Esfera Pública
Por Elías Aguilar / @Elyas_Aguilar
A 30 años del proceso electoral más cuestionado de la historia moderna del país
–por la caída del sistema en manos del PRI, que hizo posible la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de la República–, la elección de 2018 muestra hoy un panorama favorable para Andrés Manuel López Obrador por la preferencia de voto de los ciudadanos, pero puede ser revertido en los números finales de los comicios por un elemento imbatible: una “megaoperación” priista.
¿Suena descabellado? Lo explico: la encuesta de Reforma del 23 de junio pasado ubica a López Obrador 5 puntos sobre Margarita Zavala del PAN y 16 puntos sobre el priista Miguel Ángel Osorio Chong, distancia imposible de remontar si ahora mismo fuera la elección. Pero un año es “poco” y “mucho” en términos electorales y creo necesario estimar el peso de las prácticas que el PRI empleó en la contienda electoral más reciente, sobre todo en los estados de México y Coahuila, exitosas para sus candidatos.
Si los rasgos de la operación priista pasada los proyectamos en los elementos clave de la elección presidencial que viene, debemos prever esto:
Una contienda de tres. Hacia febrero y marzo, López Obrador como candidato de Morena encabezará las preferencias, pero al PRI le convendrá difundir que la ventaja es de sólo 2 puntos sobre el candidato del PAN, y de 5 sobre el candidato de la coalición del PRI. Será provechoso para el tricolor que las encuestas de los medios nacionales planteen que la contienda será más cerrada de lo que se esperaba.
Medios de comunicación parciales. Se ha visto la efectividad de que los medios nacionales hagan una cobertura favorable al candidato de la coalición del PRI y negativa para los candidatos del PAN, pero sobre todo de López Obrador, relacionándolo con la crisis del régimen venezolano, que supuestamente lo apoya. Le será rentable al PRI, además, difundir versiones de supuestos financiamientos ilícitos de grupos y personas con reputación dudosa o de plano vinculada al crimen organizado.
Árbitro omiso. Le va muy bien al tricolor cuando los consejeros del INE no detectan al aparato de gobierno puesto a favor del candidato del PRI con dádivas, tarjetas, apoyos en efectivo, viviendas, tinacos y todos los materiales y programas que pueden ser usados para cooptar o condicionar el voto a favor del PRI o desactivar el voto de la oposición.
Inconvenientes en representantes. Si la autoridad electoral vuelve a entregar “con retraso” los nombramientos de representantes de partidos en las casillas o un gran porcentaje (esta vez fue algo así como del 20%) lleva errores en nombres y apellidos, la oposición no tendrá cobertura suficiente.
Uso de fuerza pública para amenazar y cooptar. El día de la elección los cuerpos de seguridad en lugar de vigilar, amenazan a los votantes que simpatizan con los partidos de oposición, acarrean a los que simpatizan con el PRI, y vigilan las casillas donde hay “operación”.
Algunas personas se preguntan: ¿será posible esta “megaoperación” en el México actual? Personalmente creo que sí, que en el sistema mexicano la ciudadanía está desarticulada, sin un sentido de comunidad como para impedir que esto ocurra. Los mexicanos no hacemos. Hacer es diferente a preocuparse o manifestar enojo en redes sociales o encuestas. Si no hubo acciones para acabar con los casos de corrupción política del gobierno de Peña Nieto, no creo que las haya para hacer respetar el voto opositor. Se ha visto que a los mexicanos no nos importan los temas comunitarios ni públicos; si no nos afecta personalmente o a nuestra familia, el país puede caerse y no nos importa.
