en los tres exámenes: “Mis hijas —declaró la madre— me tratan muy bien. Desayunamos, me compran mi paleta y tienen más tiempo para estar conmigo. Cuando no puedo agarrar los cubiertos, ellos me dan de comer. Mi hija Sara también me trataba bien, sólo que era mandona”.

El testimonio, idéntico en cada una de las evaluaciones, hace creer a la diputada que su madre fue aleccionada por sus hermanos.

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